Asradi
Völva
15-10-2024, 11:40 AM
Todavía podía escuchar aquella horripilante voz y risa resonándole en los oídos. Como una pesadilla de la que no pudiese escapar jamás. Los dedos de Asradi continuaban marcando la piel, clavándose dolorosamente las uñas en la delicada dermis. Como si aquel intento de provocarse un mínimo de dolor la pudiese sacar de esa sensación. Después de su confesión no hablada, fue el silencio lo que abarcó aquella escena. Ni tan siquiera había girado el rostro para mirar a Alistair. Por el contrario, lo había agachado dejando que la sombra de su cabello ocultase, parcialmente, cualquier expresión en la sirena. Se sentía avergonzada, a pesar de haber desnudado su alma de manera sincera. Ni tan siquiera había sido capaz de haberse sincerado con Octojin días atrás. Sentía que, si le enseñaba eso mismo que llevaba grabado, literalmente, a fuego en la espalda, lo estaría poniendo en peligro. Y eso era lo que menos quería. Arrastrar a alguien querido para ella. No es que, tampoco, desease arrastrar a Alistair, pero ahora mismo sentía que el lunarian era quien más la iba a comprender ahora, quien no iba a hacer preguntas y no la iba a juzgar. Y, aún así, continuaba doliendo. Ese golpeteo en el fondo de su cabeza. Ese miedo que, sentía, no iba a poder quitarse nunca de encima.
No mientras ese hombre continuase vivo.
La sirena se estremeció de pies a cabeza, y no pudo esconder el sollozo ahogado que brotó de sus labios, cuando sintió la mano de Alistair posándose en su espalda, en toda su extensión. Y, sobre todo, sobre la Garra del Dragón. Como si intentase cubrir u ocultar aquello. Algunas lágrimas, furtivas, bajaron de inmediato por sus mejillas cuando finalmente las palabras del lunarian brotaron con aquel entendimiento. Con aquel sentimiento. Asradi quería creer en todo aquello. Y quería creer con fervor. Pero siempre había ese runrun oscuro en el fondo de su cabeza. Como una cadena que todavía se arrastraba en su inconsciente.
Él continuaba en su vida, de una manera u otra. Todavía no era capaz de arrancarse aquello por mucho que huyese, por mucho que se alejase. Sentía que, aunque hubiese puesto cientos y cientos de kilómetros por medio, aquel hombre no cejaría jamás en su empeño de volver a hacerse con ella. Lo sabía, ya había escuchado rumores. Por eso nunca pasaba demasiado tiempo en un lugar. Por eso le costaba tanto congeniar con la gente. Porque no quería arrastrarles a todo aquello. Si él descubría a Octojin... No, no quería ni pensarlo. Y eso era lo que más le dolía de todo. Y lo que más temía.
— Lo siento... — Fue apenas un murmullo, un tanto entrecortado, el que salió de entre sus labios. Asradi agradecía, como Alistair no tenía idea, sus palabras y su apoyo. Se obligó a serenarse, acariciando apenas los dedos que el lunarian le había puesto sobre una de sus manos como un silencioso agradecimiento. Y luego apartó lentamente esa misma mano, pasándosela un poco por el rostro para retirarse cualquier lágrima que pudiese haber quedado.
Se obligó, nuevamente, a tragárselas.
Y con un par de movimientos fluidos, aunque todavía algo temblorosos, volvió a cubrirse con la ropa. No quería tampoco hacer sentir incómodo al chico, aunque quizás el haberse abierto tanto, en cuanto a sentimientos, no ayudase mucho al respecto.
Y se obligó nuevamente a sonreír. Como siempre. Fue lo que recibiría a Alistair en cuanto Asradi se giró hacia él, de manera tenue. Apenas mirándole un poco por sobre el hombro. Detestaba sentirse vulnerable.
— Tienes razón, ellos ya no están en nuestras vidas. — Intentaba autoconvencerse de las palabras del lunarian. Y, ahora, lo único que estaba haciendo era repetirlas, porque todavía le costaba creérselas. No por él, sino por ella. — Siento haberte hecho pasar este mal trago.
En realidad, esa sí era una disculpa sincera. No se atrevía ahora, demasiado, a mirarle a los ojos, así que hizo lo primero que se le ocurrió, sin pensar, en ese momento, recogiendo los utensilios que, antes, se le habían caído sobre la arena.
— Si quieres podemos continuar con la práctica de las hierbas. O lo que tú prefieras. — Era mala disimulando en ese aspecto, sobre todo cuando estaba así, porque era obvio que, ahora mismo, solo buscaba evadirse de alguna manera.
No mientras ese hombre continuase vivo.
La sirena se estremeció de pies a cabeza, y no pudo esconder el sollozo ahogado que brotó de sus labios, cuando sintió la mano de Alistair posándose en su espalda, en toda su extensión. Y, sobre todo, sobre la Garra del Dragón. Como si intentase cubrir u ocultar aquello. Algunas lágrimas, furtivas, bajaron de inmediato por sus mejillas cuando finalmente las palabras del lunarian brotaron con aquel entendimiento. Con aquel sentimiento. Asradi quería creer en todo aquello. Y quería creer con fervor. Pero siempre había ese runrun oscuro en el fondo de su cabeza. Como una cadena que todavía se arrastraba en su inconsciente.
Él continuaba en su vida, de una manera u otra. Todavía no era capaz de arrancarse aquello por mucho que huyese, por mucho que se alejase. Sentía que, aunque hubiese puesto cientos y cientos de kilómetros por medio, aquel hombre no cejaría jamás en su empeño de volver a hacerse con ella. Lo sabía, ya había escuchado rumores. Por eso nunca pasaba demasiado tiempo en un lugar. Por eso le costaba tanto congeniar con la gente. Porque no quería arrastrarles a todo aquello. Si él descubría a Octojin... No, no quería ni pensarlo. Y eso era lo que más le dolía de todo. Y lo que más temía.
— Lo siento... — Fue apenas un murmullo, un tanto entrecortado, el que salió de entre sus labios. Asradi agradecía, como Alistair no tenía idea, sus palabras y su apoyo. Se obligó a serenarse, acariciando apenas los dedos que el lunarian le había puesto sobre una de sus manos como un silencioso agradecimiento. Y luego apartó lentamente esa misma mano, pasándosela un poco por el rostro para retirarse cualquier lágrima que pudiese haber quedado.
Se obligó, nuevamente, a tragárselas.
Y con un par de movimientos fluidos, aunque todavía algo temblorosos, volvió a cubrirse con la ropa. No quería tampoco hacer sentir incómodo al chico, aunque quizás el haberse abierto tanto, en cuanto a sentimientos, no ayudase mucho al respecto.
Y se obligó nuevamente a sonreír. Como siempre. Fue lo que recibiría a Alistair en cuanto Asradi se giró hacia él, de manera tenue. Apenas mirándole un poco por sobre el hombro. Detestaba sentirse vulnerable.
— Tienes razón, ellos ya no están en nuestras vidas. — Intentaba autoconvencerse de las palabras del lunarian. Y, ahora, lo único que estaba haciendo era repetirlas, porque todavía le costaba creérselas. No por él, sino por ella. — Siento haberte hecho pasar este mal trago.
En realidad, esa sí era una disculpa sincera. No se atrevía ahora, demasiado, a mirarle a los ojos, así que hizo lo primero que se le ocurrió, sin pensar, en ese momento, recogiendo los utensilios que, antes, se le habían caído sobre la arena.
— Si quieres podemos continuar con la práctica de las hierbas. O lo que tú prefieras. — Era mala disimulando en ese aspecto, sobre todo cuando estaba así, porque era obvio que, ahora mismo, solo buscaba evadirse de alguna manera.