Tofun
El Largo
14-10-2024, 01:45 AM
El ambiente cambió de inmediato cuando el panda, en vez de ser una amenaza como había pensado, resultó ser un ser sorprendentemente amigable. ¡Un ser de luz! No en el sentido literal, claro está, pero su calma y la manera en que utilizó la palabra "muchachín" me dejaron desconcertado. —Oh...— solté, relajando completamente la postura que había adoptado para el combate. —Qué agradable sujeto— musité para que Umibozu lo escuchara, aún sin quitarle la vista al panda. ¿Un panda que se llama Panda? Pues bien, no se complicaba la vida este tipo.
—Encantado...— hice una pequeña pausa y, con un leve "hip" interrumpiéndome, añadí —Yo soy El Largo, aunque en realidad soy un tontatta, pero bueno, la vida es rara. — Luego, como si me cayera el peso de la realidad encima, me di cuenta del surrealismo de la situación: estaba paseando junto a una colosal criatura marina, Umibozu, cuyas fauces eran lo suficientemente grandes como para tragarse un barco entero. — Oh, ¿él? — señalé a Umibozu mientras me tambaleaba un poco. — Inofensivo. Ya se ha comido siete ballenas hoy. Después de la quinta, siempre se calma. Shahahaha ¡Hip!.
La risa me agotó de inmediato y tuve que llevarme una mano al pecho para recuperar el aliento. Entre el hipo y el surrealismo de la situación, no sabía si estaba en una pesadilla o en una de mis borracheras de empatar cuatro dias seguidos de fiesta.
Intentando mantener la conversación relajada, continué: — ¿Sois de por aquí? — trataba de sacarles algo de información, aunque no estaba seguro de que fueran los más informados. — Estuve en esta isla hace mucho. Recuerdo que el lugar tenía fama por sus artes marciales, pero el mundo cambia tan rápido... Ahora dónde antes había una buena taberna de mala muerte, seguro que hay una tienda de peluches. —. No pude evitar echar un vistazo al panda y pensar lo bien que encajaría como mascota en una de esas tiendas.
— Por cierto, joven, ¿cómo te llamas? ¿Cuál es tu bebida favorita? — pregunté de repente, sin conexión alguna con la conversación. Me acerqué a él, sin dejar de observar sus manos reforzadas con muñequeras. Mi actitud seguía siendo totalmente pacífica, pero podía notar la tensión en Yoshi, el chico parecía estar alerta. No lo culpo, con Umibozu a su lado cualquiera se mantendría en guardia. Imponente no alcanzaba a describirlo. — Oye — le dije, señalando sus manos — si eres luchador, te recomiendo que entrenes con el grandullón. Es un excelente saco de boxeo... ¡Hip! Shahahahaha.—La risa estalló en mi pecho, recordando nuestras peleas anteriores. Aunque claro, llamarlo "saco de boxeo" era quedarse corto. Umibozu no solo devolvía los golpes, los multiplicaba por diez.
Yo intentaba parecer un tipo normal, como si no fuera el loco que acababa de ofrecerle enfrentarse a una criatura gigantesca con la capacidad de destrozar montañas. Qué cosas más raras me pasan cuando bebo, osea, siempre...
—Encantado...— hice una pequeña pausa y, con un leve "hip" interrumpiéndome, añadí —Yo soy El Largo, aunque en realidad soy un tontatta, pero bueno, la vida es rara. — Luego, como si me cayera el peso de la realidad encima, me di cuenta del surrealismo de la situación: estaba paseando junto a una colosal criatura marina, Umibozu, cuyas fauces eran lo suficientemente grandes como para tragarse un barco entero. — Oh, ¿él? — señalé a Umibozu mientras me tambaleaba un poco. — Inofensivo. Ya se ha comido siete ballenas hoy. Después de la quinta, siempre se calma. Shahahaha ¡Hip!.
La risa me agotó de inmediato y tuve que llevarme una mano al pecho para recuperar el aliento. Entre el hipo y el surrealismo de la situación, no sabía si estaba en una pesadilla o en una de mis borracheras de empatar cuatro dias seguidos de fiesta.
Intentando mantener la conversación relajada, continué: — ¿Sois de por aquí? — trataba de sacarles algo de información, aunque no estaba seguro de que fueran los más informados. — Estuve en esta isla hace mucho. Recuerdo que el lugar tenía fama por sus artes marciales, pero el mundo cambia tan rápido... Ahora dónde antes había una buena taberna de mala muerte, seguro que hay una tienda de peluches. —. No pude evitar echar un vistazo al panda y pensar lo bien que encajaría como mascota en una de esas tiendas.
— Por cierto, joven, ¿cómo te llamas? ¿Cuál es tu bebida favorita? — pregunté de repente, sin conexión alguna con la conversación. Me acerqué a él, sin dejar de observar sus manos reforzadas con muñequeras. Mi actitud seguía siendo totalmente pacífica, pero podía notar la tensión en Yoshi, el chico parecía estar alerta. No lo culpo, con Umibozu a su lado cualquiera se mantendría en guardia. Imponente no alcanzaba a describirlo. — Oye — le dije, señalando sus manos — si eres luchador, te recomiendo que entrenes con el grandullón. Es un excelente saco de boxeo... ¡Hip! Shahahahaha.—La risa estalló en mi pecho, recordando nuestras peleas anteriores. Aunque claro, llamarlo "saco de boxeo" era quedarse corto. Umibozu no solo devolvía los golpes, los multiplicaba por diez.
Yo intentaba parecer un tipo normal, como si no fuera el loco que acababa de ofrecerle enfrentarse a una criatura gigantesca con la capacidad de destrozar montañas. Qué cosas más raras me pasan cuando bebo, osea, siempre...