Esta gente era la ostia, el ambiente era tan bueno que me vine arriba. Entre los halagos y las celebraciones, especialmente de Douma, que me felicitaba porque el ceviche se estaba extendiendo entre los comensales, no podía estar más contento. — ¡Gracias, Douma! — Le dije, volviendo a mi puesto después de agarrar más cilantro. —¡Hey, Mike! ¡Lo estás petando! — solté señalando a un chaval cuyo nombre no conocía. — ¡Hip! Morena, siempre dejas todo en su punto. — Le dije a una cocinera a la que nunca había visto en mi vida. — ¡Ojo con esa salsa, bribón! — Le espeté a otro que no tenía ni idea de lo que estaba cocinando. Iba por la cocina como si fuera el jefe de la oficina, emborrachado de éxito y de buen rollo. ¡Estaba en mi salsa, nunca mejor dicho!
Pero justo cuando estaba dándole vueltas a lo que podrían tener esos malditos higos, ocurrió. Un gran alboroto comenzó a escucharse desde el comedor principal. Los gritos y el caos iban en aumento, y en un parpadeo, pasos apresurados, voces alteradas... ¡y disparos! ¿Qué diantres?
No lo dudé ni un segundo. Salí disparado hacia el escenario principal con la bata y el gorro de cocinero todavía puestos, intentando ser discreto entre la multitud para averiguar qué narices estaba pasando. Si podía actuar desde las sombras del desconcierto y el caos, mejor que mejor. ¡Era realmente extraño! El Baratie siempre había sido un lugar pacífico, y muy, pero muy pocos se atrevían a montar lío aquí. Ni siquiera los malditos Blackmore, que solo venían a comer y a hablar de sus asuntos turbios, montaban espectáculos. Si alguien la estaba liando en el comedor, solo había dos opciones: o no eran de esta zona, o tenían los cojones como dos sandías de grandes.
Me ajusté el anillo de "Los Piezas" y me preparé, salivando mientras creaba un poco de alcohol en mi boca, listo para usarlo si la cosa se ponía fea. ¡Estaba claro que algo gordo se venía!
Pero justo cuando estaba dándole vueltas a lo que podrían tener esos malditos higos, ocurrió. Un gran alboroto comenzó a escucharse desde el comedor principal. Los gritos y el caos iban en aumento, y en un parpadeo, pasos apresurados, voces alteradas... ¡y disparos! ¿Qué diantres?
No lo dudé ni un segundo. Salí disparado hacia el escenario principal con la bata y el gorro de cocinero todavía puestos, intentando ser discreto entre la multitud para averiguar qué narices estaba pasando. Si podía actuar desde las sombras del desconcierto y el caos, mejor que mejor. ¡Era realmente extraño! El Baratie siempre había sido un lugar pacífico, y muy, pero muy pocos se atrevían a montar lío aquí. Ni siquiera los malditos Blackmore, que solo venían a comer y a hablar de sus asuntos turbios, montaban espectáculos. Si alguien la estaba liando en el comedor, solo había dos opciones: o no eran de esta zona, o tenían los cojones como dos sandías de grandes.
Me ajusté el anillo de "Los Piezas" y me preparé, salivando mientras creaba un poco de alcohol en mi boca, listo para usarlo si la cosa se ponía fea. ¡Estaba claro que algo gordo se venía!