Percival Höllenstern
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13-10-2024, 10:53 PM
(Última modificación: 13-10-2024, 10:53 PM por Percival Höllenstern.)
El sol apenas ha comenzado a trepar sobre el horizonte, llenando el cielo con esa luz anaranjada y suave que anuncia el amanecer. Los tejados de la ciudad empiezan a reflejar los primeros rayos del día, pero aún se respira la quietud de las primeras horas de la mañana. Respiro profundamente mientras desenvuelvo una flecha más del carcaj que llevo a la espalda. El aire fresco de la mañana acaricia mi rostro y mis manos, despejando lo que queda de la fatiga de la noche.
Desde mi posición elevada, tengo una vista perfecta del canal abajo, donde un buzo se desplaza, apenas visible entre las sombras que aún quedan de la noche. Es la presa perfecta, completamente ajeno a la amenaza que lo acecha desde las alturas. La tensión del arco se siente natural en mis manos, como una extensión de mi propio cuerpo. Me concentro, dejando que el sonido del viento y el murmullo de la ciudad aún adormecida se desvanezcan. El silencio se apodera de mí mientras ajusto la mira.
Un leve chasquido rompe el aire cuando suelto la cuerda. La flecha corta la distancia con precisión letal, impactando en el buzo, enterrándose profundamente en su pecho. El golpe es limpio, no hace falta comprobar nada más. El cuerpo cae con el peso de la muerte.
Frunzo el ceño al ver como a la distancia, el mochuelo, el novato de la Armada Revolucionaria se elevaba por medio de sus dos alas mientras porta a un pequeño tontatta malhumorado.
Reconozco al instante al tontatta: Tofun, un personaje tan peculiar como absurdo. La escena es tan disparatada que por un momento me detengo, entre la incredulidad y la diversión.
Tofun. Ese diminuto desgraciado tiene fama de gran bebedor, pero ¿volando? Eso es nuevo.
—No puede ser… —murmuro, sin poder evitar una sonrisa.
Termino de guardar el arco a mi espalda, asegurándome de que no se caiga mientras observo la extraña escena. Entonces, algo más llama mi atención. A lo lejos, más allá del tontatta volador y su carga moribunda, veo una figura colosal moviéndose hacia ellos. Es un gyojin, y no cualquier gyojin. Parece que este era Umibozu. Su nombre resuena en mi mente como una advertencia, y cuando lo veo, es fácil entender por qué. El gigante tiene una apariencia grotesca, casi de pesadilla. Su piel oscura y escamosa brilla débilmente bajo la luz del amanecer, mientras sus ojos hundidos y su boca plagada de dientes afilados le dan un aire monstruoso. Su rostro recuerda al de un pez abisal, una criatura sacada de las profundidades más oscuras del océano.
Umibozu no está aquí para pasear. No me sorprendería si estuviera esperando convertir al tontatta y del pequeño halcón en un desayuno improvisado de no ser porque conocía sus vinculaciones con la Armada Revolucionaria.
Veo a Allistair, el hombre alado que lleva a Tofun, el pequeño tontatta borracho, sujetándolo con una mano mientras vuelan erráticamente. Allistair, con sus alas extendidas y sus movimientos calculados, intenta maniobrar hacia una gigantesca figura que se desplaza sobre el agua. Umibozu.
No puedo evitar esbozar una sonrisa de incredulidad. Estos tres, en toda su ridícula gloria, han hecho equipo para algo más grande. Sé que no son mis enemigos, pero la idea de dejar que se vayan volando hacia el horizonte sobre ese monstruo marino no me entusiasma. No, ahora que tengo un interés particular en lo que están haciendo.
Ajusto el arco a mi espalda y me inclino hacia adelante. Mi cuerda con gancho cuelga de mi cinturón, preparada para ser usada. Necesito moverme rápido si quiero alcanzarlos, y saltar entre los tejados es lo único que me permitirá mantenerme a la par de esos locos.
Respiro hondo, mis músculos se tensan, y doy el primer salto. Mis pies tocan el siguiente techo sin hacer ruido, mis piernas absorbiendo el impacto con precisión. No hay margen para el error; si resbalo, pierdo la ventaja. Al frente, Allistair ya se aproxima a Umibozu con Tofun todavía riendo como un borracho empedernido. Me muevo, impulsándome con velocidad y elegancia entre los edificios, usando las sombras que aún quedan como mi cobertura. Necesito un ángulo para lanzar mi cuerda.
Miro a Umibozu nuevamente, su espalda ancha y escamosa se mueve despacio por el canal, y a lo lejos, Allistair y Tofun parecen estar a punto de aterrizar sobre él. Están usando al gyojin como transporte, probablemente para moverse con discreción. Pero si creen que me van a dejar atrás tan fácilmente, están muy equivocados.
Doy otro salto, esta vez más largo, aterrizando en una cornisa baja. El viento de la mañana me da en la cara, despejándome la mente. A medida que avanzo, los sonidos de la ciudad que despierta comienzan a mezclarse con el chapoteo del agua y los murmullos distantes de las pocas personas que ya están en las calles. El tiempo es crucial.
Mis dedos se cierran firmemente sobre la cuerda con gancho. El peso del metal frío en mi mano me recuerda que este es mi momento. Encuentro el tejado adecuado, uno que me ofrece una vista clara y una posición lo suficientemente alta para lanzar mi cuerda. Allistair y Tofun ya están descendiendo hacia Umibozu, pero si soy rápido, puedo unirme a ellos.
Con un movimiento rápido, giro la cuerda sobre mi cabeza y lanzo el gancho hacia adelante. La cuerda silba en el aire antes de engancharse firmemente en una estructura en la espalda de Umibozu. Sonrío para mis adentros, el tiro fue perfecto. Me aseguro de que la cuerda esté bien sujeta, agarro con firmeza y me lanzo al vacío.
La cuerda se tensa, y el viento me azota mientras me balanceo hacia adelante, los tejados quedan atrás y el agua debajo de mí se extiende como un espejo reluciente. Mi cuerpo se siente ligero, flotando por un momento antes de que la gravedad me empuje hacia el gigantesco gyojin. Al acercarme, veo cómo Allistair y Tofun aterrizan con gracia en la espalda del monstruo, con Tofun tambaleándose un poco antes de dejarse caer de espaldas, todavía aferrado a su cogorza.
Suelto la cuerda en el momento preciso, dejándome caer en la grupa de Umibozu con cierta precisión pero sin tener del todas conmigo por el propio viento. Aterrizo forzadamente en cuclillas, sintiendo la rugosidad de las escamas del gyojin bajo mis manos. Su piel es fría y viscosa, como el fondo del océano mismo. Me mantengo agachado por un momento, observando a mis compañeros de viaje improvisados.
—¿Qué, no está tan mal, no? Impresionaos o algo...— dije al tiempo que torciendo un poco la boca, hice chascar la lengua contra el paladar y me cruzaba de brazos. — Al menos no estoy tan hecho mierda como este— dije con una ligera risa, señalando al hombre de pelo cano, cuya cara se resguardaba tras un tricornio mientras sonaba un ligero crujido de dedos, fruto de la oposición de mis dedos con el pulgar.
—¿Qué hay polluelo y compañía? — dije entonces abriéndome de brazos en pose dubitativa y poniéndome en cuclillas sobre la bestia que se encontraba a mis pies, en una postura totalmente pandillera, mirando al Lunarian con cierto gesto de condescendencia.
Desde mi posición elevada, tengo una vista perfecta del canal abajo, donde un buzo se desplaza, apenas visible entre las sombras que aún quedan de la noche. Es la presa perfecta, completamente ajeno a la amenaza que lo acecha desde las alturas. La tensión del arco se siente natural en mis manos, como una extensión de mi propio cuerpo. Me concentro, dejando que el sonido del viento y el murmullo de la ciudad aún adormecida se desvanezcan. El silencio se apodera de mí mientras ajusto la mira.
Un leve chasquido rompe el aire cuando suelto la cuerda. La flecha corta la distancia con precisión letal, impactando en el buzo, enterrándose profundamente en su pecho. El golpe es limpio, no hace falta comprobar nada más. El cuerpo cae con el peso de la muerte.
Frunzo el ceño al ver como a la distancia, el mochuelo, el novato de la Armada Revolucionaria se elevaba por medio de sus dos alas mientras porta a un pequeño tontatta malhumorado.
Reconozco al instante al tontatta: Tofun, un personaje tan peculiar como absurdo. La escena es tan disparatada que por un momento me detengo, entre la incredulidad y la diversión.
Tofun. Ese diminuto desgraciado tiene fama de gran bebedor, pero ¿volando? Eso es nuevo.
—No puede ser… —murmuro, sin poder evitar una sonrisa.
Termino de guardar el arco a mi espalda, asegurándome de que no se caiga mientras observo la extraña escena. Entonces, algo más llama mi atención. A lo lejos, más allá del tontatta volador y su carga moribunda, veo una figura colosal moviéndose hacia ellos. Es un gyojin, y no cualquier gyojin. Parece que este era Umibozu. Su nombre resuena en mi mente como una advertencia, y cuando lo veo, es fácil entender por qué. El gigante tiene una apariencia grotesca, casi de pesadilla. Su piel oscura y escamosa brilla débilmente bajo la luz del amanecer, mientras sus ojos hundidos y su boca plagada de dientes afilados le dan un aire monstruoso. Su rostro recuerda al de un pez abisal, una criatura sacada de las profundidades más oscuras del océano.
Umibozu no está aquí para pasear. No me sorprendería si estuviera esperando convertir al tontatta y del pequeño halcón en un desayuno improvisado de no ser porque conocía sus vinculaciones con la Armada Revolucionaria.
Veo a Allistair, el hombre alado que lleva a Tofun, el pequeño tontatta borracho, sujetándolo con una mano mientras vuelan erráticamente. Allistair, con sus alas extendidas y sus movimientos calculados, intenta maniobrar hacia una gigantesca figura que se desplaza sobre el agua. Umibozu.
No puedo evitar esbozar una sonrisa de incredulidad. Estos tres, en toda su ridícula gloria, han hecho equipo para algo más grande. Sé que no son mis enemigos, pero la idea de dejar que se vayan volando hacia el horizonte sobre ese monstruo marino no me entusiasma. No, ahora que tengo un interés particular en lo que están haciendo.
Ajusto el arco a mi espalda y me inclino hacia adelante. Mi cuerda con gancho cuelga de mi cinturón, preparada para ser usada. Necesito moverme rápido si quiero alcanzarlos, y saltar entre los tejados es lo único que me permitirá mantenerme a la par de esos locos.
Respiro hondo, mis músculos se tensan, y doy el primer salto. Mis pies tocan el siguiente techo sin hacer ruido, mis piernas absorbiendo el impacto con precisión. No hay margen para el error; si resbalo, pierdo la ventaja. Al frente, Allistair ya se aproxima a Umibozu con Tofun todavía riendo como un borracho empedernido. Me muevo, impulsándome con velocidad y elegancia entre los edificios, usando las sombras que aún quedan como mi cobertura. Necesito un ángulo para lanzar mi cuerda.
Miro a Umibozu nuevamente, su espalda ancha y escamosa se mueve despacio por el canal, y a lo lejos, Allistair y Tofun parecen estar a punto de aterrizar sobre él. Están usando al gyojin como transporte, probablemente para moverse con discreción. Pero si creen que me van a dejar atrás tan fácilmente, están muy equivocados.
Doy otro salto, esta vez más largo, aterrizando en una cornisa baja. El viento de la mañana me da en la cara, despejándome la mente. A medida que avanzo, los sonidos de la ciudad que despierta comienzan a mezclarse con el chapoteo del agua y los murmullos distantes de las pocas personas que ya están en las calles. El tiempo es crucial.
Mis dedos se cierran firmemente sobre la cuerda con gancho. El peso del metal frío en mi mano me recuerda que este es mi momento. Encuentro el tejado adecuado, uno que me ofrece una vista clara y una posición lo suficientemente alta para lanzar mi cuerda. Allistair y Tofun ya están descendiendo hacia Umibozu, pero si soy rápido, puedo unirme a ellos.
Con un movimiento rápido, giro la cuerda sobre mi cabeza y lanzo el gancho hacia adelante. La cuerda silba en el aire antes de engancharse firmemente en una estructura en la espalda de Umibozu. Sonrío para mis adentros, el tiro fue perfecto. Me aseguro de que la cuerda esté bien sujeta, agarro con firmeza y me lanzo al vacío.
La cuerda se tensa, y el viento me azota mientras me balanceo hacia adelante, los tejados quedan atrás y el agua debajo de mí se extiende como un espejo reluciente. Mi cuerpo se siente ligero, flotando por un momento antes de que la gravedad me empuje hacia el gigantesco gyojin. Al acercarme, veo cómo Allistair y Tofun aterrizan con gracia en la espalda del monstruo, con Tofun tambaleándose un poco antes de dejarse caer de espaldas, todavía aferrado a su cogorza.
Suelto la cuerda en el momento preciso, dejándome caer en la grupa de Umibozu con cierta precisión pero sin tener del todas conmigo por el propio viento. Aterrizo forzadamente en cuclillas, sintiendo la rugosidad de las escamas del gyojin bajo mis manos. Su piel es fría y viscosa, como el fondo del océano mismo. Me mantengo agachado por un momento, observando a mis compañeros de viaje improvisados.
—¿Qué, no está tan mal, no? Impresionaos o algo...— dije al tiempo que torciendo un poco la boca, hice chascar la lengua contra el paladar y me cruzaba de brazos. — Al menos no estoy tan hecho mierda como este— dije con una ligera risa, señalando al hombre de pelo cano, cuya cara se resguardaba tras un tricornio mientras sonaba un ligero crujido de dedos, fruto de la oposición de mis dedos con el pulgar.
—¿Qué hay polluelo y compañía? — dije entonces abriéndome de brazos en pose dubitativa y poniéndome en cuclillas sobre la bestia que se encontraba a mis pies, en una postura totalmente pandillera, mirando al Lunarian con cierto gesto de condescendencia.