Nada tenía sentido en aquel lugar. No. Nada tenía sentido en aquella maldita isla. Nuestros aceros chocaron y liberaron un agudo sonido que rebotó en las paredes envejecidas, reverberando y casi causando que al agitación de las llamas fuese ligeramente a más. Pero no, todo una impresión fruto de lo tenso del momento. Lo que sí era real como la vida misma era cómo las malas condiciones, la locura o a saber qué había castigado las facciones de la misteriosa mujer.
Sus ojos, vacíos y poseídos en primera instancia por un espíritu aparentemente viejo e ido, fueron súbitamente ocupados por un alma joven, pero igualmente sufridora. Se la veía desorientada, en cierto modo perdida y confundida, pero no parecía que hubiese en ella intención de hacerme daño... al menos no en ese momento. Era como si hasta ese preciso instante hubiese estado moviéndose sin nadie a los mandos, pero la conductora acabase de despertarse y hubiese tomado las riendas de la situación. Sólo quedaba esperar que no se quedase dormida al volante.
Mientras mis pensamientos pasaban por mi mente a toda velocidad, la voz de mando a través del Den Den Mushi me instaba a volver fuese como fuese. Sí, lo haría, pero si en ese momento me daba la vuelta corría el riesgo de ser atravesado por la espalda. No, debía resolver la situación allí y luego incorporarme a la defensa del pueblo. Sólo de pensar en la cantidad de cosas que me quedaban por hacer me abrumaba la pereza, pero no tenía otra alternativa.
Fuera como fuese, la conexión se cortó en una señal poco esperanzadora de que algo no iba bien al otro lado de la línea. Tampoco tenía tiempo de intentar retomarla, ya que, aunque la mujer no pareciese dispuesta a atacarme, la otra puerta que conducía a la estancia se había abierto y dos nuevos enemigos habían hecho acto de presencia. Uno de ellos se abalanzó sobre la mujer —que ya había dejado más que claro que era perfectamente capaz de defenderse por sí misma—, mientras que el otro me seleccionó como su objetivo.
Vale que en aquellos momentos no fuese el centro de su atención, pero hasta hacía unos instantes la joven había estado intentando acabar con mi vida. Fue por ello que, aunque decidí combatir contra un enemigo común, opté por no hacerlo codo con codo y, antes de abalanzarme sobre mi rival, di algunos pasos rápidos con los que interponer distancia entre mi enfrentamiento y el que sucedía junto a mí.
Para cuando alcancé la posición ya había posicionado firmemente mis pies en el suelo, llevado ambas manos a la empuñadura de mi naginata y colocado el filo de ésta hacia atrás, a la altura de mi cadera. Allí, en una posición que recordaba a la que tendría un samurái a punto de desenvainar su espada —pero salvando las evidentes diferencias—, esperé el momento indicado para realizar mi siguiente movimiento. No tardó en llegar, ya que el tipo se disponía a abalanzarse sobre mí a toda velocidad.
Mi naginata trazó un violento corte ascendente en dirección al enemigo. Iba con toda la violencia que me sentía capaz de imprimirle en ese momento y, justo después, en cuanto llegó al punto más alto de su recorrido, ejecuté un sutil gesto de muñeca que dio un giro de ciento ochenta grados al filo de mi arma. Acto seguido, el descenso con el que prometía volver a su posición inicial —dañando en el proceso a mi enemigo, claro— inició.
-7 por Choque
-15 Control total | -25 Desenfunde rápido | -37 División de la montaña | +8 Recuperación por turno
Sus ojos, vacíos y poseídos en primera instancia por un espíritu aparentemente viejo e ido, fueron súbitamente ocupados por un alma joven, pero igualmente sufridora. Se la veía desorientada, en cierto modo perdida y confundida, pero no parecía que hubiese en ella intención de hacerme daño... al menos no en ese momento. Era como si hasta ese preciso instante hubiese estado moviéndose sin nadie a los mandos, pero la conductora acabase de despertarse y hubiese tomado las riendas de la situación. Sólo quedaba esperar que no se quedase dormida al volante.
Mientras mis pensamientos pasaban por mi mente a toda velocidad, la voz de mando a través del Den Den Mushi me instaba a volver fuese como fuese. Sí, lo haría, pero si en ese momento me daba la vuelta corría el riesgo de ser atravesado por la espalda. No, debía resolver la situación allí y luego incorporarme a la defensa del pueblo. Sólo de pensar en la cantidad de cosas que me quedaban por hacer me abrumaba la pereza, pero no tenía otra alternativa.
Fuera como fuese, la conexión se cortó en una señal poco esperanzadora de que algo no iba bien al otro lado de la línea. Tampoco tenía tiempo de intentar retomarla, ya que, aunque la mujer no pareciese dispuesta a atacarme, la otra puerta que conducía a la estancia se había abierto y dos nuevos enemigos habían hecho acto de presencia. Uno de ellos se abalanzó sobre la mujer —que ya había dejado más que claro que era perfectamente capaz de defenderse por sí misma—, mientras que el otro me seleccionó como su objetivo.
Vale que en aquellos momentos no fuese el centro de su atención, pero hasta hacía unos instantes la joven había estado intentando acabar con mi vida. Fue por ello que, aunque decidí combatir contra un enemigo común, opté por no hacerlo codo con codo y, antes de abalanzarme sobre mi rival, di algunos pasos rápidos con los que interponer distancia entre mi enfrentamiento y el que sucedía junto a mí.
Para cuando alcancé la posición ya había posicionado firmemente mis pies en el suelo, llevado ambas manos a la empuñadura de mi naginata y colocado el filo de ésta hacia atrás, a la altura de mi cadera. Allí, en una posición que recordaba a la que tendría un samurái a punto de desenvainar su espada —pero salvando las evidentes diferencias—, esperé el momento indicado para realizar mi siguiente movimiento. No tardó en llegar, ya que el tipo se disponía a abalanzarse sobre mí a toda velocidad.
Mi naginata trazó un violento corte ascendente en dirección al enemigo. Iba con toda la violencia que me sentía capaz de imprimirle en ese momento y, justo después, en cuanto llegó al punto más alto de su recorrido, ejecuté un sutil gesto de muñeca que dio un giro de ciento ochenta grados al filo de mi arma. Acto seguido, el descenso con el que prometía volver a su posición inicial —dañando en el proceso a mi enemigo, claro— inició.
SAM301
SAMURAI
Utilidad Activa
Tier 3
No Aprendida
36
1
Tomando la empuñadura de su arma sin desenfundar o posicionando en la misma pose aunque este desenfundada. El usuario tomará una postura muy habitual para iniciar un duelo de espadachines para concentrar sus fuerzas en un primer movimiento ofensivo, ya sea un básico o una tecnica, junto al veloz desenfunde del arma obteniendo un incremento de [Destreza] y de daño a una ofensiva que se ejecute junto a esta postura.
+5 [Destreza] y +25 de [Daño]
BER301
BERSERKER
Ofensiva Activa
Tier 3
No Aprendida
36
2
Esta técnica se puede ejecutar tanto con un movimiento ascendente como con uno descendente del usuario con un arma en la mano. Buscando trazar un primer golpe certero que causara una [Hemorragia Leve]. Y sentenciando con un inmediato cambio de trayectoria por el mismo camino que recorrió el primer tajo, pero a la inversa buscando causar una herida fatal, en caso de conectar ambos golpes, el efecto será la [Hemorragia Media]. Siendo el segundo golpe un Golpe Básico adicional al limite de básicos por turno.
Golpe Basico + [FUEx2,5] de [Daño cortante]
-7 por Choque
-15 Control total | -25 Desenfunde rápido | -37 División de la montaña | +8 Recuperación por turno