Silver D. Syxel
-
10-10-2024, 11:57 PM
Las muñecas de los dos bandidos comenzaron a arder al contacto con las manos de King. El calor se intensificó rápidamente, y los gritos de dolor se les escaparon mientras intentaban, en vano, soltarse del agarre del mink conejo. La piel enrojecida pronto comenzó a ampollarse y a quemarse, liberando un hedor a carne chamuscada que se mezclaba con el aire viciado del Bosque Salauce. Los bandidos forcejeaban con desesperación, pero su destino ya estaba sellado. Antes de que pudieran continuar con sus alaridos, una sombra veloz se deslizó entre ellos.
Tenka, invisible y sigiloso, aprovechó el caos. Con una precisión letal, su espada cortó el aire, deslizándose por las gargantas de los dos hombres, terminando con ellos de inmediato. Los cuerpos cayeron al suelo con un golpe sordo, y la sangre brotó de sus heridas. El zorro no perdió tiempo y desapareció de nuevo entre las sombras, como si nunca hubiera estado allí.
King soltó los cuerpos inertes de los bandidos, observándolos caer a sus pies, mientras el tercer bandido, que aún seguía vivo, se encogía de terror en el suelo. El miedo lo había paralizado por completo, empapado en sudor y temblando como una hoja en medio de la tormenta. Su mirada estaba perdida, incapaz de procesar lo que acababa de presenciar.
Con los dos bandidos eliminados y uno aún vivo, el grupo se enfrentaba a una decisión importante. Tenka, con la ventaja de su invisibilidad, se adelantó para espiar el campamento enemigo y recopilar información crucial. Sin mediar palabra, el zorro se deslizó en la espesura del bosque, dejando a King y Alexander con la tarea de decidir qué hacer con los cadáveres y el prisionero aterrorizado. Podían intentar ocultar los cuerpos para evitar que el resto de los bandidos los encontrara demasiado pronto, o dejarlos allí, pero cada decisión implicaba un riesgo. El tiempo no estaba de su lado.
Mientras tanto, Tenka avanzaba en completo silencio hacia el campamento enemigo. A cada paso, su forma invisible lo hacía uno con el entorno. El sonido de las ramas quebrándose bajo sus pies era apenas perceptible, ahogado por el crepitar de una fogata que se alzaba en el centro del campamento. A la luz de las llamas, Tenka divisó a varios bandidos, relajados y despreocupados, riendo mientras compartían bebidas y bromas. Estaban completamente ajenos al peligro que se cernía sobre ellos.
Más allá, en una tienda improvisada, Tenka distinguió a una joven prisionera. Estaba sucia y atada, con el rostro pálido y una expresión de desesperanza en sus ojos. Dos guardias vigilaban la entrada, pero parecían más ocupados en charlar entre ellos que en cumplir con su tarea de manera efectiva. Sin embargo, algo más llamó la atención de Tenka. El campamento estaba más poblado de lo que esperaban. Contó al menos media docena de bandidos, algunos bien armados, mientras que otros parecían simples matones sin mucha habilidad para el combate. No obstante, el número total de enemigos presentaba un reto.
El mink zorro había recopilado la información necesaria, pero ahora debía decidir su próximo movimiento. ¿Regresaría para informar a sus compañeros o continuaría explorando en busca de más detalles? El campamento estaba tranquilo, pero cualquier decisión equivocada podría volverse en su contra.
Tenka, invisible y sigiloso, aprovechó el caos. Con una precisión letal, su espada cortó el aire, deslizándose por las gargantas de los dos hombres, terminando con ellos de inmediato. Los cuerpos cayeron al suelo con un golpe sordo, y la sangre brotó de sus heridas. El zorro no perdió tiempo y desapareció de nuevo entre las sombras, como si nunca hubiera estado allí.
King soltó los cuerpos inertes de los bandidos, observándolos caer a sus pies, mientras el tercer bandido, que aún seguía vivo, se encogía de terror en el suelo. El miedo lo había paralizado por completo, empapado en sudor y temblando como una hoja en medio de la tormenta. Su mirada estaba perdida, incapaz de procesar lo que acababa de presenciar.
Con los dos bandidos eliminados y uno aún vivo, el grupo se enfrentaba a una decisión importante. Tenka, con la ventaja de su invisibilidad, se adelantó para espiar el campamento enemigo y recopilar información crucial. Sin mediar palabra, el zorro se deslizó en la espesura del bosque, dejando a King y Alexander con la tarea de decidir qué hacer con los cadáveres y el prisionero aterrorizado. Podían intentar ocultar los cuerpos para evitar que el resto de los bandidos los encontrara demasiado pronto, o dejarlos allí, pero cada decisión implicaba un riesgo. El tiempo no estaba de su lado.
Mientras tanto, Tenka avanzaba en completo silencio hacia el campamento enemigo. A cada paso, su forma invisible lo hacía uno con el entorno. El sonido de las ramas quebrándose bajo sus pies era apenas perceptible, ahogado por el crepitar de una fogata que se alzaba en el centro del campamento. A la luz de las llamas, Tenka divisó a varios bandidos, relajados y despreocupados, riendo mientras compartían bebidas y bromas. Estaban completamente ajenos al peligro que se cernía sobre ellos.
Más allá, en una tienda improvisada, Tenka distinguió a una joven prisionera. Estaba sucia y atada, con el rostro pálido y una expresión de desesperanza en sus ojos. Dos guardias vigilaban la entrada, pero parecían más ocupados en charlar entre ellos que en cumplir con su tarea de manera efectiva. Sin embargo, algo más llamó la atención de Tenka. El campamento estaba más poblado de lo que esperaban. Contó al menos media docena de bandidos, algunos bien armados, mientras que otros parecían simples matones sin mucha habilidad para el combate. No obstante, el número total de enemigos presentaba un reto.
El mink zorro había recopilado la información necesaria, pero ahora debía decidir su próximo movimiento. ¿Regresaría para informar a sus compañeros o continuaría explorando en busca de más detalles? El campamento estaba tranquilo, pero cualquier decisión equivocada podría volverse en su contra.