Lance Turner
Shirogami
11-10-2024, 08:24 AM
(Última modificación: 11-10-2024, 08:26 AM por Lance Turner.)
El caos en la sala no había hecho más que crecer. A cada segundo que pasaba, los temblores aumentaban y el sonido del agua, que comenzaba a llenar la sala, era ensordecedor. Sabía que estábamos en una gran trampa, y debíamos hacer algo deprisa si no queríamos morir allí. Desde luego, no imaginaba que el suelo comenzaría a romperse, y menos aún, que poco después seríamos lanzados a los cielos por una fuerza que ni siquiera había previsto. Mientras sentía cómo el agua nos arrastraba, mi mente trataba de procesar dónde nos encontrábamos todos cuando esto empezó.
Suzuka se encontraba alejada de nosotros, como siempre distraída, pero aún así, confiaba en que la encontraríamos y la mantendría a salvo. Mi preocupación era notable, pero el caos en la sala no dejaba margen para errores ni distracciones. No había tiempo que perder, y cada uno de mis compañeros debía encontrar la manera de salir con vida. Los tesoros, por más valiosos que fueran, no valían nada si perdíamos a alguien en el proceso.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando sentí el tirón de Juuken a mi lado. Aunque no logró sujetarse por completo, pude notar su desesperación. No era común verlo así, y el solo hecho de que él, con su entereza habitual, estuviera tan preocupado, me hizo sentir la urgencia de la situación aún más intensamente. La cantidad de agua que nos estaba elevando era alarmante, y Juuken, sin duda, no estaba en condiciones de enfrentarse a una caída así.
Miré a mi alrededor, asegurándome de que Gretta, Shiro y Qazan estuvieran al tanto de lo que estaba ocurriendo. El suelo bajo nosotros se había resquebrajado, y estábamos a merced de las fuerzas que nos rodeaban.
- ¡¡Qazan!! ¿Puedes hacer algo en esta situación? - Pregunté desesperado a sabiendas que sus habilidades quizá podría ayudarnos. Pero probablemente, no lograría escucharme en ese caos.
Cuando finalmente fuimos lanzados por el torrente hacia arriba, sentí la presión del agua impactando contra mi cuerpo, empapándome de pies a cabeza. La velocidad del ascenso era vertiginosa, y las ramas y plantas que nos rodeaban apenas lograban amortiguar los golpes que nos propinaba la corriente. Intenté mantener la compostura, tratando de observar qué ocurría a mi alrededor.
Mientras ascendíamos, las paredes parecían contar la historia de alguna civilización perdida. Era una vista fascinante, y a pesar de todo, no pude evitar sentir una mezcla de asombro y respeto por quienes habrían construido ese lugar. Sin embargo, no había tiempo para admirar las maravillas del pasado. La situación seguía y sabíamos que, tarde o temprano, seríamos expulsados de ese infierno subterráneo.
Finalmente, la luz de la luna se hizo visible a través del techo, y su resplandor me recordó cuán lejos estábamos de todo lo familiar. El chorro de agua que nos lanzó al exterior fue el golpe final en una serie de eventos que parecían no tener fin. Sentí cómo mi cuerpo volaba en el aire, descontrolado, como si fuera una simple marioneta. El contacto con las ramas, las rocas y finalmente el suelo fue devastador, más por sentirme impotente, que por el propio daño. Había experimentado peores caídas en el pasado, no era ese el problema. No obstante, eso no quitaba que aquel dolor era innegable. Golpe tras golpe, mi cuerpo rodaba por la ladera de la montaña, y en algún momento perdí la cuenta de cuántas veces mi cabeza había impactado contra el suelo y la piedra.
Cuando por fin me detuve, jadeando por el esfuerzo y el dolor, me di cuenta de que la situación era peor de lo que había imaginado. La montaña había escupido a todos en direcciones diferentes, y no tenía idea de dónde estaban mis compañeros. Mientras intentaba ponerme en pie, apoyándome en un tronco cercano, noté cómo la luna iluminaba el área. Respiré hondo, tratando de calmar mi corazón desbocado.
Juuken fue el primero en venir a mi mente. Él había intentado mantenerse a mi lado, pero la fuerza del agua lo había arrastrado tan lejos como a mí, o quizás más. Me giré hacia la vegetación, esperando encontrar algún rastro de él o de Shiro, pero solo el eco de mis propios pensamientos resonaba en medio del silencio de la noche. Estábamos dispersos, y lo peor de todo era no saber en qué estado se encontraba cada uno. Sabía que Gretta y Qazan probablemente estaban juntos, y esa idea me tranquilizaba un poco. Ambos eran duros y testarudos, y si alguien podía salir de esta locura con su botín intacto, eran ellos. A cabezota nadie podía ganar a Gretta.
Decidí comenzar a moverme, aunque el dolor en mi costado no me lo ponía fácil. Cada paso me recordaba el castigo que mi cuerpo había sufrido en esa caída infernal.
- Nada de esto ha salido como tenía en mente - Pensé con ironía, mientras intentaba avanzar por el terreno accidentado.
Lo más importante ahora era reagruparse con el resto y salir de esta isla de una pieza.
Mientras caminaba entre la maleza, escuché un sonido a lo lejos. Gretta. Era inconfundible. Estaba gritando los nombres de los demás, llamando a todos con su acostumbrada energía. Me dirigí hacia el sonido de su voz, sabiendo que si ella estaba bien, al menos una parte del grupo estaba a salvo. Cuando la vi, junto a Qazan, no pude evitar sentir una mezcla de alivio y admiración. Ahí estaban, empujando un gigantesco cofre, como si nada hubiera pasado, como si no hubieran sido lanzados por los cielos hace apenas unos minutos.
- ¡Gretta! - Grité, acercándome a ellos mientras limpiaba el sudor y el barro de mi frente. - ¡Me alegra ver que estáis sanos y a salvo!
Gretta, con su acostumbrada, pero tranquilizadora, despreocupación, me lanzó una mirada y soltó una risa, con la cual no sabía si era feliz, si se reía de mi, o ambas. No pude evitar reír como respuesta. A pesar de todo, Gretta seguía siendo Gretta, y eso era algo por lo que siempre estaría agradecido. Mientras nos reagrupábamos, vi que Juuken estaba acercándose también, aunque con una clara muestra de fatiga en su rostro. Había logrado mantenerse consciente durante toda la locura, lo que no era poco decir.
- Estamos casi todos - Dije, mirando a mi alrededor. - Falta Goku, pero… si alguien sabe sobrevivir a este tipo de situaciones, puede ser ése mono.
Mis palabras eran mitad broma, mitad verdad. Con Goku, uno nunca podía estar seguro de nada, pero su habilidad para salir ileso de las situaciones más absurdas siempre me dejaba sorprendido. Sin embargo, muy pronto haría acto de presencia aquel demonio que tan bien me caía.
- ¡Vamos, todos juntos al barco! - Anuncié con más energía de la que realmente sentía, pero sabiendo que nuestras opciones eran limitadas y que cada segundo contaba. La isla podía tener más sorpresas, y no estaba dispuesto a quedarme para averiguarlo.
- Seguramente el resto irá allí, luego de asegurar el barco, quizá debamos de salir a buscar a Suzuka. - Dije preocupado por su mala orientación. - Luego, vamos a partir cuanto antes... Vamos, a Demontooth - Dije con una sonrisa. - Necesitamos hacernos más fuertes antes de seguir.
Cogí entonces mi Den Den Mushi, del cuál casi me olvido para un momento como este, y comencé a llamar a mi banda.
- ¡Todos al barco! Nos reunimos allí y regresamos a por quien falte antes de irnos, ¡Pero lo primero es llegar ahí y juntarnos!
Suzuka se encontraba alejada de nosotros, como siempre distraída, pero aún así, confiaba en que la encontraríamos y la mantendría a salvo. Mi preocupación era notable, pero el caos en la sala no dejaba margen para errores ni distracciones. No había tiempo que perder, y cada uno de mis compañeros debía encontrar la manera de salir con vida. Los tesoros, por más valiosos que fueran, no valían nada si perdíamos a alguien en el proceso.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando sentí el tirón de Juuken a mi lado. Aunque no logró sujetarse por completo, pude notar su desesperación. No era común verlo así, y el solo hecho de que él, con su entereza habitual, estuviera tan preocupado, me hizo sentir la urgencia de la situación aún más intensamente. La cantidad de agua que nos estaba elevando era alarmante, y Juuken, sin duda, no estaba en condiciones de enfrentarse a una caída así.
Miré a mi alrededor, asegurándome de que Gretta, Shiro y Qazan estuvieran al tanto de lo que estaba ocurriendo. El suelo bajo nosotros se había resquebrajado, y estábamos a merced de las fuerzas que nos rodeaban.
- ¡¡Qazan!! ¿Puedes hacer algo en esta situación? - Pregunté desesperado a sabiendas que sus habilidades quizá podría ayudarnos. Pero probablemente, no lograría escucharme en ese caos.
Cuando finalmente fuimos lanzados por el torrente hacia arriba, sentí la presión del agua impactando contra mi cuerpo, empapándome de pies a cabeza. La velocidad del ascenso era vertiginosa, y las ramas y plantas que nos rodeaban apenas lograban amortiguar los golpes que nos propinaba la corriente. Intenté mantener la compostura, tratando de observar qué ocurría a mi alrededor.
Mientras ascendíamos, las paredes parecían contar la historia de alguna civilización perdida. Era una vista fascinante, y a pesar de todo, no pude evitar sentir una mezcla de asombro y respeto por quienes habrían construido ese lugar. Sin embargo, no había tiempo para admirar las maravillas del pasado. La situación seguía y sabíamos que, tarde o temprano, seríamos expulsados de ese infierno subterráneo.
Finalmente, la luz de la luna se hizo visible a través del techo, y su resplandor me recordó cuán lejos estábamos de todo lo familiar. El chorro de agua que nos lanzó al exterior fue el golpe final en una serie de eventos que parecían no tener fin. Sentí cómo mi cuerpo volaba en el aire, descontrolado, como si fuera una simple marioneta. El contacto con las ramas, las rocas y finalmente el suelo fue devastador, más por sentirme impotente, que por el propio daño. Había experimentado peores caídas en el pasado, no era ese el problema. No obstante, eso no quitaba que aquel dolor era innegable. Golpe tras golpe, mi cuerpo rodaba por la ladera de la montaña, y en algún momento perdí la cuenta de cuántas veces mi cabeza había impactado contra el suelo y la piedra.
Cuando por fin me detuve, jadeando por el esfuerzo y el dolor, me di cuenta de que la situación era peor de lo que había imaginado. La montaña había escupido a todos en direcciones diferentes, y no tenía idea de dónde estaban mis compañeros. Mientras intentaba ponerme en pie, apoyándome en un tronco cercano, noté cómo la luna iluminaba el área. Respiré hondo, tratando de calmar mi corazón desbocado.
Juuken fue el primero en venir a mi mente. Él había intentado mantenerse a mi lado, pero la fuerza del agua lo había arrastrado tan lejos como a mí, o quizás más. Me giré hacia la vegetación, esperando encontrar algún rastro de él o de Shiro, pero solo el eco de mis propios pensamientos resonaba en medio del silencio de la noche. Estábamos dispersos, y lo peor de todo era no saber en qué estado se encontraba cada uno. Sabía que Gretta y Qazan probablemente estaban juntos, y esa idea me tranquilizaba un poco. Ambos eran duros y testarudos, y si alguien podía salir de esta locura con su botín intacto, eran ellos. A cabezota nadie podía ganar a Gretta.
Decidí comenzar a moverme, aunque el dolor en mi costado no me lo ponía fácil. Cada paso me recordaba el castigo que mi cuerpo había sufrido en esa caída infernal.
- Nada de esto ha salido como tenía en mente - Pensé con ironía, mientras intentaba avanzar por el terreno accidentado.
Lo más importante ahora era reagruparse con el resto y salir de esta isla de una pieza.
Mientras caminaba entre la maleza, escuché un sonido a lo lejos. Gretta. Era inconfundible. Estaba gritando los nombres de los demás, llamando a todos con su acostumbrada energía. Me dirigí hacia el sonido de su voz, sabiendo que si ella estaba bien, al menos una parte del grupo estaba a salvo. Cuando la vi, junto a Qazan, no pude evitar sentir una mezcla de alivio y admiración. Ahí estaban, empujando un gigantesco cofre, como si nada hubiera pasado, como si no hubieran sido lanzados por los cielos hace apenas unos minutos.
- ¡Gretta! - Grité, acercándome a ellos mientras limpiaba el sudor y el barro de mi frente. - ¡Me alegra ver que estáis sanos y a salvo!
Gretta, con su acostumbrada, pero tranquilizadora, despreocupación, me lanzó una mirada y soltó una risa, con la cual no sabía si era feliz, si se reía de mi, o ambas. No pude evitar reír como respuesta. A pesar de todo, Gretta seguía siendo Gretta, y eso era algo por lo que siempre estaría agradecido. Mientras nos reagrupábamos, vi que Juuken estaba acercándose también, aunque con una clara muestra de fatiga en su rostro. Había logrado mantenerse consciente durante toda la locura, lo que no era poco decir.
- Estamos casi todos - Dije, mirando a mi alrededor. - Falta Goku, pero… si alguien sabe sobrevivir a este tipo de situaciones, puede ser ése mono.
Mis palabras eran mitad broma, mitad verdad. Con Goku, uno nunca podía estar seguro de nada, pero su habilidad para salir ileso de las situaciones más absurdas siempre me dejaba sorprendido. Sin embargo, muy pronto haría acto de presencia aquel demonio que tan bien me caía.
- ¡Vamos, todos juntos al barco! - Anuncié con más energía de la que realmente sentía, pero sabiendo que nuestras opciones eran limitadas y que cada segundo contaba. La isla podía tener más sorpresas, y no estaba dispuesto a quedarme para averiguarlo.
- Seguramente el resto irá allí, luego de asegurar el barco, quizá debamos de salir a buscar a Suzuka. - Dije preocupado por su mala orientación. - Luego, vamos a partir cuanto antes... Vamos, a Demontooth - Dije con una sonrisa. - Necesitamos hacernos más fuertes antes de seguir.
Cogí entonces mi Den Den Mushi, del cuál casi me olvido para un momento como este, y comencé a llamar a mi banda.
- ¡Todos al barco! Nos reunimos allí y regresamos a por quien falte antes de irnos, ¡Pero lo primero es llegar ahí y juntarnos!