El general se ve sorprendido por la velocidad de Ragnheidr y por el hecho de que este sea capaz de transformar su cuerpo en gas. No obstante, el destello que puede apreciarse claramente en su mirada deja muy a las claras que sabe perfectamente qué significa lo que acaba de presenciar, asumiendo desde el primer momento que se encuentra frente a un usuario de una fruta del diablo de tipo Logia. Este conocimiento, sin embargo, no es suficiente para que no respire el peligroso y dificilísimo de detectar gas que el vikingo está desprendiendo. Comienza a sentir un ligero mareo, si es que puede llamarse así. Más bien es una sensación sutil, como si su cerebro estuviera flotando debido al desplazamiento del oxígeno en su unión a la hemoglobina de su sangre provocado por él.
Sin embargo de repente comienza a sentir cómo una irrefrenable fuerza tira de su arma en dirección contraria. Se trata de Airgid, que con sus habilidades estaba tratando de arrebatársela. Consciente de que iba a ser incapaz de oponerse a aquella fuerza de atracción, decide no oponer mayor resistencia y dejar ir su maza. Al fin y al cabo quien ha convertido su cuerpo en un arma a base de entrenamiento puede permitirse prescindir de ellas.
Es por eso que la pérdida de su maza no impide que comience a girar sobre sí mismo a una velocidad endiablada como si de una peonza se tratase mientras sus puños y antebrazos se tornan de un color negro azabache brillante, buscando asestar un rapidísimo y poderoso golpe al buccaneer aprovechando que este, confiando en la habilidad de su fruta, no ha tenido la precaución de tomar distancias.
Es en ese momento cuando considera que debe repartir adecuadamente sus esfuerzos entre sus distintos oponentes. En apenas una fracción de segundo, el veterano militar evalúa las opciones disponbles: por un lado está la sirena, que ha comenzado a cantar en apoyo de sus compañeros para enardecer sus espíritus y mejorar su capacidad de combate. Y por otro está la mujer que le ha arrebatado apenas un instante antes su maza, mostrando ser también usuaria de las habilidades de una fruta del diablo. Este último hecho fue lo que le hizo pensar que probablemente esta última fuese la más peligrosa de las dos, por lo que con un potentísimo impulso saltó hacia ella a una velocidad desproporcionada, presionando el suelo con los pies con tal fuerza que este se hundió ligeramente bajo sus pies.
Su puño izquierdo, el que estaba desarmado desde un primer momento, se tornó también del mismo color azabache que había adoptado antes su maza mientras buscaba asestar un poderoso puñetazo en el rostro de esta. Después, ya desarmado, tomaría aire. La dificultad que sentía para respirar era evidente, pero no por ello descuidó un ápice su impecable postura.
- Parece que los balleneros cuentan con aliados poderosos. - Dice, reconociendo la fuerza de los tres revolucionarios que tiene ante sí. - Pero ninguno de vosotros, jovenzuelos, es rival para mi experiencia.
Sin embargo de repente comienza a sentir cómo una irrefrenable fuerza tira de su arma en dirección contraria. Se trata de Airgid, que con sus habilidades estaba tratando de arrebatársela. Consciente de que iba a ser incapaz de oponerse a aquella fuerza de atracción, decide no oponer mayor resistencia y dejar ir su maza. Al fin y al cabo quien ha convertido su cuerpo en un arma a base de entrenamiento puede permitirse prescindir de ellas.
Es por eso que la pérdida de su maza no impide que comience a girar sobre sí mismo a una velocidad endiablada como si de una peonza se tratase mientras sus puños y antebrazos se tornan de un color negro azabache brillante, buscando asestar un rapidísimo y poderoso golpe al buccaneer aprovechando que este, confiando en la habilidad de su fruta, no ha tenido la precaución de tomar distancias.
Es en ese momento cuando considera que debe repartir adecuadamente sus esfuerzos entre sus distintos oponentes. En apenas una fracción de segundo, el veterano militar evalúa las opciones disponbles: por un lado está la sirena, que ha comenzado a cantar en apoyo de sus compañeros para enardecer sus espíritus y mejorar su capacidad de combate. Y por otro está la mujer que le ha arrebatado apenas un instante antes su maza, mostrando ser también usuaria de las habilidades de una fruta del diablo. Este último hecho fue lo que le hizo pensar que probablemente esta última fuese la más peligrosa de las dos, por lo que con un potentísimo impulso saltó hacia ella a una velocidad desproporcionada, presionando el suelo con los pies con tal fuerza que este se hundió ligeramente bajo sus pies.
Su puño izquierdo, el que estaba desarmado desde un primer momento, se tornó también del mismo color azabache que había adoptado antes su maza mientras buscaba asestar un poderoso puñetazo en el rostro de esta. Después, ya desarmado, tomaría aire. La dificultad que sentía para respirar era evidente, pero no por ello descuidó un ápice su impecable postura.
- Parece que los balleneros cuentan con aliados poderosos. - Dice, reconociendo la fuerza de los tres revolucionarios que tiene ante sí. - Pero ninguno de vosotros, jovenzuelos, es rival para mi experiencia.