Asradi
Völva
14-10-2024, 12:17 PM
Bueno, ella también era bastante mala con los nombres extranjeros o a los que no estaba habituada, así que tampoco juzgó a Lemon por aquello. Pero, ¿Aletas? ¿De verdad? No se sentía ofendida, al contrario, le hacía bastante gracia, a juzgar por la risita que se le escapó. Le causaba algo de curiosidad, por otro lado, el hecho de que siempre portase aquella máscara. A lo mejor solo era un elemento decorativo, o para infringir temor a sus enemigos. O porque era tímido.
— Sí, me gusta. Creo que es... adecuado. — No había otra palabras para describirlo. Ya tenía su mote encubierto entre los revolucionarios. Y, a decir verdad, no se estaba sintiendo tan incómoda como creía que lo iba a estar en un principio. El que la aceptasen tan abiertamente siendo una sirena. Y que no la mirasen como si solo fuese un pez o una criatura que no valía absolutamente nada. — ¿Prefieres que te llame por tu nombre o prefieres algún mote encubierto en concreto? — Ella era más mala para pensar motes así de buenas a primeras. Aunque estaba abierta a sugerencias.
Luego de que la conversación comenzase de fluir de manera natural, y un tanto bizarra todo sea dicho, Asradi le miraba de vez en cuanto, riéndose en alguna ocasión por sus ocurrencias, como con el tema de los hijos. Ella no se iba a meter en ese embolado. No quería ni pensar en procrear todavía. Demasiado joven y no era muy niñera, todo fuese dicho. Por otro lado, el tema de si Lemon había consumido alguna fruta de aspecto extraño no resultó con la respuesta directa que Asradi esperaba. Pero es que la sospecha estaba ahí. Decía que se hundía, que no podía nadar y que se mareaba si se metía al mar. Blanco y en botella, no había más. Y tal y como el revolucionario lo estaba contando, Asradi estaba segura que el chico no tenía ni la más remota idea de lo que estaba hablando.
— Creo que te has comido una Fruta del Diablo. Vamos, es que tienes todos los síntomas. — Le miró con un suspiro resignado. ¿En serio no se había percatado antes? — Yo no las he probado nunca, ni falta que me hace, pero algo he escuchado al respecto. Y según dicen, tienen un sabor terrible. — Eso era lo que se rumoreaba por ahí. No estaba tan loca como para ir mordisqueando frutas raras y que no conocía. — Y sí, soy doctora. Bueno, curandera, más bien. — Primaban los remedios naturales por encima de cualquier químico que pudiese existir. Era el conocimiento que ella tenía. — Así que si en algún momento necesitas algo, solo avísame.
Eso lo decía en el sentido más estrictamente profesional.
— Ahora bien, por muchos conocimientos médicos que pueda tener... — Le miró de reojo, esta vez un tanto más seria. — No puedo curarte de ese mal que te aqueja. Me parece que es algo que se te quedará de por vida. — Vale, sonaba alarmista, pero es que era verdad. El que comía una Fruta de esas, se decía que quedaba maldito por el mar durante el resto de su existencia.
Eso pasaba por meterse cosas raras a la boca.
Sonaba desesperanzador, y lo era para quien quisiera volver a sentir la caricia del océano. Pero lo mejor que podía hacer Lemon era asimilarlo y seguir adelante. Lo que Asradi no se esperaba, era que lo asimilase de aquella manera.
— ¿Perdona? — Aquel movimiento la había tomado de imprevisto. De repente se vió con sus manos refugiadas en las de Lemon, más grandes y acogedoras en cuanto a ese gesto. Un gracioso rubor surcó las mejillas de la sirena. Ahora que lo miraba más de frente, tenía que reconocer que era guapo a su manera. No era un Adonis, pero tenía ese aquel atractivo. Era una pena que se cubriese seguido con aquella máscara. — Sí, somos camaradas, pero... — Asradi no terminó la frase. El como Lemon la estaba mirando comenzaba a ponerla ligeramente nerviosa. ¿Qué tábano le había picado?
Por inercia, su espalda se envaró y estaba a punto de soltarle algo cuando el rubio hizo su petición.
— . . . — La expresión de la sirena fue totalmente épica.
Se había quedado por completo descolocada. ¿Un Titanic submarino? ¿Qué diablos era eso? ¿Por qué siempre se le arrimaban los tipos más raros que podía encontrar por ahí? ¿Dónde estaba Airgid cuando la necesitaba? La rubia tenía más... No, a ver, iba a decir más tacto pero el pensamiento no iba por ahí. ¿Experiencia, quizás? No, más desparpajo para este tipo de situaciones, de eso estaba segura. Asradi abrió la boca un par de segundos, para luego volver a cerrarla. Casi casi como un pez fuera del agua.
— ¿Un chapuzón? — Eso era lo único que había logrado entender de toda la perorata de Lemon. Menos mal que no había quedado mucho en evidencia, porque casi había llegado a pensar cualquier otra cosa menos eso. — Sí, a ver...
Desvió apenas la mirada hacia un lado, pensativa, antes de asentir lentamente. No era tan complicado ni tan raro lo que le estaba pidiendo. Vale, no había entendido lo del Titanic y, mucho menos, iba a subírselo encima. Pero había formas, quizás podría ayudarle de alguna manera.
Asradi miró hacia la orilla. El mar estaba bastante tranquilo en ese momento.
— Si quieres podríamos intentarlo ahora. O cuando a ti te apetezca o te sientas preparado. — A lo mejor Lemon necesitaba prepararse mentalmente antes. Fuese como fuese, ya había aceptado a ayudarle.
— Sí, me gusta. Creo que es... adecuado. — No había otra palabras para describirlo. Ya tenía su mote encubierto entre los revolucionarios. Y, a decir verdad, no se estaba sintiendo tan incómoda como creía que lo iba a estar en un principio. El que la aceptasen tan abiertamente siendo una sirena. Y que no la mirasen como si solo fuese un pez o una criatura que no valía absolutamente nada. — ¿Prefieres que te llame por tu nombre o prefieres algún mote encubierto en concreto? — Ella era más mala para pensar motes así de buenas a primeras. Aunque estaba abierta a sugerencias.
Luego de que la conversación comenzase de fluir de manera natural, y un tanto bizarra todo sea dicho, Asradi le miraba de vez en cuanto, riéndose en alguna ocasión por sus ocurrencias, como con el tema de los hijos. Ella no se iba a meter en ese embolado. No quería ni pensar en procrear todavía. Demasiado joven y no era muy niñera, todo fuese dicho. Por otro lado, el tema de si Lemon había consumido alguna fruta de aspecto extraño no resultó con la respuesta directa que Asradi esperaba. Pero es que la sospecha estaba ahí. Decía que se hundía, que no podía nadar y que se mareaba si se metía al mar. Blanco y en botella, no había más. Y tal y como el revolucionario lo estaba contando, Asradi estaba segura que el chico no tenía ni la más remota idea de lo que estaba hablando.
— Creo que te has comido una Fruta del Diablo. Vamos, es que tienes todos los síntomas. — Le miró con un suspiro resignado. ¿En serio no se había percatado antes? — Yo no las he probado nunca, ni falta que me hace, pero algo he escuchado al respecto. Y según dicen, tienen un sabor terrible. — Eso era lo que se rumoreaba por ahí. No estaba tan loca como para ir mordisqueando frutas raras y que no conocía. — Y sí, soy doctora. Bueno, curandera, más bien. — Primaban los remedios naturales por encima de cualquier químico que pudiese existir. Era el conocimiento que ella tenía. — Así que si en algún momento necesitas algo, solo avísame.
Eso lo decía en el sentido más estrictamente profesional.
— Ahora bien, por muchos conocimientos médicos que pueda tener... — Le miró de reojo, esta vez un tanto más seria. — No puedo curarte de ese mal que te aqueja. Me parece que es algo que se te quedará de por vida. — Vale, sonaba alarmista, pero es que era verdad. El que comía una Fruta de esas, se decía que quedaba maldito por el mar durante el resto de su existencia.
Eso pasaba por meterse cosas raras a la boca.
Sonaba desesperanzador, y lo era para quien quisiera volver a sentir la caricia del océano. Pero lo mejor que podía hacer Lemon era asimilarlo y seguir adelante. Lo que Asradi no se esperaba, era que lo asimilase de aquella manera.
— ¿Perdona? — Aquel movimiento la había tomado de imprevisto. De repente se vió con sus manos refugiadas en las de Lemon, más grandes y acogedoras en cuanto a ese gesto. Un gracioso rubor surcó las mejillas de la sirena. Ahora que lo miraba más de frente, tenía que reconocer que era guapo a su manera. No era un Adonis, pero tenía ese aquel atractivo. Era una pena que se cubriese seguido con aquella máscara. — Sí, somos camaradas, pero... — Asradi no terminó la frase. El como Lemon la estaba mirando comenzaba a ponerla ligeramente nerviosa. ¿Qué tábano le había picado?
Por inercia, su espalda se envaró y estaba a punto de soltarle algo cuando el rubio hizo su petición.
— . . . — La expresión de la sirena fue totalmente épica.
Se había quedado por completo descolocada. ¿Un Titanic submarino? ¿Qué diablos era eso? ¿Por qué siempre se le arrimaban los tipos más raros que podía encontrar por ahí? ¿Dónde estaba Airgid cuando la necesitaba? La rubia tenía más... No, a ver, iba a decir más tacto pero el pensamiento no iba por ahí. ¿Experiencia, quizás? No, más desparpajo para este tipo de situaciones, de eso estaba segura. Asradi abrió la boca un par de segundos, para luego volver a cerrarla. Casi casi como un pez fuera del agua.
— ¿Un chapuzón? — Eso era lo único que había logrado entender de toda la perorata de Lemon. Menos mal que no había quedado mucho en evidencia, porque casi había llegado a pensar cualquier otra cosa menos eso. — Sí, a ver...
Desvió apenas la mirada hacia un lado, pensativa, antes de asentir lentamente. No era tan complicado ni tan raro lo que le estaba pidiendo. Vale, no había entendido lo del Titanic y, mucho menos, iba a subírselo encima. Pero había formas, quizás podría ayudarle de alguna manera.
Asradi miró hacia la orilla. El mar estaba bastante tranquilo en ese momento.
— Si quieres podríamos intentarlo ahora. O cuando a ti te apetezca o te sientas preparado. — A lo mejor Lemon necesitaba prepararse mentalmente antes. Fuese como fuese, ya había aceptado a ayudarle.