
Asradi
Völva
14-10-2024, 02:04 PM
Caminaron un rato más hasta que Byron la llevó a un lugar que parecía bastante bueno, al menos a juzgar por las pintas pulcras que tenía el establecimiento. Ya le había sisado varios millones a ese tipo, ¿qué más daba unos cuantos berries más? Fueron recibidos elegantemente y conducidos a una mesa, donde parecía primar la intimidad. Tenía que reconocer que el chico se había lucido, el lugar era bueno. Una vez se acomodaron, Asradi miró a su alrededor, y luego coquetamente a Byron.
Parecía que ya lo tenía en el bote, y Byron se estaba comportando con extrema finura, casi como pez en el agua en aquel lugar mientras charlaba con los camareros. La sirena miraba de reojo de vez en cuando, antes de que les fuesen entregadas las cartas. Primero ojearon la de vinos, pero ella no era demasiado adepta a ese tipo de bebidas. En realidad era un poco más sencilla. Prefería siempre una buena cerveza. A ver, no es que le hiciese ascos a un buen vino, pero también dependía de la ocasión o del humor en el que estuviese. La pelinegra miró a Byron y le dedicó una media sonrisa ligera.
— Tienes razón. Un día es un día, aunque tampoco es necesario tanto. — En ese aspecto, estaba siendo sincera. Sí que era verdad que había pretendido aprovecharse un poco del tipo, porque le había parecido algo presuntuoso el querer ligar con ella de aquella manera.
Aunque la sirena no se había quedado atrás, aprovechándose un tanto de la situación.
Cuando les trajeron la botella de vino, Asradi dió un comedido sorbo, deleitándose con al aroma y sabor afrutado de aquella cepa. Asintió apenas cuando Byron anunció que iba un momento al baño, después de haberse servido ya un par de copas para cada uno. La chica no sospechó nada, al menos al principio. Pero cuando el tiempo fue pasando, y pasando, y pasando. Y Byron no volvía.
Asradi preguntó un par de veces, pero nadie le supo constestar. Al menos hasta un buen rato después.
— Ese malnacido... —Siseó para sí misma.
No le quedó más remedio, pagó la botella. Al menos aquel cuervo desplumado le había pagado la espada, pero ahora tenía una pérdida de un millón de berries. Y eso no se lo perdonaba. Ni a él ni a nadie. En silencio, y antes de abandonar el lugar, sacó una libretita de su espalda. Era donde anotaba los medicamentos y las plantas medicinales. Pero le dió la vuelta, y abrió las hojas por la parte de atrás.
Eso era lo que rezaba, subrayado, con letras grandes, a modo de título.
Ahí añadió el nombre de Byron. Junto con el de Drake Longspan.
En cuanto encontrase a eses dos, se iban a cagar. Porque no tendrían piernas suficientes para correr en cuanto fuese a por sus deudas.
Malditos hombres.
Parecía que ya lo tenía en el bote, y Byron se estaba comportando con extrema finura, casi como pez en el agua en aquel lugar mientras charlaba con los camareros. La sirena miraba de reojo de vez en cuando, antes de que les fuesen entregadas las cartas. Primero ojearon la de vinos, pero ella no era demasiado adepta a ese tipo de bebidas. En realidad era un poco más sencilla. Prefería siempre una buena cerveza. A ver, no es que le hiciese ascos a un buen vino, pero también dependía de la ocasión o del humor en el que estuviese. La pelinegra miró a Byron y le dedicó una media sonrisa ligera.
— Tienes razón. Un día es un día, aunque tampoco es necesario tanto. — En ese aspecto, estaba siendo sincera. Sí que era verdad que había pretendido aprovecharse un poco del tipo, porque le había parecido algo presuntuoso el querer ligar con ella de aquella manera.
Aunque la sirena no se había quedado atrás, aprovechándose un tanto de la situación.
Cuando les trajeron la botella de vino, Asradi dió un comedido sorbo, deleitándose con al aroma y sabor afrutado de aquella cepa. Asintió apenas cuando Byron anunció que iba un momento al baño, después de haberse servido ya un par de copas para cada uno. La chica no sospechó nada, al menos al principio. Pero cuando el tiempo fue pasando, y pasando, y pasando. Y Byron no volvía.
Asradi preguntó un par de veces, pero nadie le supo constestar. Al menos hasta un buen rato después.
— Ese malnacido... —Siseó para sí misma.
No le quedó más remedio, pagó la botella. Al menos aquel cuervo desplumado le había pagado la espada, pero ahora tenía una pérdida de un millón de berries. Y eso no se lo perdonaba. Ni a él ni a nadie. En silencio, y antes de abandonar el lugar, sacó una libretita de su espalda. Era donde anotaba los medicamentos y las plantas medicinales. Pero le dió la vuelta, y abrió las hojas por la parte de atrás.
Lista de Morosos.
Eso era lo que rezaba, subrayado, con letras grandes, a modo de título.
Ahí añadió el nombre de Byron. Junto con el de Drake Longspan.
En cuanto encontrase a eses dos, se iban a cagar. Porque no tendrían piernas suficientes para correr en cuanto fuese a por sus deudas.
Malditos hombres.