Tofun
El Largo
13-10-2024, 02:34 PM
Umibozu parecía entender lo que era ser un usuario de Akuma, pero por lo visto no debía conocer a ningún otro, porque mencionó que creía que eran leyendas. Me lo estaba ganando con el licor, ¡normal! Si es que soy un maestro en lo mío. Lo que me tocaba los huevos era que el tipo quería continuar: que si licor de algas, que si ron dulce, que si ahora otro ingrediente. Joder con el paladar de la calamidad marina. ¿Y qué narices le meto yo a esto? Empecé a barajar un montón de opciones: vodka de rosas, limonchelo de pomelo, aguardiente, lejía... Tras pensar en todas aquellas locuras, me decanté por un sake suave. Me froté las manos, respiré hondo y me concentré para mezclar todos esos licores en uno solo, una amalgama de sabores con la que esperaba encandilar a la bestia.
Y por fin, lo logré. Umibozu me ofreció salir al exterior, cerrando así mi etapa de cautiverio bucal. Ahora que lo veía con más detenimiento y sin estar peleando por mi vida, su cuerpo me parecía más feo y extraño de lo que antes creía. ¿De dónde había salido este tipo? ¡Qué cosa más rara! Sobre todo con esa antena en la frente que parecía el foco de un anfiteatro. Su historia no se quedaba atrás: venía del Calm Belt y había escapado de un barco que lo transportaba.
— Pero bueno, ¿qué clase de barco puede transportar a alguien como tú? — Me rasqué la cabeza mientras me sentaba en su pecho, sin entender del todo.
— Un gyojin pequeñajo... — Respondió él.
Me rasqué la cabeza otra vez, dudando. ¿Cómo iba a conocer yo a Timysy, el mejor amigo del hijo suricato de mi sobrino Guybrush, que había tenido una relación con una suricata de la Isla Rudra?
— Pues no, como ya sabes, no he tenido mucho tiempo. Acabo de salir de la cárcel y no he visto nada, pero preguntaré por ahí. Si me entero de algo, te lo diré.
La conversación continuaba, y el grandote parecía conocer al ejército revolucionario. Por la facilidad con la que accedió a hablar, entendí que había escuchado buenas cosas de ellos, lo cual me agradaba. Ni yo mismo tenía la certeza de que actuaban por el bien del pueblo, más allá del testimonio de mi antigua banda de amigos borrachos.
— Te ayudaré a buscar a tu hermano pequeño. ¡No te preocupes! — Le aseguré.
Aunque, claro, ¿qué tan "pequeño" sería? ¿Solo 13 metros de altura? Eso quedaba como incógnita para otro día. Por el momento, asentí y le estreché la mano de la manera más "normal" posible, dadas las circunstancias.
El resto del tiempo lo dediqué a contarle alguna que otra de mis hazañas, obviamente bien adornadas para dar buena imagen. Le hablé un poco de mi pasado, de mi sobrino, y aproveché para hacerle preguntas sobre él. Tenía mucha curiosidad, pero más que por su historia, quería saber cómo diablos comía, cómo iba al baño y cómo vivía un ser de dimensiones tan enormes como las suyas.
Y por fin, lo logré. Umibozu me ofreció salir al exterior, cerrando así mi etapa de cautiverio bucal. Ahora que lo veía con más detenimiento y sin estar peleando por mi vida, su cuerpo me parecía más feo y extraño de lo que antes creía. ¿De dónde había salido este tipo? ¡Qué cosa más rara! Sobre todo con esa antena en la frente que parecía el foco de un anfiteatro. Su historia no se quedaba atrás: venía del Calm Belt y había escapado de un barco que lo transportaba.
— Pero bueno, ¿qué clase de barco puede transportar a alguien como tú? — Me rasqué la cabeza mientras me sentaba en su pecho, sin entender del todo.
— Un gyojin pequeñajo... — Respondió él.
Me rasqué la cabeza otra vez, dudando. ¿Cómo iba a conocer yo a Timysy, el mejor amigo del hijo suricato de mi sobrino Guybrush, que había tenido una relación con una suricata de la Isla Rudra?
— Pues no, como ya sabes, no he tenido mucho tiempo. Acabo de salir de la cárcel y no he visto nada, pero preguntaré por ahí. Si me entero de algo, te lo diré.
La conversación continuaba, y el grandote parecía conocer al ejército revolucionario. Por la facilidad con la que accedió a hablar, entendí que había escuchado buenas cosas de ellos, lo cual me agradaba. Ni yo mismo tenía la certeza de que actuaban por el bien del pueblo, más allá del testimonio de mi antigua banda de amigos borrachos.
— Te ayudaré a buscar a tu hermano pequeño. ¡No te preocupes! — Le aseguré.
Aunque, claro, ¿qué tan "pequeño" sería? ¿Solo 13 metros de altura? Eso quedaba como incógnita para otro día. Por el momento, asentí y le estreché la mano de la manera más "normal" posible, dadas las circunstancias.
El resto del tiempo lo dediqué a contarle alguna que otra de mis hazañas, obviamente bien adornadas para dar buena imagen. Le hablé un poco de mi pasado, de mi sobrino, y aproveché para hacerle preguntas sobre él. Tenía mucha curiosidad, pero más que por su historia, quería saber cómo diablos comía, cómo iba al baño y cómo vivía un ser de dimensiones tan enormes como las suyas.