Takahiro
La saeta verde
13-10-2024, 01:35 PM
(Última modificación: 13-10-2024, 01:37 PM por Takahiro.)
Eres capaz de vislumbrar en el rostro del anciano que no va a cambiar de opinión por mucho que intentes dialogar con él. La vejez es capaz de otorgar un temperamento y una testarudez que solo el paso del tiempo y las continuas experiencias pueden otorgar. Los ojos del anciano están clavados sobre el hombre que tiene el rodillo en la espalda, imperturbable.
Tu pequeño discurso parece que están entrando por un oído de los allí presentes y saliendo por el otro. Sin embargo, el joven del cuchillo militar decidió dar un paso al frente y hablar.
—No hace falta meter a la marina en esto —dijo, metiendo la mano en los bolsillos y sacando una cajetilla de tabaco. Su voz es dulce y agradable, como la de un padre primerizo que cuenta historietas a sus hijos, tan suave que es capaz de transmitir una extraña paz que destensó el ambiente durante un breve instante; algo bastante raro—. Nosotros tan solo queremos lo nuestro, lo que nos merecemos. Hemos trabajado muy duro durante varios días para conseguir algo de dinero —continuó diciendo, mientras golpeaba el paquete de tabaco y sacaba un cigarro que se llevó a los labios—. La vida es muy complicada en la isla, sobre todo en esta zona de la isla —deslizó la cerilla por el fósforo rojo para prenderla y encenderse el cigarro—. Pero si no quiere pagarnos no tenemos nada que hacer. Vámonos, chicos —dijo.
Sus palabras hicieron que los otros dos se encogieran de hombros y desistieran en su intento de querer cobrar al anciano. La situación era extraña, pero no sabrías muy bien decir porqué tan pronto. Tras eso, después de una despedida no verbal, se fueron de allí hasta perderse por una de las calles.
El viejo suspiró, y cuando dio un paso se tropezó en lo más llano.
—¡Ay! —exclamó, cayéndose de culo. Ves como intenta levantarse, pero no puede solo.
Si decides ayudarle el anciano se resistirá un poco. Es una persona muy orgullosa, pero al no poder hacerlo cederá y se dejará ayudar. No te dará las gracias ni nada, pero te das cuenta de que necesita que le acompañen a su casa.
Es una casa bastante grande en aquella zona, mucho más que la media de aquella zona de Oykot. Pintada de blanco y celeste, impoluta. Al parecer los hombres han hecho un buen trabajo, no concibes que el anciano no haya querido pagarles si ese ha sido su trabajo. Si en algún momento le dices que eres médico, el anciano te pedirá que lo auscultes y le revises.
Tu pequeño discurso parece que están entrando por un oído de los allí presentes y saliendo por el otro. Sin embargo, el joven del cuchillo militar decidió dar un paso al frente y hablar.
—No hace falta meter a la marina en esto —dijo, metiendo la mano en los bolsillos y sacando una cajetilla de tabaco. Su voz es dulce y agradable, como la de un padre primerizo que cuenta historietas a sus hijos, tan suave que es capaz de transmitir una extraña paz que destensó el ambiente durante un breve instante; algo bastante raro—. Nosotros tan solo queremos lo nuestro, lo que nos merecemos. Hemos trabajado muy duro durante varios días para conseguir algo de dinero —continuó diciendo, mientras golpeaba el paquete de tabaco y sacaba un cigarro que se llevó a los labios—. La vida es muy complicada en la isla, sobre todo en esta zona de la isla —deslizó la cerilla por el fósforo rojo para prenderla y encenderse el cigarro—. Pero si no quiere pagarnos no tenemos nada que hacer. Vámonos, chicos —dijo.
Sus palabras hicieron que los otros dos se encogieran de hombros y desistieran en su intento de querer cobrar al anciano. La situación era extraña, pero no sabrías muy bien decir porqué tan pronto. Tras eso, después de una despedida no verbal, se fueron de allí hasta perderse por una de las calles.
El viejo suspiró, y cuando dio un paso se tropezó en lo más llano.
—¡Ay! —exclamó, cayéndose de culo. Ves como intenta levantarse, pero no puede solo.
Si decides ayudarle el anciano se resistirá un poco. Es una persona muy orgullosa, pero al no poder hacerlo cederá y se dejará ayudar. No te dará las gracias ni nada, pero te das cuenta de que necesita que le acompañen a su casa.
Es una casa bastante grande en aquella zona, mucho más que la media de aquella zona de Oykot. Pintada de blanco y celeste, impoluta. Al parecer los hombres han hecho un buen trabajo, no concibes que el anciano no haya querido pagarles si ese ha sido su trabajo. Si en algún momento le dices que eres médico, el anciano te pedirá que lo auscultes y le revises.