Jun Gunslinger
Nagaredama
11-10-2024, 10:18 AM
Cuando Jun notó que el suelo se resquebrajaba bajo sus pies y el agua brotaba con fuerza de las grietas, no supo bien como reaccionar. No era habitual en ella, pero su mente se quedó en blanco por un segundo. ¿Qué podía hacer? No había donde correr o resguardarse. Fue lo suficientemente veloz como para volver a enfundar su pistolón y avanzar unos cuantos pasos hacia adelante, hacia donde estaban Drake y los demás, pero no les alcanzó antes de que el torrente de agua inundara por completo la sala y la impulsara hacia arriba, arrastrándola sin piedad. En cuestión de segundos, la sala fue arrasada y Jun perdió de vista a todos sus compañeros.
Aquel recinto erupcionó como un volcán de agua, y el torrente mandó a la Gunslinger a volar.
Una copa frondosa atajó y amortiguó su caída, evitando que la joven aterrizara de lleno contra el suelo, aunque no sin dolor. Atrapada en la rama alta de un gigantesco árbol, ahí quedó Jun, inconsciente por un breve instante. Las piernas y las trenzas azules colgaban lánguidas como lianas, mojadas, goteando. Entonces, súbitamente, Jun despertó con sobresalto. Se encontró rodeada de un entorno extraño, selvático, que al principio, y por la confusión, no podría reconocer. Pero no se tardaría mucho en recordar y entender lo que había sucedido, y pronto se ubicó en aquel paisaje salvaje de la Isla Momobami.
—¡Draaaaake!— gritó, esperando que el de brazos largos pudiese oírle, antes de que un enemigo o un animal salvaje la encontrara—. ¡Capitán! ¡Pato! ¡¿Alguien?!
Desde la altura del gran árbol podría ver la extensión de la playa y, más lejos, divisaría al Duck Duck Go, que esperaba con paciencia a sus tripulantes, ajeno a todo lo sucedido. Jun dejó escapar un suspiro de alivio. Al menos el barco seguía ahí. Pero ¿cómo diablos bajaría de ese árbol?
—¿Y ahora qué? —masculló entre dientes, molesta y adolorida. Su cuerpo estaba repleto de cortes y raspaduras, aunque nada era tan grave como para dificultar su movilidad.
De la forma que pudo, descendió por el tronco del árbol como un gato nervioso, llevándose unas cuantas heridas extra en las manos y las piernas por el apuro. Una vez en el suelo, corrió entre la maleza apartando ramas y arbustos hasta llegar a la playa, y solo cuando puso un pie en la cubierta del barco se desplomó y volvió a respirar profundo, con alivio, sintiéndose segura.
Varios de sus compañeros ya estaban ahí, y aunque se veía mojados y agotados, estaban enteros. No era poca cosa, teniendo en cuenta lo que había sucedido. Duck, el pato más bonito y brillante que conocía, se veía muy feliz, y relucía su mirada oscura mientras enseñaba a sus compañeros los tesoros que había conseguido. Jun sintió una punzada en el estómago al darse cuenta de un pequeño gran detalle; no había recogido ni una sola moneda de oro, ni una joya, ni siquiera un trasto inútil.
—Jun, dime que llevas algo oculto en el sostén ¿ni una moneda? —inquirió el plumífero, y cuestionó también al resto de sus compañeros, claramente indignado.
La Gunslinger bajó la vista hacia su propio pecho, sin saber que responder. No tenía nada. Ni siquiera llevaba sostén. Bueno, realmente tampoco no lo necesitaba.
—Lo siento, Patito.
Visiblemente furioso, el pato arremetió contra el capitán, ¡y con razón! Fue gracioso (y adorable) verlo correr por la cubierta con los pasos torpes de sus patas palmeadas mientras agitaba las alas y soltaba graznidos. El espectáculo fue tan divertido que Jun no pudo evitar reírse a carcajadas. Por un momento, el cansancio y el dolor quedaron en segundo plano. Estaba feliz. Acababa de vivir una aventura única y peligrosa, de la que todos en el grupo habían salido sanos y salvos, y con un buen botín que Kael había asegurado exitosamente gracias al trabajo en equipo.
Byron, que no perdía el tiempo, poco se tardaría en ejercer su rol de capitán y comenzó a dar órdenes para poner las cosas en marcha. Les esperaba un largo viaje de regreso a Isla Kilombo.
—Danos un respiro, cabrón —se quejó la peliazul, exasperada.
Haciendo uso de la poca energía que le quedaba, se arrastró hasta una barandilla cercana a la popa y fijó la mirada en la orilla, prestando atención a cualquier novedad. Sus ojos amatista brillaron con emoción mientras contemplaba la belleza exótica de la Isla Momobami, y no pudo evitar sonreír. Comenzaba a gustarle la idea de ser parte de algo más grande, y estaba ansiosa por seguir descubriendo el mundo y viviendo aventuras junto a sus increíbles compañeros, los Piratas Hizashi.
Aquel recinto erupcionó como un volcán de agua, y el torrente mandó a la Gunslinger a volar.
Una copa frondosa atajó y amortiguó su caída, evitando que la joven aterrizara de lleno contra el suelo, aunque no sin dolor. Atrapada en la rama alta de un gigantesco árbol, ahí quedó Jun, inconsciente por un breve instante. Las piernas y las trenzas azules colgaban lánguidas como lianas, mojadas, goteando. Entonces, súbitamente, Jun despertó con sobresalto. Se encontró rodeada de un entorno extraño, selvático, que al principio, y por la confusión, no podría reconocer. Pero no se tardaría mucho en recordar y entender lo que había sucedido, y pronto se ubicó en aquel paisaje salvaje de la Isla Momobami.
—¡Draaaaake!— gritó, esperando que el de brazos largos pudiese oírle, antes de que un enemigo o un animal salvaje la encontrara—. ¡Capitán! ¡Pato! ¡¿Alguien?!
Desde la altura del gran árbol podría ver la extensión de la playa y, más lejos, divisaría al Duck Duck Go, que esperaba con paciencia a sus tripulantes, ajeno a todo lo sucedido. Jun dejó escapar un suspiro de alivio. Al menos el barco seguía ahí. Pero ¿cómo diablos bajaría de ese árbol?
—¿Y ahora qué? —masculló entre dientes, molesta y adolorida. Su cuerpo estaba repleto de cortes y raspaduras, aunque nada era tan grave como para dificultar su movilidad.
De la forma que pudo, descendió por el tronco del árbol como un gato nervioso, llevándose unas cuantas heridas extra en las manos y las piernas por el apuro. Una vez en el suelo, corrió entre la maleza apartando ramas y arbustos hasta llegar a la playa, y solo cuando puso un pie en la cubierta del barco se desplomó y volvió a respirar profundo, con alivio, sintiéndose segura.
Varios de sus compañeros ya estaban ahí, y aunque se veía mojados y agotados, estaban enteros. No era poca cosa, teniendo en cuenta lo que había sucedido. Duck, el pato más bonito y brillante que conocía, se veía muy feliz, y relucía su mirada oscura mientras enseñaba a sus compañeros los tesoros que había conseguido. Jun sintió una punzada en el estómago al darse cuenta de un pequeño gran detalle; no había recogido ni una sola moneda de oro, ni una joya, ni siquiera un trasto inútil.
—Jun, dime que llevas algo oculto en el sostén ¿ni una moneda? —inquirió el plumífero, y cuestionó también al resto de sus compañeros, claramente indignado.
La Gunslinger bajó la vista hacia su propio pecho, sin saber que responder. No tenía nada. Ni siquiera llevaba sostén. Bueno, realmente tampoco no lo necesitaba.
—Lo siento, Patito.
Visiblemente furioso, el pato arremetió contra el capitán, ¡y con razón! Fue gracioso (y adorable) verlo correr por la cubierta con los pasos torpes de sus patas palmeadas mientras agitaba las alas y soltaba graznidos. El espectáculo fue tan divertido que Jun no pudo evitar reírse a carcajadas. Por un momento, el cansancio y el dolor quedaron en segundo plano. Estaba feliz. Acababa de vivir una aventura única y peligrosa, de la que todos en el grupo habían salido sanos y salvos, y con un buen botín que Kael había asegurado exitosamente gracias al trabajo en equipo.
Byron, que no perdía el tiempo, poco se tardaría en ejercer su rol de capitán y comenzó a dar órdenes para poner las cosas en marcha. Les esperaba un largo viaje de regreso a Isla Kilombo.
—Danos un respiro, cabrón —se quejó la peliazul, exasperada.
Haciendo uso de la poca energía que le quedaba, se arrastró hasta una barandilla cercana a la popa y fijó la mirada en la orilla, prestando atención a cualquier novedad. Sus ojos amatista brillaron con emoción mientras contemplaba la belleza exótica de la Isla Momobami, y no pudo evitar sonreír. Comenzaba a gustarle la idea de ser parte de algo más grande, y estaba ansiosa por seguir descubriendo el mundo y viviendo aventuras junto a sus increíbles compañeros, los Piratas Hizashi.