Lemon Stone
MVP
13-10-2024, 08:42 PM
Soltó una sonrisita nerviosa cuando tocó la mano de Aletas. Era como la de una persona, con esto refiriéndose a que no era viscosa ni gelatinosa. Tampoco olía a mar. Jamás había tocado a una sirena, de hecho, nunca había visto a una. Sabía que existían porque su padre lo había llevado un par de veces a una de esas subastas donde venden gente, gente con aletas y gente grande, muy grande.
-Oye, Aletas, somos camaradas, ¿cierto? -le dijo, incorporándose para sentarse en la toalla de playa. Entonces, tomaría atrevidamente las manos de Aletas y la miraría directo a los ojos con la pasión de un enamorado-. Necesito que me hagas un favor. Creo que solo tú puedes ayudarme con esto, y por como están las cosas diría que es de vida o muerte-. Tomó silencio, generando cierta tensión en el ambiente, entre Lemon y Aletas-. ¿Me ayudas a darme un chapuzón? Es que si lo hago solito me hundiré y no quiero morir ahogado… Puedo subirme encima de ti o puedo ir debajo, ya sabes, hacemos un Titanic submarino: me agarras de los sobacos y nadamos un rato. ¿Qué me dices?
Y cuando aseguró que, si Lemon se portaba bien tendría “ese” concierto, su corazón dio un vuelco. No lo había sentido de vuelta desde que estuvo con Bea. Soltó otra sonrisa rebosante de confianza: portarse bien era lo que mejor se le daba. Nunca tuvo una anotación negativa en el libro de clases en el colegio, no porque hiciera caso, si no porque su padre financiaba buena parte de la institución educativa y meterse con uno de los Stone aseguraba la quiebra financiera.
-Tienes un nombre bonito, aunque soy malo con los nombres -confesó Lemon-. Así que te llamaré por tu nombre encubierto: Aletas. Lo acabo de inventar, ¿te gusta?
La conversación iba por buen camino, siempre era así con los camaradas. Había algo más grande y profundo que los unía. Según Lemon, eran las pegatinas de la Causa, hilos imaginarios conectados a cada uno de los miembros de la Armada que los hacían ser un auténtico grupo en contra de la individualidad.
-¿Cierto que tampoco son muchos? De acuerdo con el MANUAL, pasarían a ser propiedad del Ejército Revolucionario, pero ¿qué pasa si me encariño y los quiero solo para mí? ¿Eso no me convertiría en un sucio capitalista? -preguntó, su voz reflejando un genuino afligimiento-. En fin, preocupaciones para el Lemon del futuro -decretó con una sonrisa despreocupada.
Iba a encender un cigarrillo cuando Aletas preguntó si había comido un fruto de aspecto extraño. Je, se iba a cagar encima cuando supiera todo lo que Lemon se había echado a la boca. Si le gustaban las mujeres sin piernas, era esperable que tuviera gustos exóticos con la comida. Aun así, hizo un esfuerzo por recordar si había tragado una fruta un tanto más raro que las otras… Pero nada.
-Puede que haya comido algo en mal estado alguna vez. ¿Eres doctora? Oh, por favor, sáname de este infierno llamado “no puedo surfear sin hundirme” -le pidió, dedicándole una sonrisa amigable-. Y te doy las gracias por no ser del Departamento de Cobros y Relaciones Sociales, que no sé por qué esas dos cosas van juntas en el mismo departamento, pero no soy yo quien los nombra.
Guardó silencio por un breve instante, lo que para Lemon era lo mismo que una eternidad, y contempló el mar. Las olas rompían con fuerza en la berma, la espuma sobreviviendo efímeramente en la costa. Lo echaba de menos, en serio. Subirse a la tabla, dejarse deslizar por el movimiento de las olas, estamparse contra la arena y sacarse los granitos pétreos del culo… Ah, era toda una experiencia que no podría volver a vivir. ¿Algún día dejaría de hundirse? ¿Y si se hundía porque estaba gordo y no por tener piedras en los riñones? Puede que esa fuera la razón, este último tiempo había estado comiendo muchas hamburguesas. ¿Se tendría que hacer vegano? Era una posibilidad, pero si quería volver a sentir el viento marino y las olas… Oh, sí: se le había ocurrido una idea mejor.