—30 de Primavera, año 724—
Una "ocasión de una en un millón, si ese uno fuese envuelto en otra metáfora para algo simbólico de mucha suerte", una descripción rara de narices desde el primer minuto que sus ojos pudieron leerlo, y que le olía a estafa piramidal a cuatro kilómetros incluso sin necesidad de usar su destacado olfato. Desconfiaba desde el primer minuto que tan "sagradísima oportunidad" había osado posarse en su desafortunado hombro y no en el de nadie más, no porque quisiera desearle tal perdida de tiempo a otra persona, sino porque a él se le daba fatal mostrar negativas. Era un chico puro de corazón en su día a día, a veces mas de lo que desearía, y la mayoría de veces era una virtud que jugaba en su contra más veces de las que no. Además, su curiosidad se apoderaba de su pensamiento lógico más veces de las que quisiera admitir; era la clase de gato que moriría sabiendo lo que había al otro lado de la puerta.
Aunque claro, si se propasaban de cualquier manera... Siempre sería una buena excusa para soltar el estrés de días de viaje en una... "muy interactiva y desestresante liberación de violencia pura". Los tres filos colgando de su cintura siempre estaban dispuestos a recibir cualquier práctica, y hacerle un pase largo a la Marina con unos cuantos estafadores atados ya era práctica estándar para el Lunarian.
Por acabar de definir la situación en más que unas cuantas palabras poco definidas: A la correspondencia de Alistair había llegado una carta de apariencia extravagante, con bastantes colores que podían describirse como exóticos y algunas decoraciones por encima. Unas que, por cierto, se habían caído en su mayoría antes de que la correspondencia llegara a manos del Lunarian. En ella anunciaban que había sido el ganador de una especie de sorteo a ciegas en el que se le ofrecía una oferta especial, única e imperdible -que para mas disgusto no mencionaba el qué era, esperando que picara- que vería en una fecha concreta en Tequila Wolf, específicamente Vodka Shore. Una trampa en la que los turistas veían los ahorros de su vida desaparecer de sus manos como si se hicieran polvo. No lo hacía muy diferente al robo, pero dado que entraba en el esquema de lo legal, todo lo que podía hacer era mirar a los encargados de ese circo con malos ojos y suspirar en frustración.
Arribó a Tequila Wolf por la mañana -aunque arribar era un término ambiguo, pues en realidad había volado hasta allá-, tanteando un poco el lugar para tener una mejor comprensión; nunca antes había viajado a Tequila Wolf, y ésta parecía una excelente oportunidad para marcarlo fuera de su lista de quehaceres futuros, además de hacer una imagen mental del sitio en caso de que alguna vez requiriera algo de la isla mencionada, fuera que se tratara de un asunto personal o de la Armada Revolucionaria. Desde allí, llegar a Vodka Shore por uno de los caminos que interconectaban las tres islas fue bastante sencillo.
Definitivamente era el falso paraíso que describían los susurros atravesando los Blues mas rápido que una llamarada en un bosque. Un lugar precioso, lleno de carteles luminiscentes y zonas de ocio, un sitio que enamoraba a cualquiera con un ferviente deseo de conocer más el mundo. Una trampa de miel de libro. Pero debía reconocer el empeño que le habían puesto en hacer brillar al lugar, indiferente a las razones que tuvieran para hacerlo. Habían creado un pequeño paraíso en el cual la gente podía abandonar el dolor de cabeza que suponía la vida real y disfrutar sin miramiento ni reparo al futuro.
O al menos, así hablaban de ella los guías turísticos perfectamente repartidos en cada sector y esquina de la isla. Lo cierto era que, a esta hora, Vodka Shore exhibía una tranquilidad casi inquietante, diametralmente opuesta a la zona de vicio y lujos descrita en los panfletos. Casi se sentía en el lugar incorrecto, y por un momento lo dudo, si no fuera porque revisó unas tres veces que su orientación básica no le había jugado una mala pasada recorriendo los gigantes azules que eran los Blues.
— Supongo que habrá que esperar a la noche. — Mencionó, rascándose la cabeza. Tras unos minutos de recorrido por las calles de la isla, se encontró con un edificio que parecía funcionar solo por las noches, con tal mezcla de publicidad sobre las ventanas que daban al exterior que no acababa de entender la función del establecimiento. Respuestas para después.
Por lo pronto, un grito a la distancia llamó su atención.