Octojin
El terror blanco
14-10-2024, 09:21 AM
Octojin, sumergido en las profundidades, se sentía en su elemento natural, invencible e incansable, pero en la superficie la cosa cambiaba. Pese a que toda su vida había entrenado para ser superior a los humanos en su propio medio, allí las cosas no eran tan fáciles como en el agua.
Además, los chapoteos y movimientos erráticos de los gyojins habían disminuido, y la intensidad de la batalla en el barco comenzaba a descontrolarse. Su atención fue captada cuando, desde el fondo del mar, vio cómo los cañones del barco se inclinaban en ángulos extraños, disparando con una precisión que no parecía natural. Su impulso para subir hasta la cubierta del barco tuvo un efecto inmediato y los piratas que allí se encontraban pronto centraron sus miradas en él, dejando los cañones en un segundo plano. Tuvo un breve instante para alzar la vista y vio a Atlas en las alturas, luchando contra los disparos de cañones improvisados desde la cubierta del barco.
Aquello le hizo pensar qué sentiría el rubio al sobrevolar la zona y verlo todo desde las alturas. Debía ser una sensación similar a la que él vivía cuando surcaba las profundidades a toda velocidad y veía aquellos preciosos corales marinos, la fauna merodeando la zona e incluso algún que otro resto de naufragio. Pero, como siempre, uno quiere lo que no tiene, y el gyojin deseó en aquél momento poder tener unas alas y salir disparado hacia el cielo para sentir lo que Atlas debía estar sintiendo.
Pero en la superficie la cosa era distinta. Un giro de cuello en seco hizo que el habitante del mar se centrase en lo que tenía delante. Lo que el tiburón pudo sentir allí mismo, era una mezcla de frustración y preocupación cuando desde su posición pudo ver en el mar cómo el gyojin que había recibido el golpe y estaba siendo desplazado hacia una zona segura podía ser visto con relativa facilidad. ¿Llamaría la atención de los piratas?
Con el resto de sus efectivos reorganizándose y huyendo de la zona, Octojin sabía que debían seguir con el plan, solo que ya la acción era para dos, el humano y él. Los marines que habían sido encargados de aquella misión. Si algo necesitaban, era desactivar ese barco, detener la amenaza desde sus entrañas. Pese a que lo habían inutilizado parcialmente, parecía no ser suficiente. Mientras Atlas peleaba con fiereza desde el aire, el tiburón comenzó a moverse hacia los puntos críticos del barco. Sus ojos, entrenados por años de carpintería, rápidamente habían identificado las áreas más vulnerables desde abajo, así que en la superficie tocaba hacer lo mismo.
Pero antes de poder hacer nada, desde la superficie, Octojin vio cómo una onda cortante, lanzada por las poderosas alas de Atlas, cruzaba el aire y se dirigía al barco. Su precisión fue impecable, alineándose con el eje de la embarcación y cortando a través de los cañones que quedaban. A pesar del caos y la violencia, Octojin sintió una chispa de esperanza al ver cómo su compañero fénix demostraba una vez más su habilidad. Su idea era la mejor que podían tomar en ese momento, si desactivaban los cañones, sus hermanos de sangre estarían a salvo.
Sabía que aquél ataque iba a desestabilizar aún más a los piratas, pero no podían bajar la guardia. La batalla aún no había terminado, y el escualo estaba decidido a llevarla hasta el final. Al mirar hacia arriba, buscando a Atlas, vio cómo los disparos de los piratas se intensificaban. Con los cañones de un lateral destruidos, los piratas se dedicaban a usar armas improvisadas, pero Octojin no iba a dejar que eso los detuviera.
—¡Atlas! —gritó desde la superficie, empleando un tono autoritario y alzando al máximo la voz, lo que llamó aún más la atención de los que estaban en cubierta— ¡Tenemos que acabar con esto ya! ¡Desmantela los cañones que quedan y asegúrate de que no vuelvan a disparar!
El tiburón gyojin corrió hacia los humanos que portaban rifles, realizando una serie de fintas con la intención de evadir los disparos que iban hacia él. Lo cierto es que su grito había quitado la atención de algunos piratas sobre Atlas, que se habían centrado en él, pero aún así, otros seguían disparando a aquél ente azulado que sobrevolaba el cielo dejando una elegante a la par que peligrosa estela azulada que indicaba, ni más ni menos, el destino de los piratas. Desde fuera parecía el vuelo de una deidad, con cada movimiento tan perfectamente medido, cada giro adornado por una llama de colores preciosos... Sin duda era un espectáculo digno de mirar.
Pero el tiburón no podía, lamentablemente, centrarse en aquello. Realizó un par de fintas más y llegó hasta los primeros tiradores. Con una serie de combos simples, golpeó diversas partes de los humanos, lanzándolos varios metros hacia atrás y dejándolos inconscientes, pero cuando quiso llegar al tercero, algo pasó.
Una sirena empezó a sonar, procedente del interior del barco. Un sonido tan incómodo para el gyojin que hizo que frenase en seco y cayese de rodillas, tapándose ambos oídos con las palmas de las manos, sin que ello hiciese ningún efecto aparente.
El sonido atravesó los tímpanos del escualo, negando su voluntad e impidiendo que pudiera dar ni un simple paso. Hasta tal punto de obligarle a arrodillarse en mitad de un combate. Pero aquello era un poco extraño, ¿no? Los humanos seguían disparando constantemente, sin parecer sufrir lo que el tiburón estaba sufriendo. Incluso un par se dieron cuenta de la extraña pose de Octojin y le apuntaron, estando próximos a disparar. ¿Por qué aquél sonido solo afectaba al gyojin?
Además, los chapoteos y movimientos erráticos de los gyojins habían disminuido, y la intensidad de la batalla en el barco comenzaba a descontrolarse. Su atención fue captada cuando, desde el fondo del mar, vio cómo los cañones del barco se inclinaban en ángulos extraños, disparando con una precisión que no parecía natural. Su impulso para subir hasta la cubierta del barco tuvo un efecto inmediato y los piratas que allí se encontraban pronto centraron sus miradas en él, dejando los cañones en un segundo plano. Tuvo un breve instante para alzar la vista y vio a Atlas en las alturas, luchando contra los disparos de cañones improvisados desde la cubierta del barco.
Aquello le hizo pensar qué sentiría el rubio al sobrevolar la zona y verlo todo desde las alturas. Debía ser una sensación similar a la que él vivía cuando surcaba las profundidades a toda velocidad y veía aquellos preciosos corales marinos, la fauna merodeando la zona e incluso algún que otro resto de naufragio. Pero, como siempre, uno quiere lo que no tiene, y el gyojin deseó en aquél momento poder tener unas alas y salir disparado hacia el cielo para sentir lo que Atlas debía estar sintiendo.
Pero en la superficie la cosa era distinta. Un giro de cuello en seco hizo que el habitante del mar se centrase en lo que tenía delante. Lo que el tiburón pudo sentir allí mismo, era una mezcla de frustración y preocupación cuando desde su posición pudo ver en el mar cómo el gyojin que había recibido el golpe y estaba siendo desplazado hacia una zona segura podía ser visto con relativa facilidad. ¿Llamaría la atención de los piratas?
Con el resto de sus efectivos reorganizándose y huyendo de la zona, Octojin sabía que debían seguir con el plan, solo que ya la acción era para dos, el humano y él. Los marines que habían sido encargados de aquella misión. Si algo necesitaban, era desactivar ese barco, detener la amenaza desde sus entrañas. Pese a que lo habían inutilizado parcialmente, parecía no ser suficiente. Mientras Atlas peleaba con fiereza desde el aire, el tiburón comenzó a moverse hacia los puntos críticos del barco. Sus ojos, entrenados por años de carpintería, rápidamente habían identificado las áreas más vulnerables desde abajo, así que en la superficie tocaba hacer lo mismo.
Pero antes de poder hacer nada, desde la superficie, Octojin vio cómo una onda cortante, lanzada por las poderosas alas de Atlas, cruzaba el aire y se dirigía al barco. Su precisión fue impecable, alineándose con el eje de la embarcación y cortando a través de los cañones que quedaban. A pesar del caos y la violencia, Octojin sintió una chispa de esperanza al ver cómo su compañero fénix demostraba una vez más su habilidad. Su idea era la mejor que podían tomar en ese momento, si desactivaban los cañones, sus hermanos de sangre estarían a salvo.
Sabía que aquél ataque iba a desestabilizar aún más a los piratas, pero no podían bajar la guardia. La batalla aún no había terminado, y el escualo estaba decidido a llevarla hasta el final. Al mirar hacia arriba, buscando a Atlas, vio cómo los disparos de los piratas se intensificaban. Con los cañones de un lateral destruidos, los piratas se dedicaban a usar armas improvisadas, pero Octojin no iba a dejar que eso los detuviera.
—¡Atlas! —gritó desde la superficie, empleando un tono autoritario y alzando al máximo la voz, lo que llamó aún más la atención de los que estaban en cubierta— ¡Tenemos que acabar con esto ya! ¡Desmantela los cañones que quedan y asegúrate de que no vuelvan a disparar!
El tiburón gyojin corrió hacia los humanos que portaban rifles, realizando una serie de fintas con la intención de evadir los disparos que iban hacia él. Lo cierto es que su grito había quitado la atención de algunos piratas sobre Atlas, que se habían centrado en él, pero aún así, otros seguían disparando a aquél ente azulado que sobrevolaba el cielo dejando una elegante a la par que peligrosa estela azulada que indicaba, ni más ni menos, el destino de los piratas. Desde fuera parecía el vuelo de una deidad, con cada movimiento tan perfectamente medido, cada giro adornado por una llama de colores preciosos... Sin duda era un espectáculo digno de mirar.
Pero el tiburón no podía, lamentablemente, centrarse en aquello. Realizó un par de fintas más y llegó hasta los primeros tiradores. Con una serie de combos simples, golpeó diversas partes de los humanos, lanzándolos varios metros hacia atrás y dejándolos inconscientes, pero cuando quiso llegar al tercero, algo pasó.
Una sirena empezó a sonar, procedente del interior del barco. Un sonido tan incómodo para el gyojin que hizo que frenase en seco y cayese de rodillas, tapándose ambos oídos con las palmas de las manos, sin que ello hiciese ningún efecto aparente.
El sonido atravesó los tímpanos del escualo, negando su voluntad e impidiendo que pudiera dar ni un simple paso. Hasta tal punto de obligarle a arrodillarse en mitad de un combate. Pero aquello era un poco extraño, ¿no? Los humanos seguían disparando constantemente, sin parecer sufrir lo que el tiburón estaba sufriendo. Incluso un par se dieron cuenta de la extraña pose de Octojin y le apuntaron, estando próximos a disparar. ¿Por qué aquél sonido solo afectaba al gyojin?