Tardó un momento en notar que sus palabras habían caído en oídos sordos. Sin ninguna intención de razonarlo, la ausencia de palabras del abuelo era mas revelador que cualquier respuesta capaz de entregarle, dejando en claro la disposición que tenía para razonar con los hombres, uno de ellos a los cuales no era capaz de despegarle la mirada de encima. Vaya inicio de mediación. Pero para eso estaba allí, ¿no? Por mal que pudiera pintar, no debía dejar de intentar lograr un acuerdo entre ambas partes.
O eso era lo que su tierna mente pensó en un inicio. Lejos de un acuerdo verbal que intentó fomentar, la intervención del mas silencioso de los tres llamó su atención sin demora, dando una negativa a las palabras de Alistair que parecían haber zanjado las cosas de una manera que había sido completamente incapaz de prever. Encontrar ese pequeño bolsillo de paz en la conversación por el tono dulce en la voz del hombre fue... Inesperado, para añadir a la pila de sorpresas.
El hombre con el tabaco llevaba la razón, y nunca intentaría un esfuerzo de demostrarlo contrario, lo cual nuevamente provocó en él una falta de palabras cuando no solo anunció aceptar la situación con el anciano -o al menos eso era lo que pudo entender del intercambio-, sino que además consiguió la retirada de su grupo con tan solo una propuesta en dos palabras. Ni un deje de queja, ni un deje de resistencia de parte de los otros. Había conseguido apaciguar a los dos hombres que parecían estar dispuestos a retener el día entero al viejo si no veían los Bellys que les correspondían. ¿Qué había acabado de ocurrir? Tan solo pudo parpadear un par de veces, confuso por encima de cualquier otra cosa. Todo había salido tan a pedido de boca que... Le dejaba un mal sabor, ese sentimiento que gritaba cómo las cosas no eran lo que parecían. Pero sin pruebas de nada, tan solo podía arrojarlo bajo el tapete y asumirlo como eso: Un presentimiento sin fundamento.
Como sea que fuera, no debía verle la dentadura al caballo regalado. Lo que era otra forma de decir: Aceptar la resolución pacífica que había tenido todo, incluso si su participación había sido meramente de meterse en medio y soltarles cuatro diálogos morales que no procesaron demasiado.
Ahora, su atención recayó en la única de las cuatro personas que aún permanecía en el lugar, no por voluntad propia sino por incapacidad para levantarse por su cuenta. Se acercó a él y le tendió el brazo, buscando que se apoyara en él para ayudarlo a levantarse con cuidado. — ¿Estás herido? — Refiriéndose tanto a la caída de hace un momento como a la escena con los tres hombres, pues desconocía la cantidad de tiempo que esa interacción había durado previo a su llegada a la zona este.
El hombre mayor era tozudo, pero también lo era el revolucionario. Y sabiendo que eventualmente tomaría la ayuda que le ofrecía, el Lunarian esperaría paciente hasta que el mayor decidiera aceptarla, aunque fuese a regañadientes para el hombre. — Soy Alistair. Dígame, ¿le duele la cadera o cerca de ella? — Preguntó en un intento por establecer confianza con el hombre para intentar una conversación mas amena, empezando por presentar su nombre. — Porque resulta que soy un médico. — Añadió — Podría auscultarlo y revisar que todo esté en orden sin cobrar dinero, siempre que no le moleste hablarme un poco del lugar. Estoy de paso y conozco poco, así que me gustaría saber un poco más de aquí. Venga, lo acompaño hasta su hogar y allí puedo revisarlo con mas calma. — Si accedía, podía tomarse su tiempo dirigiendo la conversación sutilmente hacia su objetivo real.
A su llegada, el hogar demostró ser muy diferente de la imagen mental dibujada en su propia psique, e incluso difiriendo mucho de los demás ejemplares con los que cohabitaba en sus alrededores. Era un precioso ejemplo de una residencia hogareña de alta categoría, y si el trabajo que sus ojos observaban era el que habían realizado esos hombres, debía admitir que se impresionaba por el empeño que habían puesto en dejar la casa visualmente apetecible.
— Con cuidado al subir. — Lo ayudó en los escalones cerca de la entrada. Si se había hecho daño en la cadera, tropezar allí podía empeorar gravemente su situación.
Sus ojos pasearon por el interior disimuladamente tan pronto pasaron la puerta principal. Una combinación de colores crema y blanco bien cuidados, con unos escalones inmediatamente a su izquierda llevando a un segundo piso, y un pasillo que finalizaba en un giro a su derecha a donde suponía sería una sala. En las paredes colgaban múltiples fotografías enmarcadas que hizo un esfuerzo visual por observar, intentando sacar información de allí para saber cómo mejor dirigir la conversación; qué preguntar, pero sobre todo que no preguntar.
El recorrido finalmente los llevaría hasta el final del pasillo, y de allí hasta la sala donde sentaría al hombre mayor en una cómoda silla de espaldar alto, un mueble que se conservaba bien a pesar de evidenciar un diseño antiguo y ocultaba bien el desgaste de la madera.
— A ver, veamos... Dígame si le duele o fastidia más de lo usual en cualquier momento. — Lo primero era lo más básico del manual: Pequeños toques en mociones circulares pequeñas, suficientes para causar una reacción en cualquier tejido blanco magullado. Era lo más ideal para aislar la región adolorida, lo que le daría una buena pista de dónde buscar y qué esperar; todo era método científico, un paso a la vez.
Luego, una pequeña prueba de respiración. Sin un estetoscopio, debía depender de su propio oído contra la espalda del hombre mientras cubría bien el libre y una excesiva cantidad de concentración para no dejarse distraer por los ruidos fuera del cuerpo. — Necesito que respire varias veces, e intente que cada inhalación y exhalación sea lo más lenta y profunda que pueda tolerar. — Sin ruidos, buena señal aunque viniera de un método menos fiable. En cualquier caso, una condición mas seria que sí se escucharía con la herramienta indicada no tendría solución a su avanzada edad. — Por último, necesito que me diga si moverlo de alguna manera le produce incomodidad o dolor. — Una prueba sencilla, aunque requería de la colaboración del hombre: Guiar su cadera con sus manos en moción rotativa, tal que llegara lo más al extremo que pudiera y viera en qué punto se generaba la incomodidad, o la incapacidad de movimiento de llegar a ese punto.
— ¡Bien, nada serio! No hay fractura ni luxación, tan solo una posible lesión menor. Nada que algunos días de reposo y una compresa fría no puedan arreglar. En su edad puede tardar un poco más, pero estará bien. — Eran buenas noticias, dentro de lo que podía ser.
O eso era lo que su tierna mente pensó en un inicio. Lejos de un acuerdo verbal que intentó fomentar, la intervención del mas silencioso de los tres llamó su atención sin demora, dando una negativa a las palabras de Alistair que parecían haber zanjado las cosas de una manera que había sido completamente incapaz de prever. Encontrar ese pequeño bolsillo de paz en la conversación por el tono dulce en la voz del hombre fue... Inesperado, para añadir a la pila de sorpresas.
El hombre con el tabaco llevaba la razón, y nunca intentaría un esfuerzo de demostrarlo contrario, lo cual nuevamente provocó en él una falta de palabras cuando no solo anunció aceptar la situación con el anciano -o al menos eso era lo que pudo entender del intercambio-, sino que además consiguió la retirada de su grupo con tan solo una propuesta en dos palabras. Ni un deje de queja, ni un deje de resistencia de parte de los otros. Había conseguido apaciguar a los dos hombres que parecían estar dispuestos a retener el día entero al viejo si no veían los Bellys que les correspondían. ¿Qué había acabado de ocurrir? Tan solo pudo parpadear un par de veces, confuso por encima de cualquier otra cosa. Todo había salido tan a pedido de boca que... Le dejaba un mal sabor, ese sentimiento que gritaba cómo las cosas no eran lo que parecían. Pero sin pruebas de nada, tan solo podía arrojarlo bajo el tapete y asumirlo como eso: Un presentimiento sin fundamento.
Como sea que fuera, no debía verle la dentadura al caballo regalado. Lo que era otra forma de decir: Aceptar la resolución pacífica que había tenido todo, incluso si su participación había sido meramente de meterse en medio y soltarles cuatro diálogos morales que no procesaron demasiado.
Ahora, su atención recayó en la única de las cuatro personas que aún permanecía en el lugar, no por voluntad propia sino por incapacidad para levantarse por su cuenta. Se acercó a él y le tendió el brazo, buscando que se apoyara en él para ayudarlo a levantarse con cuidado. — ¿Estás herido? — Refiriéndose tanto a la caída de hace un momento como a la escena con los tres hombres, pues desconocía la cantidad de tiempo que esa interacción había durado previo a su llegada a la zona este.
El hombre mayor era tozudo, pero también lo era el revolucionario. Y sabiendo que eventualmente tomaría la ayuda que le ofrecía, el Lunarian esperaría paciente hasta que el mayor decidiera aceptarla, aunque fuese a regañadientes para el hombre. — Soy Alistair. Dígame, ¿le duele la cadera o cerca de ella? — Preguntó en un intento por establecer confianza con el hombre para intentar una conversación mas amena, empezando por presentar su nombre. — Porque resulta que soy un médico. — Añadió — Podría auscultarlo y revisar que todo esté en orden sin cobrar dinero, siempre que no le moleste hablarme un poco del lugar. Estoy de paso y conozco poco, así que me gustaría saber un poco más de aquí. Venga, lo acompaño hasta su hogar y allí puedo revisarlo con mas calma. — Si accedía, podía tomarse su tiempo dirigiendo la conversación sutilmente hacia su objetivo real.
A su llegada, el hogar demostró ser muy diferente de la imagen mental dibujada en su propia psique, e incluso difiriendo mucho de los demás ejemplares con los que cohabitaba en sus alrededores. Era un precioso ejemplo de una residencia hogareña de alta categoría, y si el trabajo que sus ojos observaban era el que habían realizado esos hombres, debía admitir que se impresionaba por el empeño que habían puesto en dejar la casa visualmente apetecible.
— Con cuidado al subir. — Lo ayudó en los escalones cerca de la entrada. Si se había hecho daño en la cadera, tropezar allí podía empeorar gravemente su situación.
Sus ojos pasearon por el interior disimuladamente tan pronto pasaron la puerta principal. Una combinación de colores crema y blanco bien cuidados, con unos escalones inmediatamente a su izquierda llevando a un segundo piso, y un pasillo que finalizaba en un giro a su derecha a donde suponía sería una sala. En las paredes colgaban múltiples fotografías enmarcadas que hizo un esfuerzo visual por observar, intentando sacar información de allí para saber cómo mejor dirigir la conversación; qué preguntar, pero sobre todo que no preguntar.
El recorrido finalmente los llevaría hasta el final del pasillo, y de allí hasta la sala donde sentaría al hombre mayor en una cómoda silla de espaldar alto, un mueble que se conservaba bien a pesar de evidenciar un diseño antiguo y ocultaba bien el desgaste de la madera.
— A ver, veamos... Dígame si le duele o fastidia más de lo usual en cualquier momento. — Lo primero era lo más básico del manual: Pequeños toques en mociones circulares pequeñas, suficientes para causar una reacción en cualquier tejido blanco magullado. Era lo más ideal para aislar la región adolorida, lo que le daría una buena pista de dónde buscar y qué esperar; todo era método científico, un paso a la vez.
Luego, una pequeña prueba de respiración. Sin un estetoscopio, debía depender de su propio oído contra la espalda del hombre mientras cubría bien el libre y una excesiva cantidad de concentración para no dejarse distraer por los ruidos fuera del cuerpo. — Necesito que respire varias veces, e intente que cada inhalación y exhalación sea lo más lenta y profunda que pueda tolerar. — Sin ruidos, buena señal aunque viniera de un método menos fiable. En cualquier caso, una condición mas seria que sí se escucharía con la herramienta indicada no tendría solución a su avanzada edad. — Por último, necesito que me diga si moverlo de alguna manera le produce incomodidad o dolor. — Una prueba sencilla, aunque requería de la colaboración del hombre: Guiar su cadera con sus manos en moción rotativa, tal que llegara lo más al extremo que pudiera y viera en qué punto se generaba la incomodidad, o la incapacidad de movimiento de llegar a ese punto.
— ¡Bien, nada serio! No hay fractura ni luxación, tan solo una posible lesión menor. Nada que algunos días de reposo y una compresa fría no puedan arreglar. En su edad puede tardar un poco más, pero estará bien. — Eran buenas noticias, dentro de lo que podía ser.