Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Diario] [D-Pasado] Elemental querido Wato
John Joestar
Jojo
4 de primavera de 724

El viento acariciaba mi rostro mientras me acercaba al puerto. El aire salado del mar me envolvía, trayendo consigo el olor a aventura. Era un día nublado, con un gris pesado que colgaba sobre el horizonte, pero eso no opacaba la emoción que sentía en mi pecho. Me llamo John y, en este momento, el puerto era mi mundo.
A medida que caminaba por la pasarela de madera, el crujido bajo mis pies resonaba en un eco familiar. A mi alrededor, los barcos se mecen suavemente en el agua como cuna de sueños. Algunos eran grandes y majestuosos, con velas ondeando en el viento, mientras que otros eran más pequeños, modestos, pero llenos de historias por contar. El sonido de las olas rompiendo contra el casco de las embarcaciones era un canto que me invitaba a abordar.
El puerto estaba lleno de vida. Puedo ver a los pescadores arreglando sus redes, sus manos curtidas por el trabajo duro y el sol. Sus risas y conversaciones enérgicas se entrelazan con el canto de las gaviotas que sobrevolaban el área, en busca de algún bocado desprevenido. Un niño, con una cometa de colores brillantes, corretea por la orilla, su risa melodiosa resonando como un himno de alegría en el aire.
A lo lejos, un faro se alza orgulloso, un guardián silencioso de la costa. Sus colores, rojos y blancos, son un recordatorio del paso del tiempo y de las tormentas que han azotado estas aguas. Estoy seguro de que ha visto barcos de todo tipo, desde los más audaces hasta los más desafortunados. Su luz destella en el horizonte, un faro de esperanza para los navegantes perdidos.
Me detengo frente a un pequeño café con terraza, donde el aroma del café recién hecho se mezcla con el olor del mar. A través de la ventana, puedo ver a un anciano que juega al dominó con otros amigos, rememorando viejos tiempos, mientras la camarera sirve a los clientes con una sonrisa cálida. Me siento atraído por la calidez del lugar y decido entrar.
Al cruzar la puerta, el sonido del mar se convierte en un susurro de fondo. La decoración rústica, con madera desgastada y fotos en blanco y negro de antiguos barcos, me transporta a otra época. Me siento en una mesa cerca de la ventana, donde la vista del puerto se despliega ante mí como un cuadro vivo.
Pido un café y, mientras espero, miro por la ventana, observando la sinfonía del puerto. Cada persona, cada embarcación, cada ola parece componer una historia única en este tapiz de vida.
Hoy, el puerto no es solo un lugar; es un refugio. Un espacio donde los sueños y la realidad se entrelazan, donde el pasado se encuentra con el presente. Y así, mientras el café humeante llega a mi mesa, sé que en este momento, justo aquí, he encontrado lo que buscaba, reclutadores.
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[D-Pasado] Elemental querido Wato - por John Joestar - 14-10-2024, 04:44 PM

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