Takahiro
La saeta verde
11-10-2024, 10:07 PM
(Última modificación: 13-10-2024, 10:55 PM por Takahiro.
Razón: No puse bien los stats de vida y energía, porque no conté Vigoroso 2 e Hiperactivo
)
Como había previsto Takahiro, al comandante Bryan no le había sentado nada bien que el peliverde quisiera tomar el mando de la situación y, por ende, de todo su escuadrón de marines. Era algo normal desde su perspectiva. Si él estuviera al mando de un grupo de soldados y viniera alguien para tomar el mando, seguramente…, bueno, a Takahiro no le gustaba mandar, así que no tendría problema alguno, pero era probable que su orgullo se aquejara un poco ante eso. Sin embargo, la actitud de Bryan había sido demasiado dócil para alguien de su cargo y eso no cuadraba a Takahiro. Sabía que algo no estaba bien: la forma de actuar de los marines ante los disparos, la situación tensa y la conducta de Bryan…
Se encontraba pensativo, acercándose a Hugo, cuando el soldado raso Joe se acercó para comunicarle algo que terminó por descuadrar del todo la cabeza del espadachín.
—Entiendo —asintió el peliverde—. Ve con Albert fuera y supervisad los alrededores. Tenemos que ver si todo esta despejado antes de salir —le dijo, señalándole con la mirada una zona perfecta para huir de allí en el caso de ser necesario. Tenía una buena perspectiva para que Albert pudiera usar sus armas, además de esconderse tras algunos escombros. Un lugar perfecto.
Tras eso, se acercó a Hugo y elevó el brazo. Las palabras del recluta tornaron su rostro muy serio durante un breve instante, había sido como si la sombra de un fantasma hubiera atravesado su cuerpo, palideciendo su rostro y haciéndole sentir un malestar extraño. Su mirada, siempre alegre y relajada, se tornó oscura y opaca. Respiró hondo, como si se quejara de los que le estaba haciendo su recluta. Justo después, posando su mano sobre la empuñadura de su espada casi por instinto, miró a Hugo.
—Quiero que salgas fueras e intentes hablar con el marine que esta fuera —le ordenó en voz baja, tan bajar que podía confundirse con un susurro—. Estate atento, se cauteloso y no dudes —Con esas palabras, quería hacerle entender que si tenía que matar primero debía hacerlo. Era algo dificil, pero si se encontraban con personas de dudosa moralidad era lo que había que hacer.
Un segundo después, sonó el den den mushi.
—Aquí Kenshin —dijo, sosteniendo el aparato con su mano izquierda—. No hay nada de que preocuparse. El plan sigue en marcha. Si ocurre algo me pondré en contacto con la Solemnidad Serena —culminó diciendo—. Cambio y corto.
Guardó de nuevo el den den mushi y respiró hondo, buscando con la mirada a Kovacs y Bryan.
—Comandante, ¿puede acompañarme fuera? —le preguntó—. Tengo que hablar con usted en privado —le dijo—. Kovacs, usted puede venir también lo desea. A fin de cuentas, es mi mano derecha en esta empresa y tiene todas mis notas apuntadas.
«Solo están estas dos opciones», se diría el peliverde en su foro interno, mientras avanzaba hacia afuera para hablar con el comandante, en el caso de que él accediera. Era posible que no fuera solo, así que intentaría estar frente a él y quien saliera en todo momento. La zona que había escogido era a la que había mandado a Albert y Joe, desde donde también podía ver perfectamente a Hugo, los dos soldados que vigilaban y los cuerpos de los marines muertos. Allí, ya aferrado a la empuñadura su espada, miraría al comandante Bryan a los ojos.
—¿Vas a decirme de una maldita vez que ha ocurrido aquí? —le preguntó, con un tono de voz bastante serio, podría decirse que era hasta imponente para ser él, que solía tener una forma de hablar muy relajada—. Las heridas de esos hombres no son normales y usted lo sabe —le dijo—. Son heridas de ajusticiamiento. Así que solo hay dos opciones: o usted ha perdido completamente el juicio y se ha dedicado a matar a todos los que le llevaban la contraria, junto a varios de sus hombres más fieles —hizo una pausa de apenas unas milésimas—, o forma parte de la tripulación pirata de Mad Mon y todo esto forma parte de un plan mayor que aún desconozco. ¿Estoy en lo cierto?7
Se encontraba pensativo, acercándose a Hugo, cuando el soldado raso Joe se acercó para comunicarle algo que terminó por descuadrar del todo la cabeza del espadachín.
—Entiendo —asintió el peliverde—. Ve con Albert fuera y supervisad los alrededores. Tenemos que ver si todo esta despejado antes de salir —le dijo, señalándole con la mirada una zona perfecta para huir de allí en el caso de ser necesario. Tenía una buena perspectiva para que Albert pudiera usar sus armas, además de esconderse tras algunos escombros. Un lugar perfecto.
Tras eso, se acercó a Hugo y elevó el brazo. Las palabras del recluta tornaron su rostro muy serio durante un breve instante, había sido como si la sombra de un fantasma hubiera atravesado su cuerpo, palideciendo su rostro y haciéndole sentir un malestar extraño. Su mirada, siempre alegre y relajada, se tornó oscura y opaca. Respiró hondo, como si se quejara de los que le estaba haciendo su recluta. Justo después, posando su mano sobre la empuñadura de su espada casi por instinto, miró a Hugo.
—Quiero que salgas fueras e intentes hablar con el marine que esta fuera —le ordenó en voz baja, tan bajar que podía confundirse con un susurro—. Estate atento, se cauteloso y no dudes —Con esas palabras, quería hacerle entender que si tenía que matar primero debía hacerlo. Era algo dificil, pero si se encontraban con personas de dudosa moralidad era lo que había que hacer.
Un segundo después, sonó el den den mushi.
—Aquí Kenshin —dijo, sosteniendo el aparato con su mano izquierda—. No hay nada de que preocuparse. El plan sigue en marcha. Si ocurre algo me pondré en contacto con la Solemnidad Serena —culminó diciendo—. Cambio y corto.
Guardó de nuevo el den den mushi y respiró hondo, buscando con la mirada a Kovacs y Bryan.
—Comandante, ¿puede acompañarme fuera? —le preguntó—. Tengo que hablar con usted en privado —le dijo—. Kovacs, usted puede venir también lo desea. A fin de cuentas, es mi mano derecha en esta empresa y tiene todas mis notas apuntadas.
«Solo están estas dos opciones», se diría el peliverde en su foro interno, mientras avanzaba hacia afuera para hablar con el comandante, en el caso de que él accediera. Era posible que no fuera solo, así que intentaría estar frente a él y quien saliera en todo momento. La zona que había escogido era a la que había mandado a Albert y Joe, desde donde también podía ver perfectamente a Hugo, los dos soldados que vigilaban y los cuerpos de los marines muertos. Allí, ya aferrado a la empuñadura su espada, miraría al comandante Bryan a los ojos.
—¿Vas a decirme de una maldita vez que ha ocurrido aquí? —le preguntó, con un tono de voz bastante serio, podría decirse que era hasta imponente para ser él, que solía tener una forma de hablar muy relajada—. Las heridas de esos hombres no son normales y usted lo sabe —le dijo—. Son heridas de ajusticiamiento. Así que solo hay dos opciones: o usted ha perdido completamente el juicio y se ha dedicado a matar a todos los que le llevaban la contraria, junto a varios de sus hombres más fieles —hizo una pausa de apenas unas milésimas—, o forma parte de la tripulación pirata de Mad Mon y todo esto forma parte de un plan mayor que aún desconozco. ¿Estoy en lo cierto?7