Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
15-10-2024, 10:38 PM
(Última modificación: 15-10-2024, 11:07 PM por Gautama D. Lovecraft.
Razón: Eché mal la cuenta de los stats actualizados
)
~ Hacia la Red Line.
~ Día 28 de Verano. Año 724.
~ Día 28 de Verano. Año 724.
A la vuelta a Isla Kilombo, después de finalizar la Misión de Escolta hacia Goa, debajo de la puerta de mi cuarto tenía una carta que el correo de la base se habría encargado de hacerme de llegar. Perplejo, la cogí desenvolviendo un sello sumamente familiar que acentuó la curiosidad y me desveló por completo el remitente sin tener siquiera de leer, pues indudablemente provenía del Templo Gautama. Era cierto que teníamos cierta correspondencia, pero nunca se produjo una respuesta tan corta una de otra.
Pude leer detenidamente su contenido, y conforme terminaba, mi gesto y mi ceño se tornaban serios. Mi rostro reflejaba la circunstancia de la situación que comunicaba la carta, llenándome de extrañeza y suposiciones ¿Qué le pasaría a Tao como para no dar respuesta? Solían reconocernos como monjes sin ningún tipo de problema, ¿Acaso podría ser obra de alguna tercera persona? Los interrogantes comenzaban a alzarse en mi mente, pero por dentro sabía que no había más opción que encontrar las respuestas respecto al hermano Tao, lejos de cualquier sospecha o expectativa, mejor despejar la mente y buscar la verdad, la cual me haría libre de toda mal aura.
Arreglé ciertos papeles para pedir un permiso especial de cara a mi ausencia, sin peros, pude conseguirlo y al día siguiente me dirigiría hacia el lugar de los hechos. Preparé mis pertenencias de cara al viaje, la Red Line quedaba a una distancia contundente del G-23, pero llegar hasta el fondo del asunto pesaba más que cualquier dolencia o reparo del trayecto. Desayuné bien temprano, incluso antes de la salida del sol para aprovechar la luz, y empaqué mis útiles para lo que iba a ser la aventura que estaba a punto de comenzar. Siguiendo la cadena de favores de la base, Mein, el viejo dueño del restaurante que ayudé a echar a aquel indeseable, me fió a su hermano que era pescador para que me echase un cable como navegante, mis dotes al timón no eran lo suficientemente notorias como para depender de mí mismo.
En el muelle, y con mis enseres al hombro, le di algunas pobres indicaciones al viejo lobo de mar que, por suerte, pudo interpretar sin contratiempos. Debíamos de dirigirnos a un enclave concreto de la Red Line, el cual, sabía su ubicación aunque no de forma exacta. Iniciamos el viaje en un viejo pesquero que regentaba el hombre somnoliento, y nos embarcamos con el mar y el viento a favor hasta el destino. Durante la navegación, y tras la respectiva presentación, me mantuve determinante cerca de la proa del barco, en la posición del loto, contemplando el horizonte y realizando algún que otro estiramiento y calentamiento por el camino para destensar el cuerpo.
ARM300
ARTISTA MARCIAL
Pasiva
Tier 3
No Aprendida
Podrás realizar un calentamiento durante un post para ganar +5 [Agilidad] y +5 [Fuerza] por el resto del tema. Este calentamiento se considerará como [Canalizar].
La gran muralla natural comenzó a asomar imperial con la inmensidad que la caracterizaba, su escarlata, se fue haciendo más notorio y vivo a medida que nos acercábamos a ella, y mi vista, se dirigía hacia lo más alto de su cima buscando sin esperanza el santuario al que debía de haber llegado Tao. El viejo pescador se dirigía hacia la supuesta ubicación que le di, y pude notar como la brisa comenzaba a ser más suave a medida que nos aproximábamos más y más. Pude notar como la vibrante sensación de inquietud comenzaba a acelerar mi pulso, pero ya no había marcha atrás ni tampoco montaña que me intimidase.
Desembarcamos finalmente en una especie de altar saliente de tierra, donde pude bajarme del barco y agradecer el viaje al pescador con una cordial reverencia. Quedamos en que me recogería aquí a la misma hora, aunque desconocía si estaría o de poder estar como hacerlo, pues no era lo mismo trepar una pared de centenares de metros que bajarla. Creo que prefería lo primero incluso.
Ya solo allí, coloqué mis manos en la cintura y levanté mi barbilla para divisar aquella empinada montaña, con el ceño neutro y como si estuviera desafiando a aquel monstruo cuando en verdad sería el a mí. Sin tener que perder más el tiempo, tomé con las manos algo de la tierra del suelo para afinar el agarre de estas, y ni corto ni perezoso, comencé la subida a mano pelada, fijándome de los salientes para que fueran firmes y seguros. No tenía más medios para escalar que mis pies y mis propias manos, y la fe, la fe en la determinación y la voluntad que me definían.