Ubben Sangrenegra
Loki
12-10-2024, 04:38 PM
El bullicio del bar disminuyó, como si una cuerda invisible hubiera cortado el ambiente a la mitad, justo en el instante en que tomaste asiento frente a la capitana de los “Hijos del Viento”. El estruendo de las risas, las voces alzadas y el choque de jarras desaparecieron por completo, dejando un vacío palpable. Al principio, tu presentación no causó mayor impresión; las palabras salieron con suavidad y sin interrupciones, pero todo cambió cuando mencionaste ser un marino. Esa única palabra pareció transformar el aire, volviéndolo denso y cargado de peligro. El silencio invadió la sala como una tormenta que se avecina, tan profundo que incluso las respiraciones parecían contenerse. El único sonido que se atrevió a romper ese tenso momento fue el frío y metálico click de varias pistolas de pedernal al ser preparadas, todas apuntando directamente hacia ti.
—¿Qué crees que estás haciendo frente a nuestra capitana, niño bonito?— La voz burlona de Meeko, el mink mapache, resonó con un tono amenazante, aunque su sonrisa juguetona seguía en su rostro. Sus ojos te miraban con un brillo peligroso, mientras sostenía una pistola en cada mano, ambas armas firmemente apuntadas hacia ti. Era un espectáculo que no podías ignorar, quince piratas en total, cada uno de ellos armado y con una mirada confiada que dejaba claro que se sentían en completa superioridad numérica. En cuestión de segundos, el ambiente festivo se había convertido en una olla de presión, y la poca gente que aún quedaba en El Espumoso Joe no tardó en reaccionar. Los pocos clientes que no habían escapado antes ahora se levantaban de sus asientos, sus caras pálidas de terror, mientras corrían desesperados hacia la salida, empujándose en un caos frenético.
Pocahontas, por su parte, permanecía imperturbable. La capitana, con su porte calmado y su cabello oscuro cayendo sobre sus hombros, apenas hizo un movimiento mientras sus ojos se clavaban en los tuyos, con una mirada que destilaba tanto curiosidad como advertencia. —Hagamos como que te equivocaste de mesa, Lionhart— dijo con un tono suave, casi como si estuviera sugiriendo algo razonable, aunque el filo en su voz era inconfundible. El aire alrededor de ella parecía calmo, sin embargo no se podía obviar esa sensación levemente amenazante en su mirada. —No estamos haciendo nada ilegal como para que un faldero de la marina venga a molestarnos— añadió, esta vez dejando entrever tintes de molestia en sus palabras. La tripulación mantenía sus armas firmemente apuntadas hacia ti, mientras una sonrisa burlona se extendía en los rostros de varios piratas. Todos se mantenían listos, esperando el más mínimo indicio de provocación.
Detrás de ti, aunque no podías verlo, el propietario del bar, Joe, había alzado una escopeta, sus manos firmes mientras apuntaba al techo desde su posición tras la barra. Era un hombre curtido, y aunque no participaba activamente en el conflicto, claramente estaba preparado para defender su local de cualquier desastre que pudiera desatarse. Desde la puerta que conectaba con la cocina, una mujer igualmente armada sujetaba una segunda escopeta, también apuntando hacia el techo, como si anticipara lo peor. Mientras tanto, Camille y Leon, los camareros, se refugiaban asustados bajo la escalera del segundo piso, temiendo lo que pudiera ocurrir.
La tensión en la sala era palpable, como si el aire mismo hubiera cobrado un peso enorme. La situación había escalado más rápido de lo que habías anticipado, y te encontrabas rodeado, con todos los ojos puestos en ti. —¿Entonces, señor suboficial?— la voz de Pocahontas volvió a escucharse, esta vez más firme, aunque su tono seguía siendo peligroso. —¿Qué te parece la idea de levantar el culo de esa silla y dejarnos tranquilos hasta que nos vayamos? Así, nadie sale herido de forma estúpida e innecesaria— Sugirió con una sonrisa apenas perceptible, pero que no dejaba lugar a dudas: era más una orden que una opción.
—¿Qué crees que estás haciendo frente a nuestra capitana, niño bonito?— La voz burlona de Meeko, el mink mapache, resonó con un tono amenazante, aunque su sonrisa juguetona seguía en su rostro. Sus ojos te miraban con un brillo peligroso, mientras sostenía una pistola en cada mano, ambas armas firmemente apuntadas hacia ti. Era un espectáculo que no podías ignorar, quince piratas en total, cada uno de ellos armado y con una mirada confiada que dejaba claro que se sentían en completa superioridad numérica. En cuestión de segundos, el ambiente festivo se había convertido en una olla de presión, y la poca gente que aún quedaba en El Espumoso Joe no tardó en reaccionar. Los pocos clientes que no habían escapado antes ahora se levantaban de sus asientos, sus caras pálidas de terror, mientras corrían desesperados hacia la salida, empujándose en un caos frenético.
Pocahontas, por su parte, permanecía imperturbable. La capitana, con su porte calmado y su cabello oscuro cayendo sobre sus hombros, apenas hizo un movimiento mientras sus ojos se clavaban en los tuyos, con una mirada que destilaba tanto curiosidad como advertencia. —Hagamos como que te equivocaste de mesa, Lionhart— dijo con un tono suave, casi como si estuviera sugiriendo algo razonable, aunque el filo en su voz era inconfundible. El aire alrededor de ella parecía calmo, sin embargo no se podía obviar esa sensación levemente amenazante en su mirada. —No estamos haciendo nada ilegal como para que un faldero de la marina venga a molestarnos— añadió, esta vez dejando entrever tintes de molestia en sus palabras. La tripulación mantenía sus armas firmemente apuntadas hacia ti, mientras una sonrisa burlona se extendía en los rostros de varios piratas. Todos se mantenían listos, esperando el más mínimo indicio de provocación.
Detrás de ti, aunque no podías verlo, el propietario del bar, Joe, había alzado una escopeta, sus manos firmes mientras apuntaba al techo desde su posición tras la barra. Era un hombre curtido, y aunque no participaba activamente en el conflicto, claramente estaba preparado para defender su local de cualquier desastre que pudiera desatarse. Desde la puerta que conectaba con la cocina, una mujer igualmente armada sujetaba una segunda escopeta, también apuntando hacia el techo, como si anticipara lo peor. Mientras tanto, Camille y Leon, los camareros, se refugiaban asustados bajo la escalera del segundo piso, temiendo lo que pudiera ocurrir.
La tensión en la sala era palpable, como si el aire mismo hubiera cobrado un peso enorme. La situación había escalado más rápido de lo que habías anticipado, y te encontrabas rodeado, con todos los ojos puestos en ti. —¿Entonces, señor suboficial?— la voz de Pocahontas volvió a escucharse, esta vez más firme, aunque su tono seguía siendo peligroso. —¿Qué te parece la idea de levantar el culo de esa silla y dejarnos tranquilos hasta que nos vayamos? Así, nadie sale herido de forma estúpida e innecesaria— Sugirió con una sonrisa apenas perceptible, pero que no dejaba lugar a dudas: era más una orden que una opción.