Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
13-10-2024, 05:09 AM
Día 4 de Primavera, Año 724.
Llevaba un buen tiempo en el Archipiélago Conomi, ya había recorrido suficiente de la Ciudad Cocoyashi, me fascinaba lo suficiente para desear quedarme durante unos días, pero prefería explorar un poco más del Archipiélago, para ser más exactos, quería obtener más información de la Aldea Goza. Había hablado con algunos de los lugareños de Cocoyashi, quienes mencionaron muchas cosas curiosas acerca de la isla vecina, como que tenían una base de la marina instalada en ella. Ahora bien, no solía mezclarme con los marines, era peligroso para quienes cometemos actos relativamente ilegales, obviamente no tenía una reputación como pirata, y prefería que las cosas se queden así, honestamente, tampoco iba gritando a viva voz que lo era, pero siempre es mejor pecar de precavido que de irresponsable, pasar desapercibido a pesar de tener dos alas blancas con una envergadura de casi cuatro metros era curiosamente muy sencillo para mi.
A veces ser muy llamativo físicamente no importaba tanto como el carisma, algo de lo que no disponía, así como tampoco disponía de muchos puntos en las ramas de mi árbol de socialización, al menos en ocasiones, pero a todos nos sucede ¿No? No siempre estamos precisamente muy felices de tener que comunicarnos con otros, a menos que seas una mariposa social. Supongo. Enfoqué mis pensamientos en información importante: La Aldea Goza y los marines. Sabía que acercarme era algo peligroso, pero mientras me mantuviera al margen estaría bien, pero ¿Por qué ir a la Aldea Goza? Si había algo que apreciaba de mi vida no solo eran mis alas, sino la capacidad y libertad que me daban estas, viajar de una isla a otra significaba que tenía la oportunidad de conocer múltiples lugares, culturas, cosas de interés.
Como el festival que se celebraba en Goza en honor al mar, festival que comenzaba precisamente en esta época, primavera y, vaya, había llegado para quedarme, al menos, hasta el día de mañana, antes de regresar a Kilombo a vuelo de Solarian. Goza era… Diferente a Cocoyashi. Era un pueblo mucho más pequeño, costero obviamente, pero pegado a la ladera de las colinas que ascendían desde la rivera de la pequeña isla que formaba parte del archipiélago, la gente era mucho más tranquila, las personas recorrían las calles con algo de prisa, pero no corrían de un lado al otro como animales desbocados, la cantidad de personas concentradas en un solo lugar no era tan grande, por lo que podía llevar las alas semi-plegadas mientras recorría la calle empedrada y observaba los puestos de comida recientemente montados.
La constante energía de Cocoyashi, casi similar a una marea embravecida, se convertía fácilmente en una marea suave y pacífica en Goza, a pesar de la afluencia de personas por el festival. Observé los puestos de comida y juegos, algunos eran competitivos, otros simplemente se trataban de juegos individuales donde te daban premios por puntaje, la mayoría se trataba de premios como peluches, juguetes, por un lado me fascinaba, por el otro no tanto, no era la primera vez que veía un festival, a veces participaba en ellos, pero era más habitual para mí simplemente llegar para hacer mi trabajo y nada más, al menos cuando estaba viajando por trabajo. Ahora mismo estaba de ocio en el archipiélago, nada me impediría disfrutar de la celebración, aunque tenía una transacción que hacer antes.
¿Por qué estaba en un pueblo repleto de marines con una base cercana a él? Si, por las fiestas, obviamente, pero también me encontraba allí para conseguir algo que ya tenía, pero que, por si acaso, quería mantener en mis manos, y no me fue fácil contactar con una persona dispuesta a venderla o intercambiar por ella, por lo que estaba siendo especialmente cuidadoso con este posible trato, primero debía encontrarme con mi comprador y, por supuesto, no podía ser en otro lugar que en la taberna más concurrida por marines de la isla: “La Taberna del Teniente Smith”. Ah, ya con ese nombre sentía que podía detestar aún más el lugar si fuese posible. Cuando estuve frente al lugar, inhalé, intentando no suspirar, tenía un ambiente agradable desde fuera, la música era alegre, probablemente por la época, las paredes de piedra cortada y pulida lucían bonitas y las tejas del lugar lo volvían más acogedor, claro, sería más acogedor si, al entrar, la mayoría no tuviera sus ojos sobre mí, pero mantuve una expresión neutral y crucé el bar.
Llegué hasta la mesa que había descrito mi contacto, aún no había nadie, así que me senté allí, estaba en la esquina superior izquierda, alejado de la mirada de la gente, pero pudiendo peinar la taberna con una sola mirada. Una mesera se acercó con aire autoritario, su cabello ondulado estaba peinado en un moño alto y llevaba un delantal colorido, aunque su diseño era… doloroso de ver, con colores neón.
. – Buenas noches, debe ser un nuevo recluta ¿Qué desea pedir?
Parpadee, solo para entornar los ojos.
. – Vaya, buenas noches, no, no lo soy, simplemente me invitaron. Quisiera una cerveza negra. –Pedí con toda la calma que reuní, a pesar de que ella me miraba con cierta sospecha– Y una ensalada de frutas.
Ella me miró desconcertada ante la última petición, pero asintió antes de retirarse.
Llevaba un buen tiempo en el Archipiélago Conomi, ya había recorrido suficiente de la Ciudad Cocoyashi, me fascinaba lo suficiente para desear quedarme durante unos días, pero prefería explorar un poco más del Archipiélago, para ser más exactos, quería obtener más información de la Aldea Goza. Había hablado con algunos de los lugareños de Cocoyashi, quienes mencionaron muchas cosas curiosas acerca de la isla vecina, como que tenían una base de la marina instalada en ella. Ahora bien, no solía mezclarme con los marines, era peligroso para quienes cometemos actos relativamente ilegales, obviamente no tenía una reputación como pirata, y prefería que las cosas se queden así, honestamente, tampoco iba gritando a viva voz que lo era, pero siempre es mejor pecar de precavido que de irresponsable, pasar desapercibido a pesar de tener dos alas blancas con una envergadura de casi cuatro metros era curiosamente muy sencillo para mi.
A veces ser muy llamativo físicamente no importaba tanto como el carisma, algo de lo que no disponía, así como tampoco disponía de muchos puntos en las ramas de mi árbol de socialización, al menos en ocasiones, pero a todos nos sucede ¿No? No siempre estamos precisamente muy felices de tener que comunicarnos con otros, a menos que seas una mariposa social. Supongo. Enfoqué mis pensamientos en información importante: La Aldea Goza y los marines. Sabía que acercarme era algo peligroso, pero mientras me mantuviera al margen estaría bien, pero ¿Por qué ir a la Aldea Goza? Si había algo que apreciaba de mi vida no solo eran mis alas, sino la capacidad y libertad que me daban estas, viajar de una isla a otra significaba que tenía la oportunidad de conocer múltiples lugares, culturas, cosas de interés.
Como el festival que se celebraba en Goza en honor al mar, festival que comenzaba precisamente en esta época, primavera y, vaya, había llegado para quedarme, al menos, hasta el día de mañana, antes de regresar a Kilombo a vuelo de Solarian. Goza era… Diferente a Cocoyashi. Era un pueblo mucho más pequeño, costero obviamente, pero pegado a la ladera de las colinas que ascendían desde la rivera de la pequeña isla que formaba parte del archipiélago, la gente era mucho más tranquila, las personas recorrían las calles con algo de prisa, pero no corrían de un lado al otro como animales desbocados, la cantidad de personas concentradas en un solo lugar no era tan grande, por lo que podía llevar las alas semi-plegadas mientras recorría la calle empedrada y observaba los puestos de comida recientemente montados.
La constante energía de Cocoyashi, casi similar a una marea embravecida, se convertía fácilmente en una marea suave y pacífica en Goza, a pesar de la afluencia de personas por el festival. Observé los puestos de comida y juegos, algunos eran competitivos, otros simplemente se trataban de juegos individuales donde te daban premios por puntaje, la mayoría se trataba de premios como peluches, juguetes, por un lado me fascinaba, por el otro no tanto, no era la primera vez que veía un festival, a veces participaba en ellos, pero era más habitual para mí simplemente llegar para hacer mi trabajo y nada más, al menos cuando estaba viajando por trabajo. Ahora mismo estaba de ocio en el archipiélago, nada me impediría disfrutar de la celebración, aunque tenía una transacción que hacer antes.
¿Por qué estaba en un pueblo repleto de marines con una base cercana a él? Si, por las fiestas, obviamente, pero también me encontraba allí para conseguir algo que ya tenía, pero que, por si acaso, quería mantener en mis manos, y no me fue fácil contactar con una persona dispuesta a venderla o intercambiar por ella, por lo que estaba siendo especialmente cuidadoso con este posible trato, primero debía encontrarme con mi comprador y, por supuesto, no podía ser en otro lugar que en la taberna más concurrida por marines de la isla: “La Taberna del Teniente Smith”. Ah, ya con ese nombre sentía que podía detestar aún más el lugar si fuese posible. Cuando estuve frente al lugar, inhalé, intentando no suspirar, tenía un ambiente agradable desde fuera, la música era alegre, probablemente por la época, las paredes de piedra cortada y pulida lucían bonitas y las tejas del lugar lo volvían más acogedor, claro, sería más acogedor si, al entrar, la mayoría no tuviera sus ojos sobre mí, pero mantuve una expresión neutral y crucé el bar.
Llegué hasta la mesa que había descrito mi contacto, aún no había nadie, así que me senté allí, estaba en la esquina superior izquierda, alejado de la mirada de la gente, pero pudiendo peinar la taberna con una sola mirada. Una mesera se acercó con aire autoritario, su cabello ondulado estaba peinado en un moño alto y llevaba un delantal colorido, aunque su diseño era… doloroso de ver, con colores neón.
. – Buenas noches, debe ser un nuevo recluta ¿Qué desea pedir?
Parpadee, solo para entornar los ojos.
. – Vaya, buenas noches, no, no lo soy, simplemente me invitaron. Quisiera una cerveza negra. –Pedí con toda la calma que reuní, a pesar de que ella me miraba con cierta sospecha– Y una ensalada de frutas.
Ella me miró desconcertada ante la última petición, pero asintió antes de retirarse.