Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
15-10-2024, 09:38 PM
Mayura, siempre un maestro en el arte de la apariencia escuchó las palabras de Sowon con una sonrisa tan cortés como calculada. Mientras la gigantesca Oni ajustaba a los bandidos como si fueran sacos de papas, el elegante pirata observaba en silencio, meditando sus siguientes palabras. Era curioso, pensó, cómo dos personas podían ver el mundo de manera tan diferente. Para Sowon, todo parecía ser blanco o negro: el fuerte prevalece, el débil perece, y el ciclo de la vida y la muerte no dejaba espacio para vacilaciones.
"Tal vez tiene razón," reflexionó internamente, "En un mundo como este, los sobrevivientes son los que pueden hundir la hoja sin pensarlo dos veces." Sin embargo, aunque entendía la lógica detrás de sus palabras, no podía evitar sentir cierta desconexión con esa brutal honestidad. Mayura siempre había preferido un enfoque más... refinado. El arte del combate, para él, no estaba solo en la sangre derramada, sino en la danza de las palabras, en la manipulación sutil, en encontrar una manera de evitar la violencia directa.
Al ver cómo Sowon ataba a los ladrones, su mente regresó al momento en que lanzó su Tanto. Esa muerte no había sido planeada. Había sido un desliz, un error que no quería repetir. A pesar de todo su entrenamiento, de toda su astucia, había algo en el acto de arrebatar una vida que no le sentaba bien, al menos no cuando se trataba de enemigos tan insignificantes. ¿Por qué, entonces, esa sensación de molestia? Quizás, en algún rincón de su ser, había un residuo de esa vida anterior, esa vida de lujos y refinamientos, donde las peleas no eran más que escaramuzas verbales y nadie perdía algo más valioso que su orgullo.
— Tienes razón. — comenzó, su voz manteniendo ese tono suave y seductor que siempre le caracterizaba. — La vida de un ladrón es corta, y supongo que no hice más que acelerar lo inevitable. Pero, verás... para mí, la muerte es algo más que un simple destino. — Hizo una pausa, mirando a los bandidos que ahora yacían atados y derrotados. — Es una herramienta, un medio para alcanzar un fin. Y no siempre es necesario usarla. A veces, la verdadera victoria está en dejar a tus enemigos vivos para que sufran las consecuencias de sus propias acciones. — Finalizó con una leve sonrisa, dejando que sus palabras flotaran en el aire, observando la reacción de la Oni.
El elegante pirata no esperaba que su enorme compañera estuviera del todo convencida. Sabía que era casi imposible poder cambiar la perspectiva de alguien como ella en una sola conversación. En lugar de eso, prefirió centrarse en su propio punto de vista, uno que estaba moldeado por experiencias completamente diferentes. Para él, la vida era un espectáculo, un juego de ajedrez, y cada pieza tenía su valor, vivo o muerto.
Mientras caminaban de vuelta a la ciudad, Sowon le lanzó una bolsa de berries, y Mayura la atrapó con un gesto ágil y elegante. — Bueno, al menos algo de todo esto ha valido la pena. — comentó con una sonrisa mientras guardaba el dinero en su túnica, cuidando que no manchara más su ya deteriorada vestimenta. La mención del robo le hizo soltar una ligera risa. — Afortunadamente, querida, tengo mis propios métodos para asegurarme de que mis pertenencias no desaparezcan. Aunque, debo admitir, esa es una... peculiar forma de guardar dinero. — bromeó con una sonrisa juguetona, refiriéndose al escote de Sowon, sin siquiera pensar que tan pronto había desembarcado en Rostock sus berries habían sido robados de esa forma justo antes de conocer a su compañera.
Era interesante cómo, a pesar de sus diferencias, parecía que Sowon había empezado a aceptar su presencia. No como un igual, sino como una compañía momentáneamente útil. Y eso estaba bien para Mayura. Su vida siempre había sido así: una serie de conexiones, de alianzas que servían a un propósito antes de desvanecerse en el vasto océano de su existencia. Sin embargo, esta vez, algo en el comportamiento de Sowon despertaba su curiosidad. La forma en que ella hablaba de la vida y la muerte, con una crudeza que bordeaba lo filosófico, le recordaba que incluso los más duros guerreros tenían una lógica propia, una visión del mundo que, aunque distinta, merecía ser comprendida.
— Por ahora, te seguiré, querida. — concluyó, observando cómo se dirigían hacia la taberna que mencionaba. — Pero me pregunto... ¿alguna vez has considerado que tal vez hay más en este mundo que simplemente vivir o morir? Quizás el verdadero desafío no está en sobrevivir, sino en encontrar algo por lo cual vale la pena vivir... o morir. — sabía que sus palabras podían caer en oídos sordos, pero en este mundo, ¿quién realmente podía responder a esa pregunta con certeza? ¿Quién sabía realmente por qué valía la pena vivir o morir? Tal vez, ni siquiera él tenía todas las respuestas, pero parte de la diversión estaba en hacer la pregunta.
"Tal vez tiene razón," reflexionó internamente, "En un mundo como este, los sobrevivientes son los que pueden hundir la hoja sin pensarlo dos veces." Sin embargo, aunque entendía la lógica detrás de sus palabras, no podía evitar sentir cierta desconexión con esa brutal honestidad. Mayura siempre había preferido un enfoque más... refinado. El arte del combate, para él, no estaba solo en la sangre derramada, sino en la danza de las palabras, en la manipulación sutil, en encontrar una manera de evitar la violencia directa.
Al ver cómo Sowon ataba a los ladrones, su mente regresó al momento en que lanzó su Tanto. Esa muerte no había sido planeada. Había sido un desliz, un error que no quería repetir. A pesar de todo su entrenamiento, de toda su astucia, había algo en el acto de arrebatar una vida que no le sentaba bien, al menos no cuando se trataba de enemigos tan insignificantes. ¿Por qué, entonces, esa sensación de molestia? Quizás, en algún rincón de su ser, había un residuo de esa vida anterior, esa vida de lujos y refinamientos, donde las peleas no eran más que escaramuzas verbales y nadie perdía algo más valioso que su orgullo.
— Tienes razón. — comenzó, su voz manteniendo ese tono suave y seductor que siempre le caracterizaba. — La vida de un ladrón es corta, y supongo que no hice más que acelerar lo inevitable. Pero, verás... para mí, la muerte es algo más que un simple destino. — Hizo una pausa, mirando a los bandidos que ahora yacían atados y derrotados. — Es una herramienta, un medio para alcanzar un fin. Y no siempre es necesario usarla. A veces, la verdadera victoria está en dejar a tus enemigos vivos para que sufran las consecuencias de sus propias acciones. — Finalizó con una leve sonrisa, dejando que sus palabras flotaran en el aire, observando la reacción de la Oni.
El elegante pirata no esperaba que su enorme compañera estuviera del todo convencida. Sabía que era casi imposible poder cambiar la perspectiva de alguien como ella en una sola conversación. En lugar de eso, prefirió centrarse en su propio punto de vista, uno que estaba moldeado por experiencias completamente diferentes. Para él, la vida era un espectáculo, un juego de ajedrez, y cada pieza tenía su valor, vivo o muerto.
Mientras caminaban de vuelta a la ciudad, Sowon le lanzó una bolsa de berries, y Mayura la atrapó con un gesto ágil y elegante. — Bueno, al menos algo de todo esto ha valido la pena. — comentó con una sonrisa mientras guardaba el dinero en su túnica, cuidando que no manchara más su ya deteriorada vestimenta. La mención del robo le hizo soltar una ligera risa. — Afortunadamente, querida, tengo mis propios métodos para asegurarme de que mis pertenencias no desaparezcan. Aunque, debo admitir, esa es una... peculiar forma de guardar dinero. — bromeó con una sonrisa juguetona, refiriéndose al escote de Sowon, sin siquiera pensar que tan pronto había desembarcado en Rostock sus berries habían sido robados de esa forma justo antes de conocer a su compañera.
Era interesante cómo, a pesar de sus diferencias, parecía que Sowon había empezado a aceptar su presencia. No como un igual, sino como una compañía momentáneamente útil. Y eso estaba bien para Mayura. Su vida siempre había sido así: una serie de conexiones, de alianzas que servían a un propósito antes de desvanecerse en el vasto océano de su existencia. Sin embargo, esta vez, algo en el comportamiento de Sowon despertaba su curiosidad. La forma en que ella hablaba de la vida y la muerte, con una crudeza que bordeaba lo filosófico, le recordaba que incluso los más duros guerreros tenían una lógica propia, una visión del mundo que, aunque distinta, merecía ser comprendida.
— Por ahora, te seguiré, querida. — concluyó, observando cómo se dirigían hacia la taberna que mencionaba. — Pero me pregunto... ¿alguna vez has considerado que tal vez hay más en este mundo que simplemente vivir o morir? Quizás el verdadero desafío no está en sobrevivir, sino en encontrar algo por lo cual vale la pena vivir... o morir. — sabía que sus palabras podían caer en oídos sordos, pero en este mundo, ¿quién realmente podía responder a esa pregunta con certeza? ¿Quién sabía realmente por qué valía la pena vivir o morir? Tal vez, ni siquiera él tenía todas las respuestas, pero parte de la diversión estaba en hacer la pregunta.