Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
16-10-2024, 03:48 AM
No me agradaba demasiado Kilombo, era la última isla que tenía en mente para pasar un buen rato, no solo porque se encotnraba demasiado cerca de la isla en la que nací; un hecho que por sí mismo no hacía más que mantenerse en la parte posterior de mi mente, como un fantasma o una criatura irreal que me acosaba en los momentos más inesperados, aquellos en los que bajaba la guardia, en las que mi preconsciente no se encargaba de levantar las barreras que mantenían atrás los contenidos siniestros, ominosos de mis recuerdos; sino que también la isla en sí tenía una base de la marina lo suficientemente prominente y cercana al pueblo como para inquietarme. Los marines y los nobles, los activos del inframundo, eran ese tipo de personas con las que prefería no cruzarme si tenía la oportunidad de esquivarlos.
Pero trabajo es trabajo, y esta vez el barco mercante que contrató mis servicios como navegante tenía como objetivo entregar una carga en Rostock, un pueblito anodino y tranquilo donde las personas no parecían tener muchos problemas realmente, bueno, más allá de las consecuencias que traían las fiestas nocturnas, y tenía el presentimiento de que las diurnas también. Exhalé un suspiro, bajando del barco paso a paso, pasar una semana, pasar tan siquiera unos días encerrado dentro de un barco con solo mar a mi alrededor y personas desconocidas debería hacerse normal para mí ¿No? Después de tanto tiempo ejerciendo este oficio, pero nunca me adaptaba a las personas, lo cierto es que prefería otros ambientes. Lo bueno es que trabajar de forma intermitente me daba la oportunidad de manejar mis propios tiempos: Iba a donde quería, cuando quería, como quería.
Porque volar era una opción, por supuesto, pero la gente no parecía entender que las alas pegadas a mi espalda no eran meramente decorativas, y que el cansancio podía sobrevenir fácilmente, después de todo las alas son dos extremidades más, con musculos que pueden fatigarse, agarrotarse, tensionarse. La única diferencia que había con las extremidades de las personas sin alas, es que las mías me permitían despegar del suelo, llevarme a nuevas alturas que algunos no podrían alcanzar. Unos cuantos metros no parecen mucho a simple vista, pero cuando ves todo desde arriba, es diferente. Por eso mantenía mis alas cerca de mi espalda, eso y que algunas personas que habían consumido grandes cantidades de alcohol, o que eran poco resistentes a este, tendían a tocarlas como si se tratase del pelaje de un cachorro.
Puse los ojos en blanco, esquivando a una persona que casi choca con mi lateral izquierdo, uno de los tripulantes de la nave en la que vine pasó por el derecho y levantó una mano a modo de saludo, y una jarra de cerveza, jarra que parecía haber salido de la nada ¿De donde…?
. – ¡Gavyn! ¿Te vas tan pronto? ¿Ya te pagó el capitán?
Recogí los hombros en un gesto despreocupado– Cada moneda, sin dejar caer una más en la mesa.
El tripulante hizo una mueca– Si, es algo tacaño… Pero no te preocupes, sin duda le agradó que nos hayas guiado hasta aquí, tienes experiencia ¿No?
. – Bueno, soy navegante después de todo. –Esbocé una sonrisa perezosa, llevando las manos a mis bolsillos y señalé su jarra con el mentón– ¿Dónde puedo conseguir una de esas aquí?
El joven, que era alto, moreno, con unos ojos oscuros, negros como la laca, y dos orejas de conejo caídas a los laterales de su cabeza, se quedó quieto con aire pensativo, moviendo su nariz rosada de lado a lado.
. – Hmm, hay un bar cerca de aquí, por lo que sé están organizando una fiesta esta noche. –Sugirió, señalando el noreste– Parece tu tipo de lugar, se llama “Label”.
Esbocé una sonrisa y me giré, levantando una mano antes de moverla en señal de despedida.
. – ¡Adios Gavyn!
Caminé tranquilamente por el puerto, adentrándome en el pueblo, naturalmente le pregunté a las personas que parecían sobrias acerca del lugar, por mucho que pueda orientarme por mi oficio, no puedo adivinar la ubicación de los lugares solo porque sí. Tras algunas indicaciones varias y giros equivocados, llegué al bar, la música resonaba fuera de este, incluso con la puerta cerrada… Con un suspiro exasperado, porque sabía que la mayoría de los lugares estarían en esta condición por la noche, entré, esquivando personas y yendo a la parte exterior del local, hacia la barra externa, donde pedí una pinta de cerveza negra y me senté en una de las sillas altas a beberla. Si me iba a quedar aquí, al menos disfrutaría… Mis ojos se deslizaron lentamente por la marea de gente que me rodeaba, desde aquí vi un cabello blanco, realmente blanco, podía competir fácilmente con el blanco de las hojas de un libro.
Era como la nieve.
El rostro que acompañaba a aquella cabellera estaba cubierto por unos lentes oscuros que impedían ver los ojos del muchacho. Una sonrisa se abrió paso por mi rostro, ladina, podría divertirme. Le pedí al barman que prepare una cerveza para el chico, este asintió suavemente y después de servirla en un vaso alto, se acercó al albino.
. – Señor, se la envía el joven de allí. –Dijo antes de señalar hacia el otro lado de la barra, donde me encontraba.
Pero trabajo es trabajo, y esta vez el barco mercante que contrató mis servicios como navegante tenía como objetivo entregar una carga en Rostock, un pueblito anodino y tranquilo donde las personas no parecían tener muchos problemas realmente, bueno, más allá de las consecuencias que traían las fiestas nocturnas, y tenía el presentimiento de que las diurnas también. Exhalé un suspiro, bajando del barco paso a paso, pasar una semana, pasar tan siquiera unos días encerrado dentro de un barco con solo mar a mi alrededor y personas desconocidas debería hacerse normal para mí ¿No? Después de tanto tiempo ejerciendo este oficio, pero nunca me adaptaba a las personas, lo cierto es que prefería otros ambientes. Lo bueno es que trabajar de forma intermitente me daba la oportunidad de manejar mis propios tiempos: Iba a donde quería, cuando quería, como quería.
Porque volar era una opción, por supuesto, pero la gente no parecía entender que las alas pegadas a mi espalda no eran meramente decorativas, y que el cansancio podía sobrevenir fácilmente, después de todo las alas son dos extremidades más, con musculos que pueden fatigarse, agarrotarse, tensionarse. La única diferencia que había con las extremidades de las personas sin alas, es que las mías me permitían despegar del suelo, llevarme a nuevas alturas que algunos no podrían alcanzar. Unos cuantos metros no parecen mucho a simple vista, pero cuando ves todo desde arriba, es diferente. Por eso mantenía mis alas cerca de mi espalda, eso y que algunas personas que habían consumido grandes cantidades de alcohol, o que eran poco resistentes a este, tendían a tocarlas como si se tratase del pelaje de un cachorro.
Puse los ojos en blanco, esquivando a una persona que casi choca con mi lateral izquierdo, uno de los tripulantes de la nave en la que vine pasó por el derecho y levantó una mano a modo de saludo, y una jarra de cerveza, jarra que parecía haber salido de la nada ¿De donde…?
. – ¡Gavyn! ¿Te vas tan pronto? ¿Ya te pagó el capitán?
Recogí los hombros en un gesto despreocupado– Cada moneda, sin dejar caer una más en la mesa.
El tripulante hizo una mueca– Si, es algo tacaño… Pero no te preocupes, sin duda le agradó que nos hayas guiado hasta aquí, tienes experiencia ¿No?
. – Bueno, soy navegante después de todo. –Esbocé una sonrisa perezosa, llevando las manos a mis bolsillos y señalé su jarra con el mentón– ¿Dónde puedo conseguir una de esas aquí?
El joven, que era alto, moreno, con unos ojos oscuros, negros como la laca, y dos orejas de conejo caídas a los laterales de su cabeza, se quedó quieto con aire pensativo, moviendo su nariz rosada de lado a lado.
. – Hmm, hay un bar cerca de aquí, por lo que sé están organizando una fiesta esta noche. –Sugirió, señalando el noreste– Parece tu tipo de lugar, se llama “Label”.
Esbocé una sonrisa y me giré, levantando una mano antes de moverla en señal de despedida.
. – ¡Adios Gavyn!
Caminé tranquilamente por el puerto, adentrándome en el pueblo, naturalmente le pregunté a las personas que parecían sobrias acerca del lugar, por mucho que pueda orientarme por mi oficio, no puedo adivinar la ubicación de los lugares solo porque sí. Tras algunas indicaciones varias y giros equivocados, llegué al bar, la música resonaba fuera de este, incluso con la puerta cerrada… Con un suspiro exasperado, porque sabía que la mayoría de los lugares estarían en esta condición por la noche, entré, esquivando personas y yendo a la parte exterior del local, hacia la barra externa, donde pedí una pinta de cerveza negra y me senté en una de las sillas altas a beberla. Si me iba a quedar aquí, al menos disfrutaría… Mis ojos se deslizaron lentamente por la marea de gente que me rodeaba, desde aquí vi un cabello blanco, realmente blanco, podía competir fácilmente con el blanco de las hojas de un libro.
Era como la nieve.
El rostro que acompañaba a aquella cabellera estaba cubierto por unos lentes oscuros que impedían ver los ojos del muchacho. Una sonrisa se abrió paso por mi rostro, ladina, podría divertirme. Le pedí al barman que prepare una cerveza para el chico, este asintió suavemente y después de servirla en un vaso alto, se acercó al albino.
. – Señor, se la envía el joven de allí. –Dijo antes de señalar hacia el otro lado de la barra, donde me encontraba.