Alistair
Mochuelo
10-10-2024, 09:12 AM
—Día 22 de Verano del año 724—
La sensación del sol sobre él era una que siempre había agradecido. Sentir la luz bañarlo, acariciar su piel y darle energía como si de una planta se tratara... Pocos momentos podían competir con estos momentos, en los que podía sentir como si el mismo mundo le saludara, y le diera la mano para cumplir con lo que tuviera preparado el día de hoy. Al menos... así sería cualquier otro día de la temporada.
Bochornoso, caluroso, y sudoroso. Por alguna razón, el exceso de humedad había complotado con un sol particularmente fuerte arrojando cada pizca de su calor sobre todos, inclemente en lo mas mínimo; el resultado era un día que no solo era caluroso, sino que se sentía mas caluroso todavía. Suficiente para hacer desear a cualquiera un refresco helado, un cómodo espacio en alguna terraza y un día de descanso en el que la actividad tuviera que ser mínima. No era el caso de Alistair.
El arribo al Reino de Oykot fue... poco placentero. Habiendo conseguido el favor de una agradable pareja de mercaderes -simpatizantes de la causa revolucionaria- cuya trayectoria coincidía con el objetivo del Lunarian, los mencionados civiles accedieron a llevarlo como polizón oculto entre su mercancía hasta el Reino de Oykot, donde lo dejarían marcharse tan pronto aprobaran los controles rutinarios de la seguridad presente en el puerto y tuviera una ruta de salida que no los comprometiera a ellos ni al chico alado. El problema... es que era un transporte cargado de sardinas. Cuando juntabas este factor con el inclemente clima con el que Oykot había decidido recibir a sus habitantes ese mismo día, tenías una combinación que podía volver loco a cualquier hombre con media nariz funcional. Que además el sentido del olfato de Alistair fuese el mejor de sus cinco solo convirtió la experiencia en un infierno que exigía cada pizca de voluntad en él para tolerar..
No pretendía ser desagradecido en lo absoluto, todo lo contrario; era plenamente consciente de que esa amable pareja era la única razón por la que había conseguido cumplir las órdenes de presentarse en el Reino de Oykot para participar en la operación sobre la central hidroeléctrica. Pero... Tampoco podía solo olvidarse de ese insufrible olor viniendo en todas direcciones por más que unas cuantas horas. ¿Cuánto tiempo había pasado realmente? Entre la falta de luz y querer borrar el momento de sus memorias, prefería no hacer el esfuerzo de recordarlo. Todo lo que le importaba era haber conseguido llegar hasta Oykot sano, salvo y a tiempo.
Un vistazo a sus alrededores, a sus personas y a la vestimenta que portaban reveló un dato importante: Se encontraba en el sector pudiente de la ciudad, participes indirectos -y posiblemente directo en más de un caso- del problema en Oykot. La exacta razón por la que se encontraba en esa isla en primer lugar.
Su primera directiva: Obtener información. Aunque aún contaba con unos días hasta el inicio del ataque a la central, sería un grave error dar por sentado el éxito de la operación sin los apropiados movimientos previos. Concretamente, quería sacar la información que le fuera posible de los nativos. Habiendo recibido información de que el sector pudiente podría mostrarse receloso ante un total extraño haciendo demasiadas preguntas, una mejor apuesta sería precisamente la fuerza que quería dar un golpe bajo -seguido de otros cientos de golpes al mentón- a la clase alta: La clase obrera.
El tiempo apremiaba, y aunque en otro contexto habría ayudado al hombre que necesitaba una mano con las bolsas de la compra sin dudarlo dos veces, su mejor apuesta para obtener lo que buscaba -sin perder su tapadera en el proceso- era adentrarse en la zona este de la ciudad, rumbo a las zonas menos favorecidas con las que contaba Oykot.
Ya allí, una escena llamó su atención. Palabras malsonantes arrastraron la mirada del Lunarian hasta un grupo de individuos que superaban en número a un único anciano, quien parecía estar en el lado receptor de esa agradable y completamente civilizada conversación. Vaya que había sido rápido encontrar a ese arquetipo de personas... Esperaba estar haciendo lo correcto. Aunque para ser completamente honesto, incluso si no fuera el caso y no obtuviera nada de ello, estaba en sus instintos ayudar a los demás cuando la situación lo demandaba. Esto no podía ser una excepción.
Se acercó a las personas, deteniendo su caminar a unos cuantos pasos de ellos, y aclaró su garganta con fuerza en un intento de llamar la atención del colectivo -más de una vez si el volumen de sus insultos superaba el del revolucionario-, intentando que ahora la atención de la manada se dirigiera al chico de cabello extravagante.
— Caballero, siento meterme en medio, pero... Ciertamente, lo que sea que este hombre les hiciera no puede ser tan malo como para vaciarle tal sarta de insultos a todo pulmón, ¿o si?- Lo suyo era una metafórica arma de doble filo que pretendía conseguir dos cosas: La primera era intentar minimizar lo que sea que hubiera ocurrido, tal que obtendría una respuesta confiable -y posiblemente igual de visceral que con el hombre mayor- que le daría contexto de la situación. La segunda era la de alejar atención del hombre mayor, tal que pudiera tomar un pequeño respiro del asalto verbal que estaba recibiendo. Además, con la atención sobre él, podía permitirse pensar en una solución mas efectiva para desescalar la situación. — Estoy seguro que podemos hablarlo y llegar a algo, solo no atormenten al pobre. Con lo que le debe doler la espalda, seguro que ya tiene suficiente en el día a día. — Ojalá colara, o como mínimo no fueran tan violentos como eran agresivos.