Lemon Stone
MVP
12-10-2024, 04:08 AM
Estaba cansado de llevar el bolso a todos sitios él mismo. Había vivido poco más de veinte años con alguien que lo hiciera por él. A veces echaba de menos a los sirvientes, pero se había encomendado a un propósito más grande que él, un propósito justo y liberador. Por eso el bolso pesaba, pues simbolizaba el peso de cargar su propia ropa en pos de un mundo menos oprimido y sin tantos pobres.
Lemon lloró la siguiente media hora sentado en el borde de la cama.
Subió la escalinata sin ganas. ¿Y cómo iba a tenerlas? Le habían dicho que al Departamento de Misiones Encubiertas le bajaron el presupuesto, pero no esperaba que tanto. Tocó la puerta y un montoncito de polvo cayó sobre sus zapatos alguna vez bien lustrados, pero ahora sucios con barro, polvo y vaya a saber uno qué otro líquido. Volvió a tocar porque estaba ansioso; quería terminar cuanto antes esa misión y volver a las bonitas playas del Reino.
Una señora de cabellos dorados y caóticos, como si le hubiera caído un rayo, recibió a Lemon. Era baja, muy bajita, pasaba por poco las rodillas del revolucionario. Sus ojos cansados veían a través de unas gafas grandotas y circulares, como las piruletas de una feria de circo, e iba con las manos atrás, entrelazadas, mascando chicle de forma escandalosa. Cuando entró, un montón de gatos de todos colores y olores le siguieron con entusiasmo.
Para Lemon todo iba de mal en peor. Una casucha polvorienta, apestosa e infestada de gatos atendida por una señora para nada sensual. Pero todo fue aún más insufrible cuando la posadera le pasó la habitación. Era un cuarto pequeño sin telescopios ni peceras, algo típico de los cuartos de sus hermanos, ¡ni siquiera tenía armario ni escritorio! Mucho menos un sofá terapéutico, de esos que hacen masajes. En cambio, había una cama con un colchón usado por más gente de la que le gustaría saber, con tablas a nada de romperse.
Al menos había un aparato simpático para escuchar música, uno antiguo y empolvado.
-Cuando me uní al Ejército Revolucionario pensé que sería duro dormir en trincheras y en túneles, pero los refugios del Departamento son horrorosos… -se quejó para él mismo, aunque con ganas de que la señora dijera cualquier cosa, pero solo mascaba el chicle-. Vieja, ¿sabes si viene alguien más? -La señora hizo un globo de chicle y lo reventó-. Eso pensaba. Vete, por favor, quiero llorar.