Takahiro
La saeta verde
10-10-2024, 07:30 PM
El sutil hedor a pescado fresco te acompañó durante tu salida de la zona más adinerada de la isla. Podías contemplar cómo, mientras te marchabas, algunas personas te miraban con cierta superioridad, mientras que otras personas, simplemente, les daba igual tu presencia. En fin… Burgueses. Nada más adentrarte en la zona más humilde, el olor a pescado no se había marchado, pero la gente te observaba por otra razón: habías osado mediar en un conflicto con personas de aspecto chabacano.
—No te metas donde no te llaman —te dice uno de ellos. Tiene un aspecto bastante intimidante. Es calvo, de un metro ochenta de altura más o menos, de ojos azules que llaman tu atención por lo bonitos que son y una prominente barba. Va vestido con un pantalón vaquero, unas sandalias y una camiseta de tirantas. A su espalda tiene un palo de madera—. Este anciano nos debe dinero.
—¡Hubierais pintado mejor mi casa! —bramó el anciano, con una voz grave y prominente, tan profunda como la de un locutor de radio. El anciano era de baja estatura, en torno al metro sesenta, pero por el tamaño de sus manos y los callos de la misma puedes notar que había sido un hombre fuerte, cuya primavera de la juventud había terminado y se encontraba en el ocaso del verano de su madurez.
—¿Cómo pretendes que pintemos la fachada de tu casa sin los materiales suficientes, viejo loco? —intervino otro de los hombres, también grandote. Vestido con un vaquero oscuro, una camiseta negra y un gorro que le tapaba el cabello. A su lado hay otro muchacho, pero no dice nada. Tiene malicia en la mirada. —. Maldito carcamal de mierda. Es que, ¿lo ves normal? —te pregunta el hombre—. Le pintamos la casa con un simple cubo de pintura, tuvimos que poner otro de nuestro almacén y va el viejo y no nos paga.
—Ni pienso hacerlo —salta a decir, tajante—. En mi época hacíamos más con menos. Vagos, maleantes..., ¡SIN VERGÜENZAS!
—Serás hijo de… —alzó la mano el primero que había hablado, cerrando el puño y haciendo un ademán extraño. Sin embargo, se golpea en la calva con la palma de la mano—. Pues hasta que nos pagues no vas a irte de aquí.
Al parecer es un conflicto económico. Quizás podrías mediar entre ellos e intentar que lleguen a un acuerdo, o tal vez prefieras continuar buscando a alguien para conseguir información. Observas que el palo que tiene el hombre es un rodillo de pintura, mientras que los otros dos si parecen tener armas. El del gorro tiene una especie de látigo extraño, mientras que el joven de mirada maliciosa asoma un cuchillo militar bastante grueso.
¿Qué harás joven revolucionario?
—No te metas donde no te llaman —te dice uno de ellos. Tiene un aspecto bastante intimidante. Es calvo, de un metro ochenta de altura más o menos, de ojos azules que llaman tu atención por lo bonitos que son y una prominente barba. Va vestido con un pantalón vaquero, unas sandalias y una camiseta de tirantas. A su espalda tiene un palo de madera—. Este anciano nos debe dinero.
—¡Hubierais pintado mejor mi casa! —bramó el anciano, con una voz grave y prominente, tan profunda como la de un locutor de radio. El anciano era de baja estatura, en torno al metro sesenta, pero por el tamaño de sus manos y los callos de la misma puedes notar que había sido un hombre fuerte, cuya primavera de la juventud había terminado y se encontraba en el ocaso del verano de su madurez.
—¿Cómo pretendes que pintemos la fachada de tu casa sin los materiales suficientes, viejo loco? —intervino otro de los hombres, también grandote. Vestido con un vaquero oscuro, una camiseta negra y un gorro que le tapaba el cabello. A su lado hay otro muchacho, pero no dice nada. Tiene malicia en la mirada. —. Maldito carcamal de mierda. Es que, ¿lo ves normal? —te pregunta el hombre—. Le pintamos la casa con un simple cubo de pintura, tuvimos que poner otro de nuestro almacén y va el viejo y no nos paga.
—Ni pienso hacerlo —salta a decir, tajante—. En mi época hacíamos más con menos. Vagos, maleantes..., ¡SIN VERGÜENZAS!
—Serás hijo de… —alzó la mano el primero que había hablado, cerrando el puño y haciendo un ademán extraño. Sin embargo, se golpea en la calva con la palma de la mano—. Pues hasta que nos pagues no vas a irte de aquí.
Al parecer es un conflicto económico. Quizás podrías mediar entre ellos e intentar que lleguen a un acuerdo, o tal vez prefieras continuar buscando a alguien para conseguir información. Observas que el palo que tiene el hombre es un rodillo de pintura, mientras que los otros dos si parecen tener armas. El del gorro tiene una especie de látigo extraño, mientras que el joven de mirada maliciosa asoma un cuchillo militar bastante grueso.
¿Qué harás joven revolucionario?