Airgid Vanaidiam
Metalhead
13-10-2024, 07:15 PM
Airgid no dejaba de tratar de zafarse del agarre del gigante, pero le resultaba inútil. Tuvo que probar una estrategia diferente o aquello significaría su derrota. Y aún así lo estaba disfrutando, se le notaba en el brillo de los ojos y es que llevaba demasiado tiempo tranquila, sin enfrentarse a nadie de aquella forma. Sin tener que contenerse, por que sabía que Ragnheidr lo soportaría. Aquel combate no estaba lleno de rabia, todo lo contrario. Era la primera vez que Airgid era tocada por Ragn de aquella manera, tan brutal pero íntima y cercana a la vez. Notar la proximidad de sus cuerpos, su piel aferrándose a la de ella, era agradable, demasiado. El dolor se transformaba en placer y la furia en atracción.
Pero la rubia acababa de recibir un golpe, y no pensaba ser la única en salir de esa pelea con sangre encima. Así que usó su nueva habilidad del haki para tratar de escapar de su agarre, proyectando un puñetazo en el interior de su gas, cubriendo ambos brazos de esa armadura negruzca. Aunque el plan no salió como lo había pensado en su cabeza, aquel golpe no la liberó completamente, sino que mandó a los dos a volar unos cuantos metros en el aire. Pudo soltar el brazo derecho, eso sí, pero seguía agarrada del otro. Estuvo a punto de cargar otro puñetazo para tratar de soltarse del todo, pero Ragnheidr fue más rápido. La mano de Ragn que aún la sujetaba se volvió en gas morado de repente provocando en ella una inmediata sensación abrasadora incluso con el haki protegiéndola. La mujer gritó del dolor y de la sorpresa, pues el vikingo la zarandeó en el aire como si fuera una bandera antes de tirarla contra el suelo con toda la fuerza que tenía.
Aterrizó contra el duro suelo de tierra, derrapando unos cuantos metros más antes de frenar y provocando un pequeño hundimiento en la zona de la caída. Tenía ganas de deshacer el haki de sus brazos, de comprobar sí realmente se lo había quemado o si estaba bien. Pero eso le haría perder el tiempo... seguía picando, pero debía concentrarse. Ahora estaba libre, tenía que ser rápida y pensar en una forma de devolverle el golpe que acababa de pegarle. El hombre aterrizó elegantemente, formado en gas, mientras ella escupió una mezcla de sangre y saliva a su costado derecho. ¿Arriba? Y tanto que arriba. Sabía que Ragnheidr no le iba a conceder un solo respiro, así que asimiló el dolor y comenzó a liberar su poder. Un poder que Ragn aún no habría visto.
Con una anticipación leve, pero suficiente, Airgid se electrificó de repente. Su cuerpo irradió una oleada potente de rayos amarillos, como un chispazo que luego se estabilizó, formando pequeños rayos visibles a su alrededor. Su cabello se erizó debido al magnetismo con una rapidez que rompió su coletero, dejando sus hermosos mechones dorados volar alrededor de ella, como la melena de un león. Todo, a la vez que el cuerpo de la mujer se elevaba en el cielo, levitando, flotando, tratando de esquivar así el golpe que Ragn había dirigida hacia ella. Su pierna recibió algo de daño, pero lo había conseguido. Estaba volando.
¿Quién se lo iba a imaginar? Ni si quiera ella, ya acostumbrada a las limitaciones de su movimiento, había llegado a pensar que sería posible sentir tal libertad. Se tomó unos segundos para regodearse de aquella sensación. Notaba la electricidad recorrer todo su cuerpo, cada célula, cada nervio. Podía notar el metal a su alrededor y cómo éste esperaba ansioso a ser atraído por el magnetismo de la rubia. Pero aún no era el momento. — ¡Ragnheidr! ¡Tengo algo que preguntarte! — Le avisó, pero todavía no soltó la pregunta. No, primero se lanzó a por él. Se movió lo más rápido que pudo en el aire a la vez que daba un giro sobre su propio eje, preparando el brazo derecho para asestar un nuevo golpe contra el pecho del gigante. Sentía su corazón latir a mil por hora, puede que en parte fuera debido a la electricidad que le rodeaba, pero eso no era todo. Estaba nerviosa, estaba a punto de dar un paso bastante importante para ella.
Al llegar frente a él, proyectó su puñetazo, imbuído en haki, en electricidad y con toda la fuerza que pudo reunir, tensando los músculos de su brazo al máximo. Quería que Ragn viera de lo que era capaz de hacer, de que no solo era buena aguantando las hostias, que también podía darlas. A la vez que liberaba su puño, gritó con toda la capacidad que sus pulmones le permitieron. — ¡Hace muchos años, salvaste a una chica en un vertedero! ¡Le estaban dando una paliza, y tú la ayudaste! ¿Me equivoco? — Estaba tan nerviosa que no sabía si el temblor de su cuerpo era por la electricidad o por su inquietud. Si estaba equivocada, Ragn se creería que estaba loca, que se imaginaba cosas y que le faltaba un hervor. Pero... ¿y si estaba en lo cierto? ¿Y si Ragnheidr era ese enmascarado salvaje que la ayudó hace tantos años? Sentía una corazonada de que así era, pero a la vez, el miedo a lo que su posible error podría desembocar.
Pero la rubia acababa de recibir un golpe, y no pensaba ser la única en salir de esa pelea con sangre encima. Así que usó su nueva habilidad del haki para tratar de escapar de su agarre, proyectando un puñetazo en el interior de su gas, cubriendo ambos brazos de esa armadura negruzca. Aunque el plan no salió como lo había pensado en su cabeza, aquel golpe no la liberó completamente, sino que mandó a los dos a volar unos cuantos metros en el aire. Pudo soltar el brazo derecho, eso sí, pero seguía agarrada del otro. Estuvo a punto de cargar otro puñetazo para tratar de soltarse del todo, pero Ragnheidr fue más rápido. La mano de Ragn que aún la sujetaba se volvió en gas morado de repente provocando en ella una inmediata sensación abrasadora incluso con el haki protegiéndola. La mujer gritó del dolor y de la sorpresa, pues el vikingo la zarandeó en el aire como si fuera una bandera antes de tirarla contra el suelo con toda la fuerza que tenía.
Aterrizó contra el duro suelo de tierra, derrapando unos cuantos metros más antes de frenar y provocando un pequeño hundimiento en la zona de la caída. Tenía ganas de deshacer el haki de sus brazos, de comprobar sí realmente se lo había quemado o si estaba bien. Pero eso le haría perder el tiempo... seguía picando, pero debía concentrarse. Ahora estaba libre, tenía que ser rápida y pensar en una forma de devolverle el golpe que acababa de pegarle. El hombre aterrizó elegantemente, formado en gas, mientras ella escupió una mezcla de sangre y saliva a su costado derecho. ¿Arriba? Y tanto que arriba. Sabía que Ragnheidr no le iba a conceder un solo respiro, así que asimiló el dolor y comenzó a liberar su poder. Un poder que Ragn aún no habría visto.
Con una anticipación leve, pero suficiente, Airgid se electrificó de repente. Su cuerpo irradió una oleada potente de rayos amarillos, como un chispazo que luego se estabilizó, formando pequeños rayos visibles a su alrededor. Su cabello se erizó debido al magnetismo con una rapidez que rompió su coletero, dejando sus hermosos mechones dorados volar alrededor de ella, como la melena de un león. Todo, a la vez que el cuerpo de la mujer se elevaba en el cielo, levitando, flotando, tratando de esquivar así el golpe que Ragn había dirigida hacia ella. Su pierna recibió algo de daño, pero lo había conseguido. Estaba volando.
¿Quién se lo iba a imaginar? Ni si quiera ella, ya acostumbrada a las limitaciones de su movimiento, había llegado a pensar que sería posible sentir tal libertad. Se tomó unos segundos para regodearse de aquella sensación. Notaba la electricidad recorrer todo su cuerpo, cada célula, cada nervio. Podía notar el metal a su alrededor y cómo éste esperaba ansioso a ser atraído por el magnetismo de la rubia. Pero aún no era el momento. — ¡Ragnheidr! ¡Tengo algo que preguntarte! — Le avisó, pero todavía no soltó la pregunta. No, primero se lanzó a por él. Se movió lo más rápido que pudo en el aire a la vez que daba un giro sobre su propio eje, preparando el brazo derecho para asestar un nuevo golpe contra el pecho del gigante. Sentía su corazón latir a mil por hora, puede que en parte fuera debido a la electricidad que le rodeaba, pero eso no era todo. Estaba nerviosa, estaba a punto de dar un paso bastante importante para ella.
Al llegar frente a él, proyectó su puñetazo, imbuído en haki, en electricidad y con toda la fuerza que pudo reunir, tensando los músculos de su brazo al máximo. Quería que Ragn viera de lo que era capaz de hacer, de que no solo era buena aguantando las hostias, que también podía darlas. A la vez que liberaba su puño, gritó con toda la capacidad que sus pulmones le permitieron. — ¡Hace muchos años, salvaste a una chica en un vertedero! ¡Le estaban dando una paliza, y tú la ayudaste! ¿Me equivoco? — Estaba tan nerviosa que no sabía si el temblor de su cuerpo era por la electricidad o por su inquietud. Si estaba equivocada, Ragn se creería que estaba loca, que se imaginaba cosas y que le faltaba un hervor. Pero... ¿y si estaba en lo cierto? ¿Y si Ragnheidr era ese enmascarado salvaje que la ayudó hace tantos años? Sentía una corazonada de que así era, pero a la vez, el miedo a lo que su posible error podría desembocar.