Silver
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15-10-2024, 12:13 AM
El sol comenzaba a descender en el horizonte, proyectando una luz anaranjada sobre las aguas del puerto. Silver se mantuvo en las sombras, observando con detenimiento la actividad en los alrededores del muelle 6. La rutina de los trabajadores del puerto seguía su curso habitual, pero lo importante no era lo que se veía a simple vista, sino lo que permanecía oculto o pasaba desapercibido. Si quería asegurarse de que el golpe saliera bien, debía conocer ese lugar mejor que cualquier otra persona.
Se deslizó con cuidado entre los callejones cercanos. Sus botas apenas resonaban en el adoquinado. El muelle 6, junto a los muelles 5 y 7, estaba justo en el borde de una especie de plaza rectangular, rodeada de edificios que, aunque maltrechos, ofrecían una ventaja táctica. Las azoteas de esos edificios, aparentemente poco vigiladas, parecían puntos de observación ideales. Desde lo alto, podría controlar la llegada del balandro, vigilar la actividad de la Marina y anticipar cualquier movimiento de otras bandas interesadas en la mercancía.
Mientras caminaba, sus ojos analizaban cada rincón de la zona: los callejones estrechos que serpenteaban entre los edificios; los puntos ciegos donde moverse sin ser visto sería más fácil; y sobre todo, las posibles rutas de escape. En caso de que el plan se torciera, tendría que salir rápido y sin ser detectado. Observó cómo los trabajadores descargaban y organizaban las mercancías en la plaza central, supervisados por sus capataces que, con gritos o látigos verbales, mantenían el ritmo frenético del puerto. No había muchos guardias armados a simple vista, pero eso no significaba que no fuesen a aparecen en el momento menos oportuno.
El resto de la tarde lo pasó inspeccionando cada rincón con detenimiento. Encontró un par de puntos elevados que, aunque desgastados, ofrecían una buena vista sin mucho esfuerzo. Uno de los edificios más altos, aunque en mal estado, tenía un par de ventanas rotas que daban acceso al techo. Si lograba subir sin ser visto, tendría una vista completa de los tres muelles y la plaza, con varias rutas de escape en caso de emergencia. Perfecto para la fase de observación.
Mientras la luz del día se desvanecía y el bullicio en los muelles comenzaba a calmarse, decidió que era momento de cambiar de enfoque. La actividad nocturna traía nuevas oportunidades. Si había otras bandas interesadas en el mismo golpe, algunos lo verían como una amenaza, pero el capitán lo consideraba una buena oportunidad, o al menos una posible ventaja. Encontrar a esos interesados, convencerlos de unirse a su causa o incluso someterlos a su control, podría brindarle más recursos para asegurarse su objetivo. Dirigió entonces sus pasos hacia una de las tabernas cercanas al puerto. La más activa que pudiese encontrar, con música y un constante ir y venir de clientes.
Al entrar en la taberna, el murmullo de las conversaciones y el estruendo de las risas lo recibieron. Sin embargo, su presencia no pasaría desapercibida. El capitán tenía una forma de atraer miradas, no solo por su apariencia, sino también por su forma de moverse y actuar, esa aura de carisma que irradiaba. Había aprendido a usar eso a su favor, y esta vez no sería diferente. Mientras cruzaba el salón con paso firme, notó cómo algunos de los presentes se volvían ligeramente para observarlo. Carisma y presencia eran sus armas, y sabía manejarlas con destreza. Sus ojos pasaron de un rostro a otro, buscando signos de posibles aliados: hombres y mujeres armados, con cicatrices o miradas curtidas. Gente que claramente no pertenecía a la clase trabajadora común, sino al submundo en el que él mismo se movía. Si otras bandas estaban interesadas en el cargamento, era probable que algunos de ellos estuvieran allí.
Silver eligió una mesa en una esquina del local, con buena visibilidad hacia la entrada y el salón principal. No haría el primer movimiento abiertamente, pero el objetivo era claro: detectar a los líderes o miembros de alguna banda interesada en el cargamento. Quizás no tardaría mucho en que alguien se le acercara, fuera por curiosidad o con intenciones más agresivas. En ambos casos, consideraba que la suerte estaba de su lado.
Observó con paciencia, manteniendo una postura relajada pero alerta. Aguardaba el momento oportuno para actuar, esperando la aparición de alguien que valiera la pena o simplemente la chispa de una conversación que le diera la oportunidad de controlar la situación. Si las cosas salían como planeaba, pronto estaría negociando con una banda o incluso tomando el control de aquellos que pretendían hacerse con el botín. Y si fuera necesario, estaba dispuesto a recurrir a la fuerza para lograrlo.
La noche aún era joven, y Syxel estaba en su ambiente. Con cada minuto que pasaba, las piezas del plan se colocaban en su lugar. O ganaba aliados o aplastaba rivales, todo dependía de quién apareciera primero.
Se deslizó con cuidado entre los callejones cercanos. Sus botas apenas resonaban en el adoquinado. El muelle 6, junto a los muelles 5 y 7, estaba justo en el borde de una especie de plaza rectangular, rodeada de edificios que, aunque maltrechos, ofrecían una ventaja táctica. Las azoteas de esos edificios, aparentemente poco vigiladas, parecían puntos de observación ideales. Desde lo alto, podría controlar la llegada del balandro, vigilar la actividad de la Marina y anticipar cualquier movimiento de otras bandas interesadas en la mercancía.
Mientras caminaba, sus ojos analizaban cada rincón de la zona: los callejones estrechos que serpenteaban entre los edificios; los puntos ciegos donde moverse sin ser visto sería más fácil; y sobre todo, las posibles rutas de escape. En caso de que el plan se torciera, tendría que salir rápido y sin ser detectado. Observó cómo los trabajadores descargaban y organizaban las mercancías en la plaza central, supervisados por sus capataces que, con gritos o látigos verbales, mantenían el ritmo frenético del puerto. No había muchos guardias armados a simple vista, pero eso no significaba que no fuesen a aparecen en el momento menos oportuno.
El resto de la tarde lo pasó inspeccionando cada rincón con detenimiento. Encontró un par de puntos elevados que, aunque desgastados, ofrecían una buena vista sin mucho esfuerzo. Uno de los edificios más altos, aunque en mal estado, tenía un par de ventanas rotas que daban acceso al techo. Si lograba subir sin ser visto, tendría una vista completa de los tres muelles y la plaza, con varias rutas de escape en caso de emergencia. Perfecto para la fase de observación.
Mientras la luz del día se desvanecía y el bullicio en los muelles comenzaba a calmarse, decidió que era momento de cambiar de enfoque. La actividad nocturna traía nuevas oportunidades. Si había otras bandas interesadas en el mismo golpe, algunos lo verían como una amenaza, pero el capitán lo consideraba una buena oportunidad, o al menos una posible ventaja. Encontrar a esos interesados, convencerlos de unirse a su causa o incluso someterlos a su control, podría brindarle más recursos para asegurarse su objetivo. Dirigió entonces sus pasos hacia una de las tabernas cercanas al puerto. La más activa que pudiese encontrar, con música y un constante ir y venir de clientes.
Al entrar en la taberna, el murmullo de las conversaciones y el estruendo de las risas lo recibieron. Sin embargo, su presencia no pasaría desapercibida. El capitán tenía una forma de atraer miradas, no solo por su apariencia, sino también por su forma de moverse y actuar, esa aura de carisma que irradiaba. Había aprendido a usar eso a su favor, y esta vez no sería diferente. Mientras cruzaba el salón con paso firme, notó cómo algunos de los presentes se volvían ligeramente para observarlo. Carisma y presencia eran sus armas, y sabía manejarlas con destreza. Sus ojos pasaron de un rostro a otro, buscando signos de posibles aliados: hombres y mujeres armados, con cicatrices o miradas curtidas. Gente que claramente no pertenecía a la clase trabajadora común, sino al submundo en el que él mismo se movía. Si otras bandas estaban interesadas en el cargamento, era probable que algunos de ellos estuvieran allí.
Silver eligió una mesa en una esquina del local, con buena visibilidad hacia la entrada y el salón principal. No haría el primer movimiento abiertamente, pero el objetivo era claro: detectar a los líderes o miembros de alguna banda interesada en el cargamento. Quizás no tardaría mucho en que alguien se le acercara, fuera por curiosidad o con intenciones más agresivas. En ambos casos, consideraba que la suerte estaba de su lado.
Observó con paciencia, manteniendo una postura relajada pero alerta. Aguardaba el momento oportuno para actuar, esperando la aparición de alguien que valiera la pena o simplemente la chispa de una conversación que le diera la oportunidad de controlar la situación. Si las cosas salían como planeaba, pronto estaría negociando con una banda o incluso tomando el control de aquellos que pretendían hacerse con el botín. Y si fuera necesario, estaba dispuesto a recurrir a la fuerza para lograrlo.
La noche aún era joven, y Syxel estaba en su ambiente. Con cada minuto que pasaba, las piezas del plan se colocaban en su lugar. O ganaba aliados o aplastaba rivales, todo dependía de quién apareciera primero.