Sowon
Luna Sangrienta
15-10-2024, 10:47 PM
Los trabajos seguían fluyendo a la par que su cuerpo se adaptaba a la nueva vida que había tomado, una mercenaria que podía aceptar y declinar los trabajos por su cuenta. Si bien era algo nuevo, le gustaba poder estudiar las propuestas sin oposición y tomar los trabajos que más rentabilidad le ofrecían en lugar de los que fuesen tediosos con una recompensa paupérrima. Recientemente un lugar empezaba a tomar popularidad en una isla que se estaba destacando por ofrecer algunos entretenimientos tras la afluencia de turistas, los clubes de lucha se estaban expandiendo y creando un circuito alrededor de tabernas más grandes que pudieran permitir el flujo de dinero sin alterar al orden público. Por esta razón, eran lugares muy cuidadosos con lo que se permitía, si bien algo así bastaba para que le pique el gusanillo de la diversión la rubia no participaba en estos. La principal razón era que le costaba controlarse a la hora de un combate y más si involucraba dinero, no se le daba bien limitarse para no matar y estaba segura que pese a poder realizar una gran actuación dado el nivel de los contendientes, era muy probable que terminase por cortar alguna cabeza con su espada si se le soltaba la cadena en un ring.
Era la mañana pero había terminado de ayudar en una granja y la paga no había sido mala, su cuerpo y la fuerza de sus brazos le hacían una labradora excelente siendo que los campesinos pagaban muy bien sus servicios a veces necesarios en una ciudad que todavía conservaba zonas rurales como una extensión del comercio de la ciudad. Ingresó con cuidado de no llevarse el techo por delante a la taberna, llegando a duras penas a la barra pero una vez sentada sus cuernos ya no rallaban el cielo raso de ese establecimiento, había escuchado que era uno de los pocos clubes de lucha que se mantenían abiertos y esperaba ver algún combate aunque por lo vacío del lugar no parecía ser la hora exacta. Eso que era barata para la competencia, pero debió suponer que ante los codiciosos dueños de bares y tabernas la hora más costosa era la utilizada para cualquier atracción principal.
―Bonitas espadas, aunque a mis ojos parecen simples cuchillos de cocina, tres espadas para dos extremidades es algo curioso de ver. Yo suelo preferir una herramienta eficiente, una herramienta que se adapte a mis necesidades y no dividir mi atención entre tres posibles movimientos... ¿Son tuyas? Es interesante encontrar a alguien que se especialice en el mundo de las espadas lejos de casa.―
Contempló con curiosidad el acero que ese hombre pequeño mantenía a su lado, como una extremidad más, lo notaba en la actitud era algo sencillo cuando dos almas compartían una pasión similar. Sowon había crecido en la tierra de los espadachines, hombres que en el mundo ya no existían, hombres que vivían, dormían y comían para la espada. Leyendas que buscaban perfeccionar sus habilidades hasta ser capaces de cortar cualquier cosa, figuras que le habían inspirado desde pequeña y que la habían convertido en lo que era al día de hoy. Una guerrera, una persona que solo existía para poder luchar y que siempre buscaba progresar en el mundo de la espada, pero que tenía un gran respeto por otros que eligieran ese camino.
―En mi familia mi padre es un guerrero más contundente, mi madre en cambio es una maestra del arco y yo como su descendiente creo que heredé la brutalidad de mi padre y el filo de mi madre. Por eso, mi arma es esta espada que puedes apreciar en mi espalda. ¿Cuál es tu historia con respecto a tu elección? Los humanos suelen buscar armas por un interés de utilidad, algunos consideran oxidado el usar una espada y prefieren utilizar otras cosas mucho más modernas. ¿Sabes lo que pienso? Que una espada nunca puede subestimarse, porque en el momento que lo haces estás subestimando al guerrero que la empuña. Y por eso, no subestimo tu arsenal por pequeño o inadecuado que pueda verlo con mi tamaño.―
La oni bebió un largo trago tras terminar de hablar, el dulzor de aquella bebida se deslizaba como miel por su boca seca y sobretodo por su agotada garganta, suspiró con una voz mucho menos raspada y suavizando un poco la mirada de curiosidad. Ahora, solo en un leve instante, pareció darle permiso a su oyente para sentirse a gusto. No era un simple encuentro, era un encuentro entre guerreros y amantes de un mismo elemento, algo que distaba de previos encuentros con humanos o personas ajenas al mundo. Una filosofía, un deseo, había un camino que ambas almas habían recorrido hasta cruzarse en un lugar tan vulgar como una taberna en medio de la nada misma. Una mujer alta, con cuernos y con una espada tan filosa como su lengua reconocía como igual a alguien mucho más pequeño.
―Shinozaki Sowon, espero que nuestro encuentro solo sea el comienzo de un intercambio mucho más profundo...―
Se presentó, no había asumido la raza o procedencia de aquel hombre de las tres espadas, para ella todas las hormigas se veían iguales y no discriminaba entre ellas. Pero se detuvo a la hora de poner algún apodo, a lo mejor porque no se decidía en como calificarle, comparado con el que se encargaba de llenar las jarras era algo más alto y el hecho de utilizar un arma en común resultaba en una cordialidad casi inimaginable en ella.
Era la mañana pero había terminado de ayudar en una granja y la paga no había sido mala, su cuerpo y la fuerza de sus brazos le hacían una labradora excelente siendo que los campesinos pagaban muy bien sus servicios a veces necesarios en una ciudad que todavía conservaba zonas rurales como una extensión del comercio de la ciudad. Ingresó con cuidado de no llevarse el techo por delante a la taberna, llegando a duras penas a la barra pero una vez sentada sus cuernos ya no rallaban el cielo raso de ese establecimiento, había escuchado que era uno de los pocos clubes de lucha que se mantenían abiertos y esperaba ver algún combate aunque por lo vacío del lugar no parecía ser la hora exacta. Eso que era barata para la competencia, pero debió suponer que ante los codiciosos dueños de bares y tabernas la hora más costosa era la utilizada para cualquier atracción principal.
―Bonitas espadas, aunque a mis ojos parecen simples cuchillos de cocina, tres espadas para dos extremidades es algo curioso de ver. Yo suelo preferir una herramienta eficiente, una herramienta que se adapte a mis necesidades y no dividir mi atención entre tres posibles movimientos... ¿Son tuyas? Es interesante encontrar a alguien que se especialice en el mundo de las espadas lejos de casa.―
Contempló con curiosidad el acero que ese hombre pequeño mantenía a su lado, como una extremidad más, lo notaba en la actitud era algo sencillo cuando dos almas compartían una pasión similar. Sowon había crecido en la tierra de los espadachines, hombres que en el mundo ya no existían, hombres que vivían, dormían y comían para la espada. Leyendas que buscaban perfeccionar sus habilidades hasta ser capaces de cortar cualquier cosa, figuras que le habían inspirado desde pequeña y que la habían convertido en lo que era al día de hoy. Una guerrera, una persona que solo existía para poder luchar y que siempre buscaba progresar en el mundo de la espada, pero que tenía un gran respeto por otros que eligieran ese camino.
―En mi familia mi padre es un guerrero más contundente, mi madre en cambio es una maestra del arco y yo como su descendiente creo que heredé la brutalidad de mi padre y el filo de mi madre. Por eso, mi arma es esta espada que puedes apreciar en mi espalda. ¿Cuál es tu historia con respecto a tu elección? Los humanos suelen buscar armas por un interés de utilidad, algunos consideran oxidado el usar una espada y prefieren utilizar otras cosas mucho más modernas. ¿Sabes lo que pienso? Que una espada nunca puede subestimarse, porque en el momento que lo haces estás subestimando al guerrero que la empuña. Y por eso, no subestimo tu arsenal por pequeño o inadecuado que pueda verlo con mi tamaño.―
La oni bebió un largo trago tras terminar de hablar, el dulzor de aquella bebida se deslizaba como miel por su boca seca y sobretodo por su agotada garganta, suspiró con una voz mucho menos raspada y suavizando un poco la mirada de curiosidad. Ahora, solo en un leve instante, pareció darle permiso a su oyente para sentirse a gusto. No era un simple encuentro, era un encuentro entre guerreros y amantes de un mismo elemento, algo que distaba de previos encuentros con humanos o personas ajenas al mundo. Una filosofía, un deseo, había un camino que ambas almas habían recorrido hasta cruzarse en un lugar tan vulgar como una taberna en medio de la nada misma. Una mujer alta, con cuernos y con una espada tan filosa como su lengua reconocía como igual a alguien mucho más pequeño.
―Shinozaki Sowon, espero que nuestro encuentro solo sea el comienzo de un intercambio mucho más profundo...―
Se presentó, no había asumido la raza o procedencia de aquel hombre de las tres espadas, para ella todas las hormigas se veían iguales y no discriminaba entre ellas. Pero se detuvo a la hora de poner algún apodo, a lo mejor porque no se decidía en como calificarle, comparado con el que se encargaba de llenar las jarras era algo más alto y el hecho de utilizar un arma en común resultaba en una cordialidad casi inimaginable en ella.