Lemon Stone
MVP
14-10-2024, 06:13 AM
Varios días después...
-Es increíble cómo la grandeza puede pasar desapercibida -murmuró, ajustándose el cuello de su chaqueta de cuero mientras observaba a unos campesinos cargando heno-. Esta gente tiene la suerte de tener a un héroe en su pueblo y ni siquiera lo saben.
Lemon llevaba ya unos días en el pueblo, lo suficiente para haberse convertido en el centro de varios pequeños desastres. Su intento de ayudar en el mercado había terminado con tomates aplastados y naranjas rodando por las calles. Pero, en su mente, todo esto eran solo pequeñas batallas que estaba ganando en nombre de "La Causa". Claro, sus métodos podían ser... poco ortodoxos, pero, ¿quién necesitaba ortodoxia cuando tenías estilo?
Llegó a la panadería de Bea, una pequeña y encantadora casita de madera con flores en la ventana. Ah, Bea. En su mente, ella era como una musa rural, una campesina con encanto que no sabía cuánto lo necesitaba en su vida. Entró a la panadería con su típica sonrisa deslumbrante.
-¡Bea! -exclamó, llenando el pequeño espacio con su presencia-. Aquí está tu héroe diario, listo para salvar el día. ¿Qué caos podemos desatar hoy?
Bea, que estaba amasando pan detrás del mostrador, levantó la vista y sonrió, acostumbrada ya a las entradas dramáticas de Lemon.
-Lemon, no creo que sea necesario desatar caos. Solo necesito que me ayudes a llevar unos sacos de harina al almacén.
Lemon se acercó rápidamente, con aire altivo. -¿Harina? ¿Eso es todo? ¡Eso es demasiado sencillo para un revolucionario de mi calibre! Pero no te preocupes, querida Bea, yo haré de esto una gesta digna de una epopeya.
Bea se limitó a sonreír, sin dejar de amasar. Lemon se dirigió a los sacos, evaluando la situación como si estuviera a punto de enfrentarse a un dragón. Con un esfuerzo excesivo, levantó uno de los sacos y, en su exageración, lo dejó caer de golpe, haciendo que una nube de harina lo envolviera por completo.
-¡Por la Causa! -tosió Lemon, intentando mantener la dignidad mientras estaba cubierto de polvo blanco-. ¡Todo sacrificio es poco en nombre de la justicia!
Bea no pudo evitar reírse.
-Creo que sería más fácil si los llevaras de uno en uno, no hace falta dramatizar tanto.
Lemon se sacudió la harina de la chaqueta y le sonrió con suficiencia. -No te preocupes por mí, Bea. El dramatismo es parte del paquete revolucionario.
Lemon había decidido que, en su mente, Bea y él compartían una especie de romance épico. Claro, ella no lo sabía aún, pero eso no era un problema. Durante una pausa en el trabajo, Lemon decidió escribirle un poema. Como un auténtico héroe de antaño, sentía que las palabras eran una poderosa arma. Sentado frente a una mesa en la pequeña posada donde se hospedaba, mordió el extremo de una pluma, buscando inspiración.
-"Oh, Bea, mi musa campesina... Tu cabello es como... como... el trigo... ¡No! El oro en los campos. Tus manos amasadoras, como las... armas de un soldado... revolucionario". -Lemon sonrió, orgulloso de su obra-. ¡Perfecto! Es una obra maestra.
Esa tarde, con aire triunfante, llevó el poema a la panadería de Bea. Cuando llegó, la encontró limpiando los utensilios tras una jornada de trabajo.
-Bea, querida -dijo, acercándose con aire teatral-. He compuesto algo para ti. Un poema. No todos los días un revolucionario dedica versos.
Bea lo miró, un poco sorprendida, pero con una sonrisa paciente. -¿Un poema? Oh, Lemon, no tenías que hacerlo.
-No, no -la interrumpió él-. ¡Debía hacerlo! El arte también es parte de la revolución.
Lemon le entregó el papel con solemnidad. Bea lo leyó en silencio, sus ojos moviéndose lentamente por las líneas. Cuando terminó, su sonrisa se amplió y soltó una risa suave.
-Es... muy bonito, Lemon. Aunque lo de las "manos amasadoras como armas de soldado" es un poco... extraño.
Lemon, siempre rápido para ajustar la narrativa a su favor, sonrió y añadió: -Ah, claro, lo escribí con un poco de licencia artística. Pero lo importante es que capta la esencia de tu espíritu revolucionario.
Bea, divertida, dejó el poema sobre la mesa. -Gracias, Lemon. Siempre logras sacarme una sonrisa.
Lemon infló el pecho, satisfecho. Para él, había sido una victoria absoluta. Bea estaba "impresionada", y eso era todo lo que necesitaba para confirmar que su gesta heroica seguía en marcha.
Con el festival local acercándose, Lemon vio una oportunidad para brillar más que nunca. En su mente, el festival era la ocasión perfecta para que el pueblo reconociera su grandeza. Fue directamente a hablar con algunos aldeanos, convenciéndolos de que, como maestro de ceremonias, haría del festival un evento inolvidable.
-¡Imagina! -les dijo-. Un desfile, fuegos artificiales, una celebración revolucionaria para el pueblo. ¡Todo gracias a Lemon Stone!
Los aldeanos, aunque inicialmente desconfiados, terminaron aceptando, principalmente porque les hacía gracia ver qué haría Lemon a continuación.
Durante el festival, Lemon organizó una serie de competiciones, incluyendo un concurso de fuerza, en el que, por supuesto, decidió participar. El problema fue que, al intentar levantar una piedra enorme para impresionar a Bea, terminó tirándosela sobre el pie. Los aldeanos, ya acostumbrados a sus desastres, estallaron en risas.
-¡Lo hice a propósito! -exclamó Lemon, cojeando mientras intentaba salvar la situación-. ¡Una muestra de que incluso los héroes deben caer para levantarse de nuevo!
Bea, que observaba desde el escenario, se reía abiertamente, disfrutando del espectáculo.
Al final del festival, Lemon decidió que su "huella" en el pueblo debía ser inmortalizada. Convenció a algunos niños para que lo ayudaran a construir una pequeña estatua de madera en su honor. Con gran esfuerzo, lograron levantar una figura tosca que apenas se sostenía en pie.
-¡Ahí está! -exclamó Lemon, orgulloso-. Mi legado. Una estatua que representará mi sacrificio y grandeza.
Bea, acercándose con una sonrisa, observó la estatua tambaleante y comentó: -¿No crees que la verdadera huella que dejas está más en las risas y las historias que compartimos?
Lemon, sorprendido, intentó convertir sus palabras en algo más épico. -Claro, claro... pero, una estatua también ayuda.
Pero, justo en ese momento, la estatua de madera se derrumbó con un crujido. Bea rio, y Lemon, con una sonrisa resignada, aceptó su destino.
-Bueno -dijo-, supongo que no todas las gestas son eternas... pero, ¡lo intenté!
Bea, divertida, puso una mano en su hombro.
-Lo que importa es que lo hiciste con estilo, Lemon.
Lemon sonrió, satisfecho. Al final del día, si había algo que sabía hacer bien, era mantener su estilo.
Lemon llevaba ya unos días en el pueblo, lo suficiente para haberse convertido en el centro de varios pequeños desastres. Su intento de ayudar en el mercado había terminado con tomates aplastados y naranjas rodando por las calles. Pero, en su mente, todo esto eran solo pequeñas batallas que estaba ganando en nombre de "La Causa". Claro, sus métodos podían ser... poco ortodoxos, pero, ¿quién necesitaba ortodoxia cuando tenías estilo?
Llegó a la panadería de Bea, una pequeña y encantadora casita de madera con flores en la ventana. Ah, Bea. En su mente, ella era como una musa rural, una campesina con encanto que no sabía cuánto lo necesitaba en su vida. Entró a la panadería con su típica sonrisa deslumbrante.
-¡Bea! -exclamó, llenando el pequeño espacio con su presencia-. Aquí está tu héroe diario, listo para salvar el día. ¿Qué caos podemos desatar hoy?
Bea, que estaba amasando pan detrás del mostrador, levantó la vista y sonrió, acostumbrada ya a las entradas dramáticas de Lemon.
-Lemon, no creo que sea necesario desatar caos. Solo necesito que me ayudes a llevar unos sacos de harina al almacén.
Lemon se acercó rápidamente, con aire altivo. -¿Harina? ¿Eso es todo? ¡Eso es demasiado sencillo para un revolucionario de mi calibre! Pero no te preocupes, querida Bea, yo haré de esto una gesta digna de una epopeya.
Bea se limitó a sonreír, sin dejar de amasar. Lemon se dirigió a los sacos, evaluando la situación como si estuviera a punto de enfrentarse a un dragón. Con un esfuerzo excesivo, levantó uno de los sacos y, en su exageración, lo dejó caer de golpe, haciendo que una nube de harina lo envolviera por completo.
-¡Por la Causa! -tosió Lemon, intentando mantener la dignidad mientras estaba cubierto de polvo blanco-. ¡Todo sacrificio es poco en nombre de la justicia!
Bea no pudo evitar reírse.
-Creo que sería más fácil si los llevaras de uno en uno, no hace falta dramatizar tanto.
Lemon se sacudió la harina de la chaqueta y le sonrió con suficiencia. -No te preocupes por mí, Bea. El dramatismo es parte del paquete revolucionario.
Lemon había decidido que, en su mente, Bea y él compartían una especie de romance épico. Claro, ella no lo sabía aún, pero eso no era un problema. Durante una pausa en el trabajo, Lemon decidió escribirle un poema. Como un auténtico héroe de antaño, sentía que las palabras eran una poderosa arma. Sentado frente a una mesa en la pequeña posada donde se hospedaba, mordió el extremo de una pluma, buscando inspiración.
-"Oh, Bea, mi musa campesina... Tu cabello es como... como... el trigo... ¡No! El oro en los campos. Tus manos amasadoras, como las... armas de un soldado... revolucionario". -Lemon sonrió, orgulloso de su obra-. ¡Perfecto! Es una obra maestra.
Esa tarde, con aire triunfante, llevó el poema a la panadería de Bea. Cuando llegó, la encontró limpiando los utensilios tras una jornada de trabajo.
-Bea, querida -dijo, acercándose con aire teatral-. He compuesto algo para ti. Un poema. No todos los días un revolucionario dedica versos.
Bea lo miró, un poco sorprendida, pero con una sonrisa paciente. -¿Un poema? Oh, Lemon, no tenías que hacerlo.
-No, no -la interrumpió él-. ¡Debía hacerlo! El arte también es parte de la revolución.
Lemon le entregó el papel con solemnidad. Bea lo leyó en silencio, sus ojos moviéndose lentamente por las líneas. Cuando terminó, su sonrisa se amplió y soltó una risa suave.
-Es... muy bonito, Lemon. Aunque lo de las "manos amasadoras como armas de soldado" es un poco... extraño.
Lemon, siempre rápido para ajustar la narrativa a su favor, sonrió y añadió: -Ah, claro, lo escribí con un poco de licencia artística. Pero lo importante es que capta la esencia de tu espíritu revolucionario.
Bea, divertida, dejó el poema sobre la mesa. -Gracias, Lemon. Siempre logras sacarme una sonrisa.
Lemon infló el pecho, satisfecho. Para él, había sido una victoria absoluta. Bea estaba "impresionada", y eso era todo lo que necesitaba para confirmar que su gesta heroica seguía en marcha.
Con el festival local acercándose, Lemon vio una oportunidad para brillar más que nunca. En su mente, el festival era la ocasión perfecta para que el pueblo reconociera su grandeza. Fue directamente a hablar con algunos aldeanos, convenciéndolos de que, como maestro de ceremonias, haría del festival un evento inolvidable.
-¡Imagina! -les dijo-. Un desfile, fuegos artificiales, una celebración revolucionaria para el pueblo. ¡Todo gracias a Lemon Stone!
Los aldeanos, aunque inicialmente desconfiados, terminaron aceptando, principalmente porque les hacía gracia ver qué haría Lemon a continuación.
Durante el festival, Lemon organizó una serie de competiciones, incluyendo un concurso de fuerza, en el que, por supuesto, decidió participar. El problema fue que, al intentar levantar una piedra enorme para impresionar a Bea, terminó tirándosela sobre el pie. Los aldeanos, ya acostumbrados a sus desastres, estallaron en risas.
-¡Lo hice a propósito! -exclamó Lemon, cojeando mientras intentaba salvar la situación-. ¡Una muestra de que incluso los héroes deben caer para levantarse de nuevo!
Bea, que observaba desde el escenario, se reía abiertamente, disfrutando del espectáculo.
Al final del festival, Lemon decidió que su "huella" en el pueblo debía ser inmortalizada. Convenció a algunos niños para que lo ayudaran a construir una pequeña estatua de madera en su honor. Con gran esfuerzo, lograron levantar una figura tosca que apenas se sostenía en pie.
-¡Ahí está! -exclamó Lemon, orgulloso-. Mi legado. Una estatua que representará mi sacrificio y grandeza.
Bea, acercándose con una sonrisa, observó la estatua tambaleante y comentó: -¿No crees que la verdadera huella que dejas está más en las risas y las historias que compartimos?
Lemon, sorprendido, intentó convertir sus palabras en algo más épico. -Claro, claro... pero, una estatua también ayuda.
Pero, justo en ese momento, la estatua de madera se derrumbó con un crujido. Bea rio, y Lemon, con una sonrisa resignada, aceptó su destino.
-Bueno -dijo-, supongo que no todas las gestas son eternas... pero, ¡lo intenté!
Bea, divertida, puso una mano en su hombro.
-Lo que importa es que lo hiciste con estilo, Lemon.
Lemon sonrió, satisfecho. Al final del día, si había algo que sabía hacer bien, era mantener su estilo.