Sowon
Luna Sangrienta
11-10-2024, 01:46 AM
La mujer tan solo abrió sus ojos, el sujeto era peculiar, no todos los humanos se ofrecían como comida como primer reacción. Y es que el primer pensamiento que se le vino a la mente al escuchar la palabra "exquisito" fue el de la carne ahumada, negó suavemente con la cabeza mientras volvía a mirar de arriba a abajo al sujeto. Parecía algo más alto que la media de ese pueblo, a lo mejor por ese motivo había destacado en su andar de entre las multitudes, aunque claro no era nada a comparación de la mujer que le triplicaba en tamaño y ahora se cruzaba de brazos masticando la respuesta a la primera cuestión.
—Bueno en lo que a mí respecta no sabrías mejor que otra carne, la carne humana es similar a la vacuna... depende de otros factores puede ser incluso más deliciosa. Aunque es la primera vez que un humano disfruta consumir su propia carne y la publicita de tal manera. Supongo que cada quien tiene sus gustos, me caes bien, alguien con tanto valor para cortarse a sí mismo no puede ser malo...—
Comentó con un aire desinteresado, casi como si estuviera dudando de que aquel humano compartiese ciertos rasgos alimenticios provenientes de una cultura Oni alejada de ese pueblo. Por lo que había aprendido algunos humanos detestaban que se hable del consumo de la propia estirpe, para otros era un deseo prohibido y otros lo empleaban en un momento de necesidad que luego escondían por vergüenza. El hombre siguió hablando, el contraste era evidente, su voz y manierismos eran delicados a diferencia de la rubia cuya única muestra de delicadeza era no sacudir su cabeza para no molestar al gato que dormía entre sus cuernos.
—No creo que vendan carne humana ni sangre en esa taberna, pero si quieres una cerveza bien helada no conozco mejor lugar aunque es algo apretado para mi gusto. ¿Gallos fugados? Diría que puedo encargarme, pero si quieres divertirte un poco no me molesta que me sigas. Aunque no estoy ciega plumitas, solo que todas las hormigas se ven parecidas desde la cima.—
Bromeó con una estruendosa risa, el chico había esquivado por poco la bala, su humor era bastante cambiante y pese a que en ese instante respondió con un chiste en otro momento podía responder con un simple corte de su espada. Señaló el camino al norte con su pulgar, un camino que quedaba justo a sus espaldas, no era un camino asfaltado e incluso podían verse algunos charcos sin secar. No llegaba a ser un lodazal pero tampoco era el paraíso para los bichos de ciudad.
—Siguiendo este camino se llega a la granja del aviso, según me comentaron se escaparon la noche de la tormenta y hasta entonces no regresaron. La marina tiene cosas más importantes y pagan bien por criatura, unos trescientos por los machos y el doble si son hembras. No tengo idea como distinguirlos, para mi son iguales y ponen huevos supongo. Pero es mas sencillo que encontrar un ladrón y cobrar su cabeza. Y antes de que los intentes detener por la fuerza, los quieren vivos.—
Se arremangó el kimono mostrando sus brazos, una muestra de que su altura no era lo único grande, iniciando su travesía a lo largo y ancho del camino. Si había algún gallo por ahí solo deberían atraparlo, además ella tenía buena mano con los animales y quizás mucho mejor que con las personas, a veces no pagaban dinero por llevar solo la cabeza y lo peor era cuando le obligaban a mantenerlos vivos. Eran tan frágiles que incluso cortando con suavidad podían llegar muertos, todo un fastidio.
—Bueno en lo que a mí respecta no sabrías mejor que otra carne, la carne humana es similar a la vacuna... depende de otros factores puede ser incluso más deliciosa. Aunque es la primera vez que un humano disfruta consumir su propia carne y la publicita de tal manera. Supongo que cada quien tiene sus gustos, me caes bien, alguien con tanto valor para cortarse a sí mismo no puede ser malo...—
Comentó con un aire desinteresado, casi como si estuviera dudando de que aquel humano compartiese ciertos rasgos alimenticios provenientes de una cultura Oni alejada de ese pueblo. Por lo que había aprendido algunos humanos detestaban que se hable del consumo de la propia estirpe, para otros era un deseo prohibido y otros lo empleaban en un momento de necesidad que luego escondían por vergüenza. El hombre siguió hablando, el contraste era evidente, su voz y manierismos eran delicados a diferencia de la rubia cuya única muestra de delicadeza era no sacudir su cabeza para no molestar al gato que dormía entre sus cuernos.
—No creo que vendan carne humana ni sangre en esa taberna, pero si quieres una cerveza bien helada no conozco mejor lugar aunque es algo apretado para mi gusto. ¿Gallos fugados? Diría que puedo encargarme, pero si quieres divertirte un poco no me molesta que me sigas. Aunque no estoy ciega plumitas, solo que todas las hormigas se ven parecidas desde la cima.—
Bromeó con una estruendosa risa, el chico había esquivado por poco la bala, su humor era bastante cambiante y pese a que en ese instante respondió con un chiste en otro momento podía responder con un simple corte de su espada. Señaló el camino al norte con su pulgar, un camino que quedaba justo a sus espaldas, no era un camino asfaltado e incluso podían verse algunos charcos sin secar. No llegaba a ser un lodazal pero tampoco era el paraíso para los bichos de ciudad.
—Siguiendo este camino se llega a la granja del aviso, según me comentaron se escaparon la noche de la tormenta y hasta entonces no regresaron. La marina tiene cosas más importantes y pagan bien por criatura, unos trescientos por los machos y el doble si son hembras. No tengo idea como distinguirlos, para mi son iguales y ponen huevos supongo. Pero es mas sencillo que encontrar un ladrón y cobrar su cabeza. Y antes de que los intentes detener por la fuerza, los quieren vivos.—
Se arremangó el kimono mostrando sus brazos, una muestra de que su altura no era lo único grande, iniciando su travesía a lo largo y ancho del camino. Si había algún gallo por ahí solo deberían atraparlo, además ella tenía buena mano con los animales y quizás mucho mejor que con las personas, a veces no pagaban dinero por llevar solo la cabeza y lo peor era cuando le obligaban a mantenerlos vivos. Eran tan frágiles que incluso cortando con suavidad podían llegar muertos, todo un fastidio.