Son Goku D. Namek
Dr. Goku
10-10-2024, 06:02 PM
La mirada de Goku estaba fija en Anissa. Sentía cómo la tensión se podía cortar con un cuchillo, el ambiente era casi asfixiante, pero eso sólo lo emocionaba más. Sabía que estaba listo para lo que venía, su cuerpo ya había acumulado suficiente energía, y como si fuese un resorte, se impulsó hacia el frente con un poderoso salto. Sus piernas temblaban ligeramente, no por miedo, sino por el temblor incesante que sacudía la sala del tesoro, como si todo estuviera a punto de colapsar. Sin embargo, nada de eso detendría al intrépido guerrero. Su objetivo era el collar que Anissa había robado del altar, debía llegar a sus manos, debía poseerlo, mi precioso.
Goku confiaba en su velocidad. Sabía que era más rápido que Anissa, lo suficiente como para arrebatarle ese tesoro y salir de ahí sin problemas, quizás incluso alcanzar a sus compañeros, reunirse con su amada Gretta, y al fin dejar atrás toda esta locura para vivir juntos, felices para siempre, casarse, tener unos hijos mono-porcinos, cosas así... Pero el destino, o tal vez el karma, no estaba dispuesto a concederle ese final tan fácil. Antes de que siquiera pudiera rozar el collar, un torrente violento de agua lo golpeó directamente, como un balde de agua fría en todo el cuerpo, lanzándolo por los aires como si fuera una simple hoja en medio de una tormenta.
El agua no sólo lo había golpeado, lo arrastraba con una fuerza que ni siquiera él podía resistir. Goku intentó mantenerse firme, luchando contra la corriente, pero entre el violento flujo y el temblor que sacudía el lugar, le fue imposible hacerse con su preciado botín. El collar, ese maldito collar, se le escapó de las manos antes de que pudiera alcanzarlo.
Las paredes de la sala parecían desmoronarse a su alrededor, mientras el tesoro entero comenzaba a hundirse bajo el agua. Todo estaba patas arriba, como si el mundo se hubiese invertido en un torbellino de caos. Goku, junto con todo lo que estaba dentro de la sala, fue expulsado al cielo, arrojado hacia las alturas por una fuerza sobrehumana. Pasó volando entre rocas y árboles, atravesando ramas que se rompían a su paso, como si el mismo volcán hubiera decidido escupir a sus intrusos.
En el aire, Goku se sintió libre de nuevo. Había algo irónico en todo esto, siempre acababa en el aire, como si la tierra no pudiera retenerlo por mucho tiempo. Sin nada que lo atase, flotaba en el cielo, lejos de toda preocupación mundana. Por un momento, cerró los ojos y sintió la brisa acariciar su rostro. Había algo hermoso en esa libertad momentánea. El cielo se extendía ante él, vasto e infinito, y por un instante, Goku se permitió disfrutar de esa sensación de paz.
De repente, divisó a lo lejos a sus compañeros. Era imposible no ver a Gretta, quien parecía cargada con una cantidad ridícula de oro. Goku, con su habitual despreocupación, les gritó desde las alturas - ¡CHICOS! ¡DESCUIDEN! ¡ESTA FORMA DE MORIR ES LA MÁS COMÚN! - les recordó, haciendo referencia a su primera caída ese mismo dia en una situación igualmente absurda. Volvió a reír para sí mismo - ¡RECUERDEN NADAR MUCHO! - agregó, como si estuviera dando un consejo trivial, recordando su propia experiencia con la muerte.
La noche era hermosa, la velada perfecta. Si había una buena forma de morir de nuevo, sin duda esta era una de ellas. Goku giró durante su travesía, contemplando la luna, las estrellas y el vasto cielo. Era placentero mientras ascendía impulsado por los vientos. Nada más importaba ya, sólo quería seguir flotando, disfrutando de esa extraña calma... estaba tan calmado que hasta soltó la ballesta, que quedó flotando unos metros más abajo - Mantengan la calma... la muerte es placentera... - murmuró, mientras su cuerpo alcanzaba el punto máximo de ascenso. Y, en un instante, la gravedad comenzó a atraerlo de nuevo.
Goku no entendía mucho de física, pero la gravedad le parecía fascinante. Sentía cómo sus órganos se reacomodaban, el vértigo que llegaba a él, cómo su oído medio jugaba con sus sentidos. Era una sensación de adrenalina pura, la anticipación del impacto, pero para alguien como Goku, el miedo a la muerte no era lo que lo inquietaba, tal vez sí el dolor. No quería volver a pasar por eso, pero la sensación previa al impacto siempre fue lo más placentero que había experimentado. El viento rugía entre su cabello, el único sonido que llegaba a sus oídos. Su corazón ya había dejado de latir hace rato, su piel erizada por el frío se sentía igual que si fuese de una gallina... y entonces su espalda impactó contra una roca.
Un golpe. Otro golpe. Más golpes. Goku rodaba colina abajo, chocando contra rocas, árboles y ramas. No había obstáculo que frenara su descenso, y cuanto más intentaba detenerse, más rebotaba entre los objetos. Parecía una escena cómica, como si fuera una pelota en un juego de pinball. Su cabeza rebotaba contra las ramas, su columna sufría el golpe de las rocas, su cuello se magullaba con las lianas. Cada choque dolía más que el anterior, hasta que, al fin, después de tanto rodar y golpear, terminó colgando de un árbol frutal. Solo unos segundos pasaron antes de que Goku viera su brazo derecho a unos metros de él en el suelo, junto a la ballesta que había robado de Anissa.
Miró hacia abajo y observó la rama que le atravesaba el abdomen - Parece... que esta vez sí la he liado... - se quejó, mientras intentaba mantener la sangre dentro de su cuerpo. Sin embargo, a medida que intentaba aferrarse a la vida, su cuerpo se fue aletargando más y más, hasta que su conciencia decayó hasta lo más mínimo, y, aunque lucho contra el pesar de sus ojos, estos terminaron por cerrarse al fin.
Los grillos resonaban en la distancia, los animales se alborotaron brevemente tras el estruendo, pero pronto la calma volvió a reinar. El canto de los grillos sólo fue acompañado por el sonido del mar a lo lejos y las cigarras que comenzaron a entonar su melodía nocturna. Unas luciérnagas iluminaron el cuerpo inerte de Goku, su luz revelando el estado del guerrero Z, la rama que aún atravesaba su torso, la sangre que goteaba lentamente, y el brazo separado de su cuerpo.
Un mapache curioso se acercó a él, tocando el brazo suelto con timidez, pero tras ver que no reaccionaba, se alejó rápidamente. Unas moscas y mosquitos comenzaron a rondar el cadáver del joven mientras el mapache, aún intrigado, se alejaba del brazo pero sin dejar de mirarlo. Un par de horas después, Goku volvió a recobrar algo de conciencia. Abrió los ojos ligeramente, observando al mapache que lo miraba, pero pronto sus ojos se cerraron de nuevo.
Pasaron unas horas más antes de que Goku pudiera abrir los ojos con más fuerza. El dolor era insoportable, pero algo en su cuerpo lo obligaba a seguir adelante. Sentía un leve remesón, y de repente, la rama que lo atravesaba se partió. Cayó al suelo, sostuvo su abdomen y, con un gruñido, sacó la rama de su cuerpo. Respiró profundamente, tendido en el suelo, y dijo - Aaah... tengo hambre... - mirando hacia unas bananas que colgaban justo sobre su cabeza. Con una energía que sólo él podía tener después de semejante caída, se levantó de nuevo, acomodó su brazo cercenado en su lugar y tomó la ballesta, reacomodo los huesos de su rodilla que se había dislocado, estiro su columna nuevamente y analizo la cantidad de huesos rotos que tenia. Rápidamente, sin mucho que pensar, se llenó de bananas y comenzó a correr por la isla mientras comía a destajo.
Cruzó la selva sin mayores problemas, comiendo lo que pudo en el camino, hasta que llegó a un risco de unos 40 metros de altura que daba al mar. Divisó a lo lejos el To'Shulo, donde se encontraba su barco. Entonces, comenzó a gritar al ver a su amada caminando por la playa, sintiendo la brisa del mar, bañándose con la luz de la luna - ¡GRETTA! ¡GRETTA! ¿Dónde está Gretta? ¡DIOS, ODIO LAS RELACIONES A DISTANCIA! —vociferó, mientras un grupo de mapaches y unos monos lo seguían de cerca - Amigos, voy a contar hasta tres, y ustedes me empujan en el dos, ¿vale? Pero no me avisen - les dijo, mientras los animales lo observaban sin saber qué hacer. Goku se acercó al borde - ¡Uno... dos... GRETTAAAA! - gritó mientras saltaba desde el risco, cayendo de frente y rebotando al caer de bruces sobre la arena.
Mi gordita salerosa, eres mi mundo entero... - le dijo a su amada mientras se acercaba, con una sonrisa en el rostro, dispuesto a vivir el siguiente capítulo de su aventura.
Goku confiaba en su velocidad. Sabía que era más rápido que Anissa, lo suficiente como para arrebatarle ese tesoro y salir de ahí sin problemas, quizás incluso alcanzar a sus compañeros, reunirse con su amada Gretta, y al fin dejar atrás toda esta locura para vivir juntos, felices para siempre, casarse, tener unos hijos mono-porcinos, cosas así... Pero el destino, o tal vez el karma, no estaba dispuesto a concederle ese final tan fácil. Antes de que siquiera pudiera rozar el collar, un torrente violento de agua lo golpeó directamente, como un balde de agua fría en todo el cuerpo, lanzándolo por los aires como si fuera una simple hoja en medio de una tormenta.
El agua no sólo lo había golpeado, lo arrastraba con una fuerza que ni siquiera él podía resistir. Goku intentó mantenerse firme, luchando contra la corriente, pero entre el violento flujo y el temblor que sacudía el lugar, le fue imposible hacerse con su preciado botín. El collar, ese maldito collar, se le escapó de las manos antes de que pudiera alcanzarlo.
Las paredes de la sala parecían desmoronarse a su alrededor, mientras el tesoro entero comenzaba a hundirse bajo el agua. Todo estaba patas arriba, como si el mundo se hubiese invertido en un torbellino de caos. Goku, junto con todo lo que estaba dentro de la sala, fue expulsado al cielo, arrojado hacia las alturas por una fuerza sobrehumana. Pasó volando entre rocas y árboles, atravesando ramas que se rompían a su paso, como si el mismo volcán hubiera decidido escupir a sus intrusos.
En el aire, Goku se sintió libre de nuevo. Había algo irónico en todo esto, siempre acababa en el aire, como si la tierra no pudiera retenerlo por mucho tiempo. Sin nada que lo atase, flotaba en el cielo, lejos de toda preocupación mundana. Por un momento, cerró los ojos y sintió la brisa acariciar su rostro. Había algo hermoso en esa libertad momentánea. El cielo se extendía ante él, vasto e infinito, y por un instante, Goku se permitió disfrutar de esa sensación de paz.
De repente, divisó a lo lejos a sus compañeros. Era imposible no ver a Gretta, quien parecía cargada con una cantidad ridícula de oro. Goku, con su habitual despreocupación, les gritó desde las alturas - ¡CHICOS! ¡DESCUIDEN! ¡ESTA FORMA DE MORIR ES LA MÁS COMÚN! - les recordó, haciendo referencia a su primera caída ese mismo dia en una situación igualmente absurda. Volvió a reír para sí mismo - ¡RECUERDEN NADAR MUCHO! - agregó, como si estuviera dando un consejo trivial, recordando su propia experiencia con la muerte.
La noche era hermosa, la velada perfecta. Si había una buena forma de morir de nuevo, sin duda esta era una de ellas. Goku giró durante su travesía, contemplando la luna, las estrellas y el vasto cielo. Era placentero mientras ascendía impulsado por los vientos. Nada más importaba ya, sólo quería seguir flotando, disfrutando de esa extraña calma... estaba tan calmado que hasta soltó la ballesta, que quedó flotando unos metros más abajo - Mantengan la calma... la muerte es placentera... - murmuró, mientras su cuerpo alcanzaba el punto máximo de ascenso. Y, en un instante, la gravedad comenzó a atraerlo de nuevo.
Goku no entendía mucho de física, pero la gravedad le parecía fascinante. Sentía cómo sus órganos se reacomodaban, el vértigo que llegaba a él, cómo su oído medio jugaba con sus sentidos. Era una sensación de adrenalina pura, la anticipación del impacto, pero para alguien como Goku, el miedo a la muerte no era lo que lo inquietaba, tal vez sí el dolor. No quería volver a pasar por eso, pero la sensación previa al impacto siempre fue lo más placentero que había experimentado. El viento rugía entre su cabello, el único sonido que llegaba a sus oídos. Su corazón ya había dejado de latir hace rato, su piel erizada por el frío se sentía igual que si fuese de una gallina... y entonces su espalda impactó contra una roca.
Un golpe. Otro golpe. Más golpes. Goku rodaba colina abajo, chocando contra rocas, árboles y ramas. No había obstáculo que frenara su descenso, y cuanto más intentaba detenerse, más rebotaba entre los objetos. Parecía una escena cómica, como si fuera una pelota en un juego de pinball. Su cabeza rebotaba contra las ramas, su columna sufría el golpe de las rocas, su cuello se magullaba con las lianas. Cada choque dolía más que el anterior, hasta que, al fin, después de tanto rodar y golpear, terminó colgando de un árbol frutal. Solo unos segundos pasaron antes de que Goku viera su brazo derecho a unos metros de él en el suelo, junto a la ballesta que había robado de Anissa.
Miró hacia abajo y observó la rama que le atravesaba el abdomen - Parece... que esta vez sí la he liado... - se quejó, mientras intentaba mantener la sangre dentro de su cuerpo. Sin embargo, a medida que intentaba aferrarse a la vida, su cuerpo se fue aletargando más y más, hasta que su conciencia decayó hasta lo más mínimo, y, aunque lucho contra el pesar de sus ojos, estos terminaron por cerrarse al fin.
Los grillos resonaban en la distancia, los animales se alborotaron brevemente tras el estruendo, pero pronto la calma volvió a reinar. El canto de los grillos sólo fue acompañado por el sonido del mar a lo lejos y las cigarras que comenzaron a entonar su melodía nocturna. Unas luciérnagas iluminaron el cuerpo inerte de Goku, su luz revelando el estado del guerrero Z, la rama que aún atravesaba su torso, la sangre que goteaba lentamente, y el brazo separado de su cuerpo.
Un mapache curioso se acercó a él, tocando el brazo suelto con timidez, pero tras ver que no reaccionaba, se alejó rápidamente. Unas moscas y mosquitos comenzaron a rondar el cadáver del joven mientras el mapache, aún intrigado, se alejaba del brazo pero sin dejar de mirarlo. Un par de horas después, Goku volvió a recobrar algo de conciencia. Abrió los ojos ligeramente, observando al mapache que lo miraba, pero pronto sus ojos se cerraron de nuevo.
Pasaron unas horas más antes de que Goku pudiera abrir los ojos con más fuerza. El dolor era insoportable, pero algo en su cuerpo lo obligaba a seguir adelante. Sentía un leve remesón, y de repente, la rama que lo atravesaba se partió. Cayó al suelo, sostuvo su abdomen y, con un gruñido, sacó la rama de su cuerpo. Respiró profundamente, tendido en el suelo, y dijo - Aaah... tengo hambre... - mirando hacia unas bananas que colgaban justo sobre su cabeza. Con una energía que sólo él podía tener después de semejante caída, se levantó de nuevo, acomodó su brazo cercenado en su lugar y tomó la ballesta, reacomodo los huesos de su rodilla que se había dislocado, estiro su columna nuevamente y analizo la cantidad de huesos rotos que tenia. Rápidamente, sin mucho que pensar, se llenó de bananas y comenzó a correr por la isla mientras comía a destajo.
Cruzó la selva sin mayores problemas, comiendo lo que pudo en el camino, hasta que llegó a un risco de unos 40 metros de altura que daba al mar. Divisó a lo lejos el To'Shulo, donde se encontraba su barco. Entonces, comenzó a gritar al ver a su amada caminando por la playa, sintiendo la brisa del mar, bañándose con la luz de la luna - ¡GRETTA! ¡GRETTA! ¿Dónde está Gretta? ¡DIOS, ODIO LAS RELACIONES A DISTANCIA! —vociferó, mientras un grupo de mapaches y unos monos lo seguían de cerca - Amigos, voy a contar hasta tres, y ustedes me empujan en el dos, ¿vale? Pero no me avisen - les dijo, mientras los animales lo observaban sin saber qué hacer. Goku se acercó al borde - ¡Uno... dos... GRETTAAAA! - gritó mientras saltaba desde el risco, cayendo de frente y rebotando al caer de bruces sobre la arena.
Mi gordita salerosa, eres mi mundo entero... - le dijo a su amada mientras se acercaba, con una sonrisa en el rostro, dispuesto a vivir el siguiente capítulo de su aventura.