Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Aventura] [A-Presente] Bienvenidos al circo [Tier 3]
Octojin
El terror blanco
El primer golpe de Octojin impactó en la rodilla de Lagunta Neil, y aunque el choque salió a su favor, la pirata consiguió retroceder, deslizándose sobre sus patines y desviando parte de la fuerza del impacto. No tenía tiempo que perder. Con la mirada fija en su objetivo, el tiburón se lanzó de nuevo hacia Lagunta, con la clara intención de acabar con ella rápidamente. O eso creía él, inocente cuanto menos. Antes de que pudiera lanzar el segundo golpe, Clawsevitz, ensangrentado y furioso, se interpuso en su camino interceptando su brazo y parando su ofensiva. Aquello le pilló completamente desprevenido. Aunque el tipo parecía estar en las últimas, había sido lo suficientemente rápido como para intervenir. El tiburón no se lo esperaba, y mucho menos que hubiese tenido la suficiente fuerza como para frenar su golpe. Clawsevitz, sollozando y con la sangre manando de su boca, sujetó su brazo con una determinación que impresionó al gyojin, al igual que lo hicieron las palabras que soltó. No parecía estar dispuesto a permitir que su capitana recibiese ningún golpe más, aunque le costase la vida. Desde luego la lealtad era fuerte en él.

La frustración creció en el interior del habitante del mar, pero en su mirada había más preocupación por Abbot. Su ofensiva había cumplido su propósito: la sargento se había conseguido liberar del brazo de la capitana pirata y rodar a un lado, escapando del letal disparo de Onigiri, que se encontraba en la lejanía, suponiendo una amenaza más a las tantas que tenían a su alrededor. Y aún así, la situación parecía empeorar a cada segundo. Lagunta Neil, aunque dolorida por el golpe recibido, se levantó y lanzó una amenaza que resonó en el campo de batalla. La pirata reconoció la fuerza del escualo, aunque se llenó el pecho hablando de que no tenían nada que hacer. Y tenía razón. Con mirar en el campo de batalla uno se podía dar cuenta de que estaban  en clara inferioridad numérica. Y con un semblante firme, les dio la posibilidad de retirarse. ¿Por qué hacía eso si tenían las de ganar? Su argumento carecía de sentido, al menos para el tiburón. Está claro que podían perder más efectivos, incluso puede que algún cargo alto. Pero tenían las de ganar. Tanto tiempo como la batalla. Sin embargo, la opción estaba ahí.

Las palabras de Lagunta Neil resonaron con una frialdad implacable, y Octojin, con los músculos tensos y el semblante lleno de rabia, sabía que la situación era desesperada. Aunque quería seguir luchando, aunque sentía que podía derrotar a esos tres piratas él solo, sabía que no era lo correcto. Aquello no iba de él, sino de todos ellos. Aunque el tiburón demostrase su fuerza y los venciera, sus aliados estaban agotados, heridos y en inferioridad. Además, la sargento Abbot, herida y agotada, alzó la voz, mandando una retirada que dejó entristecido al escualo. La voz de la sargento estaba impregnada de dolor y derrota, algo que al gyojin le dolió más aún que las propias palabras.

Los marines comenzaron a retroceder, cargando a los heridos y a los muertos. El pelotón estaba desmoronado. La voz de Abbot resonó de nuevo, esta vez dirigiéndose exclusivamente a Octojin, viendo cómo este no parecía obedecer de primeras. Le pidió, a modo de orden, que se uniera a ellos en la huida. El tiburón apretó el puño con firmeza y asintió, pero no se movió, a excepción de su cabeza, que giró para mirar a Abbot, notando cómo su rostro estaba teñido de amargura, y su voz sombría. Esas últimas palabras hicieron que Octojin sintiera un nudo en el estómago.

El habitante del mar apretó los dientes. Quería seguir luchando. Quería derrotar a esos piratas, especialmente a Lagunta Neil. Pero las palabras de Abbot eran claras. Con una mezcla de frustración y resignación, se volvió hacia los piratas. El caos reinaba a su alrededor, los marines heridos retrocedían mientras los piratas celebraban su aparente victoria. Octojin se quedó el último, cubriendo a los demás mientras escapaban. Sabía que estaba siendo sensato al proteger la retirada, pero no podía evitar sentirse impotente, como si hubiera sido capaz de cambiar el curso de la batalla si hubiera seguido luchando.

Finalmente, con el corazón lleno de rabia y tristeza, se giró y corrió, siendo el último en abandonar el campo de batalla. Mientras lo hacía, una amarga verdad se hizo evidente: aunque Clawsevitz, Lagunta Neil y Onigiri eran los mayores peligros, había muchos más piratas alrededor. Estaban completamente superados en número, y quedarse habría sido un suicidio. ¿Qué sentido tenía cazar a las tres cabezas más importantes si el resto de piratas acababan con ellos? Ahí entendió que tenía mucho que aprender aún. Abbot había sabido leer la batalla, era consciente del peligro desde el primer momento, y él, por su cabezonería, hubiera seguido luchando hasta caer inconsciente, y eso no hubiera supuesto solo su vida, sino la de todos sus compañeros.



Días después, de regreso en el cuartel, la realidad de su fracaso pesaba en el ambiente. La enfermería estaba a rebosar, llena de heridos de diversas gravedades. El tiburón había sido atendido, pero prefirió dejar su hueco a compañeros que lo necesitaran más. Notaba ciertas partes de su cuerpo entumecidas, pero su estado distaba mucho de necesitar ayuda. Sin embargo, había compañeros que estaban en una situación mucho peor, y los médicos estaban obligados a doblar turnos para que todo volviese a la normalidad.

La capitana Montpellier, por su parte, desplegó dos compañías enteras contra el Gymnasium, pero al llegar, encontraron el lugar abandonado. Los piratas habían huido, dejando el barco y muchos de sus tesoros. Aunque el Gymnasium estaba bajo control de la Marina, el fracaso de la misión quedó marcado en todos los que participaron.

Octojin recibió la noticia de que, a pesar de la derrota, sus esfuerzos habían sido reconocidos. Ibon el Fuerte fue encarcelado, y gracias al informe de la sargento Abbot, Octojin fue recompensado con una medalla al valor en combate por su heroica captura y su esfuerzo por salvar a sus compañeros. El tiburón aceptó la medalla, pero el reconocimiento se sentía vacío. A pesar de todo, la misión había sido un fracaso, y la sensación de derrota seguía pesando en su corazón. Quizá en el futuro hubiese una opción de redimirse, pero por el momento, su estado anímico era bastante bajo.

Al mirar la medalla, Octojin no pudo evitar pensar en lo que podría haber sido. Quizá si hubiera podido seguir luchando... O si hubiese ido directamente a la carpa... O quizá, si hubiese intentado hundir el barco... Pero no. Sabía que había hecho lo correcto al seguir la orden de retirada. Aunque eso no hacía que la derrota fuera menos amarga.

Mientras las celebraciones en el cuartel continuaban, Octojin se quedó en un rincón, observando en silencio. Sabía que la batalla había terminado, pero el conflicto dentro de él aún no.
#20


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RE: [A-Presente] Bienvenidos al circo [Tier 3] - por Octojin - 15-10-2024, 08:42 PM

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