Octojin
El terror blanco
14-10-2024, 10:05 AM
Octojin avanzaba en silencio junto a Silver, observando y reflexionando sobre cómo el pirata había dejado caer monedas cada vez que conseguían información o ayuda. Incluso por el simple hecho de haber respondido la pregunta en una ocasión. El tiburón no sabía si aquello era una costumbre peculiar de Syxel o, por el contrario, estaba extendido en el mundo de los humanos. ¿Hasta qué punto era aquello normal? Dar dinero a cambio de esfuerzo o información, o a modo de agregar un tipo de recompensa. ¿Estaba intentando comprar lealtades, o simplemente era agradecido? Aunque no comprendía del todo el motivo detrás de esa generosidad, una cosa estaba clara: funcionaba. La gente parecía más dispuesta a colaborar cuando había monedas de por medio, y en un lugar como el Gray Terminal, eso era esencial para mantenerse con vida.
Aunque en su interior el tiburón agradecía ese gesto, ya que no tenían ninguna obligación de ayudarle, no terminaba de comprenderlo. Pero aquello era lo de menos. La sonrisa de los lugareños al recibir unas monedas era suficiente para que el tiburón dejase de darle importancia a aquello. Si realmente el pirata buscaba aprovecharse de ellos, al menos que lo hiciera con unas monedas de por medio.
Caminaron entre montañas de chatarra, mientras la conversación sobre el posible escondite de Boran revoloteaba en la mente de Octojin. Un tipo que parecía escurridizo se debía de ocultar en una ratonera, estaba claro. La estructura que les habían descrito no tardó en aparecer frente a ellos: una casa semiderruida, medio oculta entre los restos de lo que alguna vez fue un sector poblado y que ya tenía pocas señales de ser frecuentado. A primera vista, parecía el tipo de lugar donde cualquier persona desesperada podría esconderse, y si Boran estaba allí, seguramente no estaría solo. O puede que si, en caso de que no fuese demasiado listo.
Cuando Silver le preguntó si prefería tocar la puerta o derribarla, Octojin dejó escapar una leve sonrisa.
—Mi estilo es a la fuerza —respondió con naturalidad, mientras daba un paso al frente, colocándose frente a la puerta. Observó a Silver y le hizo una señal, indicándole que él, siendo más rápido y ligero, debía entrar primero. Octojin tomaría el segundo lugar para asegurarse de que nada escapara de su alcance.
Con un solo golpe de su potente pierna, el habitante del mar lanzó una patada directa contra la puerta. La madera, vieja y podrida, no ofreció resistencia y se partió en dos con un estruendo. Sin perder el ritmo, el gyojin extendió sus enormes brazos, arrancando los restos de la puerta de cuajo, despejando por completo la entrada para Silver.
El sonido del impacto resonó en la estructura, alertando a cualquiera que estuviera dentro de la casa, por lo que de haber alguien, estaría ya alertado, así que debían ser rápidos. Octojin permanecía alerta, con sus sentidos de tiburón activados, oliendo el aire mientras su mirada escudriñaba la penumbra del interior. Había movimiento más adelante, aunque aún no podía distinguir cuántas personas se encontraban allí. Su instinto predador se activó, y una parte de él deseaba un enfrentamiento directo, algo que le permitiera liberar esa energía contenida y atrapar a su objetivo, pero algo le decía que era posible que no fuese tan fácil.
Una vez Silver se deslizó hacia el interior, Octojin lo seguiría, llenando la entrada con su imponente figura y obligándose a agacharse para no golpearse con la cabeza en el bajo techo de la estructura semi-derruida. El ambiente dentro era denso y oscuro, y el olor a humedad y metal oxidado llenaba el aire. También había una mezcla a orín y comida. Sus ojos se movían rápidamente, buscando cualquier señal de Boran o sus posibles aliados. Cualquier víctima a grandes rasgos. Este era el tipo de lugar donde las ratas de ciudad como Boran se escondían, y Octojin estaba listo para lo que viniera.
—No creo que tengamos que esperar mucho —dijo en voz baja, con un tono que mezclaba determinación y expectativa.
Estaban en el lugar correcto, lo sabía. Ahora solo quedaba ver quién estaba lo suficientemente desesperado como para enfrentarse a ellos, o si Boran se rendiría al ver que ya no tenía escapatoria.
Aunque en su interior el tiburón agradecía ese gesto, ya que no tenían ninguna obligación de ayudarle, no terminaba de comprenderlo. Pero aquello era lo de menos. La sonrisa de los lugareños al recibir unas monedas era suficiente para que el tiburón dejase de darle importancia a aquello. Si realmente el pirata buscaba aprovecharse de ellos, al menos que lo hiciera con unas monedas de por medio.
Caminaron entre montañas de chatarra, mientras la conversación sobre el posible escondite de Boran revoloteaba en la mente de Octojin. Un tipo que parecía escurridizo se debía de ocultar en una ratonera, estaba claro. La estructura que les habían descrito no tardó en aparecer frente a ellos: una casa semiderruida, medio oculta entre los restos de lo que alguna vez fue un sector poblado y que ya tenía pocas señales de ser frecuentado. A primera vista, parecía el tipo de lugar donde cualquier persona desesperada podría esconderse, y si Boran estaba allí, seguramente no estaría solo. O puede que si, en caso de que no fuese demasiado listo.
Cuando Silver le preguntó si prefería tocar la puerta o derribarla, Octojin dejó escapar una leve sonrisa.
—Mi estilo es a la fuerza —respondió con naturalidad, mientras daba un paso al frente, colocándose frente a la puerta. Observó a Silver y le hizo una señal, indicándole que él, siendo más rápido y ligero, debía entrar primero. Octojin tomaría el segundo lugar para asegurarse de que nada escapara de su alcance.
Con un solo golpe de su potente pierna, el habitante del mar lanzó una patada directa contra la puerta. La madera, vieja y podrida, no ofreció resistencia y se partió en dos con un estruendo. Sin perder el ritmo, el gyojin extendió sus enormes brazos, arrancando los restos de la puerta de cuajo, despejando por completo la entrada para Silver.
El sonido del impacto resonó en la estructura, alertando a cualquiera que estuviera dentro de la casa, por lo que de haber alguien, estaría ya alertado, así que debían ser rápidos. Octojin permanecía alerta, con sus sentidos de tiburón activados, oliendo el aire mientras su mirada escudriñaba la penumbra del interior. Había movimiento más adelante, aunque aún no podía distinguir cuántas personas se encontraban allí. Su instinto predador se activó, y una parte de él deseaba un enfrentamiento directo, algo que le permitiera liberar esa energía contenida y atrapar a su objetivo, pero algo le decía que era posible que no fuese tan fácil.
Una vez Silver se deslizó hacia el interior, Octojin lo seguiría, llenando la entrada con su imponente figura y obligándose a agacharse para no golpearse con la cabeza en el bajo techo de la estructura semi-derruida. El ambiente dentro era denso y oscuro, y el olor a humedad y metal oxidado llenaba el aire. También había una mezcla a orín y comida. Sus ojos se movían rápidamente, buscando cualquier señal de Boran o sus posibles aliados. Cualquier víctima a grandes rasgos. Este era el tipo de lugar donde las ratas de ciudad como Boran se escondían, y Octojin estaba listo para lo que viniera.
—No creo que tengamos que esperar mucho —dijo en voz baja, con un tono que mezclaba determinación y expectativa.
Estaban en el lugar correcto, lo sabía. Ahora solo quedaba ver quién estaba lo suficientemente desesperado como para enfrentarse a ellos, o si Boran se rendiría al ver que ya no tenía escapatoria.