Octojin
El terror blanco
16-10-2024, 12:42 PM
Octojin, y muy probablemente cualquiera que estuviera allí, podía sentía la tensión en el aire, cargada de rabia, orgullo y determinación, unas sensaciones que le estaban acompañando durante todo el combate. Lo cierto es que había lanzado un par de ataques desmedidos. El primero contra el rubio, y el segundo, un ataque completamente devastador, un golpe que había hecho vibrar todo el campo de batalla y desplazado el aire a su alrededor, generando una onda de choque lo suficientemente fuerte como para derribar a cualquier enemigo común. Sin embargo, tanto Atlas como Camille habían resistido con una fortaleza que despertaba en Octojin una mezcla de respeto y frustración. Estaba claro que ellos no se podían considerar como enemigos comunes. Realmente no deberían considerarse ni enemigos, pero en aquél momento, lo eran.
Camille, con su impresionante fuerza y habilidad, había contrarrestado el ataque utilizando su odachi. El escualo observó cómo la oni sujetaba la espada con ambas manos, tensando su cuerpo mientras se preparaba para interceptar la onda de choque. El filo de Céfiro, rodeado por la energía y la voluntad de Camille, cortó el aire con una precisión devastadora, en un movimiento que dejó claro al tiburón que la oni iba totalmente en serio. Aunque no fue capaz de desviar completamente la fuerza de la embestida del gyojin, había logrado frenar parte del impacto. Aun así, el golpe la había hecho retroceder varios metros, y por la forma en que Camille apretaba los dientes y el modo en que sus brazos temblaban, Octojin supo que su ataque había causado más daño del que ella quería admitir.
Observando el rostro de Camille, Octojin sintió una chispa de admiración por su compañera. Pero esa chispa no era suficiente para detener el fuego que aún ardía en su interior. La ira seguía alimentada por la tensión que colgaba en el aire como una nube negra que amenazaba con desatar una tormenta. Al igual que Camille, Atlas también había resistido, aunque de una manera completamente diferente. Realmente, él era el objetivo de todos sus ataques, y en ese momento, cegado completamente, le daba igual si había alguna víctima más.
Las vibraciones sacudieron el cuerpo del fénix, y Octojin pudo ver cómo Atlas intentaba estabilizarse en el aire con ciertas dificultades, aleteando suavemente para mantener el equilibrio mientras su cuerpo sufría las consecuencias del impacto. Había sido una buena hostia, la verdad. A pesar de ello, el rubio no había cedido. En lugar de retirarse, su determinación parecía igual de fuerte que la de Octojin. La luz azulada de sus llamas empezó a rodear su cuerpo, envolviéndolo en un manto de fuego celeste y anaranjado que parpadeaba como una danza hipnótica.
Octojin, observando el espectáculo, supo que Atlas estaba usando su habilidad de la akuma no mi, pero no entendía qué estaba pasando. Era la primera vez que la veía y no tenía muy claro lo que era aquél ser alado ni sus poderes, algo que sin duda le ponía en desventaja. Se preparó para una posible ofensiva, aunque no tenía claro si aquello era el objetivo del humano. El tiburón no pudo evitar fruncir el ceño ante la tenacidad del fénix. Aunque admiraba su capacidad para seguir luchando a pesar de que le irritaba, como si fuera una burla silenciosa a la ferocidad de sus propios ataques.
Pero Octojin no estaba dispuesto a detenerse ahí. Sentía que la situación se le estaba escapando de las manos. Había empezado todo aquello impulsado por la rabia y el orgullo herido, y ahora, mientras observaba cómo sus compañeros se recomponían de sus golpes, sabía que necesitaba ir aún más lejos. La cuestión es si estaba dispuesto. Por el momento, sí. Su cuerpo, lleno de cicatrices de batallas pasadas se tensó, y la furia que aún bullía en su interior lo impulsó a tomar una decisión: debía canalizar toda su fuerza, concentrarla, y liberar un ataque que ninguno de ellos pudiera soportar.
Así que Octojin comenzó a canalizar su fuerza y, lentamente, dobló la brazo derecho, contrayendo cada músculo de su cuerpo mientras concentraba toda su fuerza en esa extremidad. Aquello le daría un extra de potencia. Cada fibra de su ser estaba enfocada en un solo objetivo: lanzar un golpe que no solo derribara a sus oponentes, sino que los empujara por los aires. La respiración del habitante del mar se volvió más pesada, más profunda, y sus ojos se clavaron en Atlas y Camille, sus rivales, con una intensidad que revelaba su determinación de no ceder. Y es que si algo tenía el gyojin, era insistencia. Y eso haría hasta que le hicieran ver que no estaba en su juicio.
Cada segundo que pasaba, la energía en su brazo iba aumentando. Los músculos se tensaban más y más, preparándose para liberar una fuerza descomunal que podría enviar a cualquiera volando por los aires si se aplicaba con la suficiente técnica. Era como si todo su ser se estuviera preparando para desatar un torrente de poder puro e incontrolable. Una energía que tenía en su interior, fruto de la furia, y que quería externalizar en forma de un potente impacto.
Sin embargo, mientras seguía concentrado en su propio poder, algo llamó su atención. Notó que Camille, aunque claramente afectada por el golpe anterior, no se había rendido. Su odachi todavía estaba en alto, demostrando que también era una seria candidata a presidir el club de los cabezones, en el que por ahora, Atlas y él mismo tenían las mismas papeletas para tener un cargo directivo también. A pesar de que sus brazos temblaban ligeramente por el impacto, la oni estaba preparada para seguir luchando, y Octojin sentía que no iba a rendirse fácilmente. Camille no era alguien que se acobardara ante un desafío, y eso solo aumentaba la intensidad del momento. Y la dificultad, claro.
Pero aquello no iba a frenar al habitante del mar, no. Sino que era un motivo más para seguir. Octojin dirigió una rápida mirada a Atlas. El fénix seguía flotando en el aire, con las llamas celestes parpadeando a su alrededor, y aunque su cuerpo aún mostraba signos de fatiga, su espíritu seguía inquebrantable. Ambos estaban listos para continuar el enfrentamiento, sin importar las consecuencias. Y eso, sinceramente, hacía que el tiburón apretase los puños en señal de tensión.
Pero no solo eran ellos tres allí. Octojin comenzó a notar que no estaban solos, todo lo contrario. Alrededor del campo de batalla, varios marines se habían acercado, atraídos por el caos del enfrentamiento. Estaban lo suficientemente cerca como para ser testigos de la intensidad de la pelea, incluso de recibir algún impacto, pero no parecía importarles. No al menos más que ver la sangre de sus compañeros. Algunos de ellos estaban visiblemente preocupados, mientras que otros observaban con una mezcla de asombro y temor. Habían presenciado de primera mano la brutalidad de los ataques, y aunque no se atrevían a intervenir, su presencia añadía una nueva capa de tensión al combate. Una en la que claramente, lo que hiciesen allí, equivaldría a algún tipo de castigo. ¿Pero quién pensaba en eso ahora?
Mientras el sudor comenzaba a resbalar por su frente, Octojin esperó a que cualquiera de los dos rivales fuera hacia él, haciendo una seña con la mano. Podía continuar con su ataque y desatar toda su furia, o esperar y contra-atacar. Y eso haría, tomándose un breve respiro que, francamente, necesitaba. La rabia y la frustración seguían ardiendo dentro de él, empujándolo a continuar, a demostrar su fuerza.
Camille, con su impresionante fuerza y habilidad, había contrarrestado el ataque utilizando su odachi. El escualo observó cómo la oni sujetaba la espada con ambas manos, tensando su cuerpo mientras se preparaba para interceptar la onda de choque. El filo de Céfiro, rodeado por la energía y la voluntad de Camille, cortó el aire con una precisión devastadora, en un movimiento que dejó claro al tiburón que la oni iba totalmente en serio. Aunque no fue capaz de desviar completamente la fuerza de la embestida del gyojin, había logrado frenar parte del impacto. Aun así, el golpe la había hecho retroceder varios metros, y por la forma en que Camille apretaba los dientes y el modo en que sus brazos temblaban, Octojin supo que su ataque había causado más daño del que ella quería admitir.
Observando el rostro de Camille, Octojin sintió una chispa de admiración por su compañera. Pero esa chispa no era suficiente para detener el fuego que aún ardía en su interior. La ira seguía alimentada por la tensión que colgaba en el aire como una nube negra que amenazaba con desatar una tormenta. Al igual que Camille, Atlas también había resistido, aunque de una manera completamente diferente. Realmente, él era el objetivo de todos sus ataques, y en ese momento, cegado completamente, le daba igual si había alguna víctima más.
Las vibraciones sacudieron el cuerpo del fénix, y Octojin pudo ver cómo Atlas intentaba estabilizarse en el aire con ciertas dificultades, aleteando suavemente para mantener el equilibrio mientras su cuerpo sufría las consecuencias del impacto. Había sido una buena hostia, la verdad. A pesar de ello, el rubio no había cedido. En lugar de retirarse, su determinación parecía igual de fuerte que la de Octojin. La luz azulada de sus llamas empezó a rodear su cuerpo, envolviéndolo en un manto de fuego celeste y anaranjado que parpadeaba como una danza hipnótica.
Octojin, observando el espectáculo, supo que Atlas estaba usando su habilidad de la akuma no mi, pero no entendía qué estaba pasando. Era la primera vez que la veía y no tenía muy claro lo que era aquél ser alado ni sus poderes, algo que sin duda le ponía en desventaja. Se preparó para una posible ofensiva, aunque no tenía claro si aquello era el objetivo del humano. El tiburón no pudo evitar fruncir el ceño ante la tenacidad del fénix. Aunque admiraba su capacidad para seguir luchando a pesar de que le irritaba, como si fuera una burla silenciosa a la ferocidad de sus propios ataques.
Pero Octojin no estaba dispuesto a detenerse ahí. Sentía que la situación se le estaba escapando de las manos. Había empezado todo aquello impulsado por la rabia y el orgullo herido, y ahora, mientras observaba cómo sus compañeros se recomponían de sus golpes, sabía que necesitaba ir aún más lejos. La cuestión es si estaba dispuesto. Por el momento, sí. Su cuerpo, lleno de cicatrices de batallas pasadas se tensó, y la furia que aún bullía en su interior lo impulsó a tomar una decisión: debía canalizar toda su fuerza, concentrarla, y liberar un ataque que ninguno de ellos pudiera soportar.
Así que Octojin comenzó a canalizar su fuerza y, lentamente, dobló la brazo derecho, contrayendo cada músculo de su cuerpo mientras concentraba toda su fuerza en esa extremidad. Aquello le daría un extra de potencia. Cada fibra de su ser estaba enfocada en un solo objetivo: lanzar un golpe que no solo derribara a sus oponentes, sino que los empujara por los aires. La respiración del habitante del mar se volvió más pesada, más profunda, y sus ojos se clavaron en Atlas y Camille, sus rivales, con una intensidad que revelaba su determinación de no ceder. Y es que si algo tenía el gyojin, era insistencia. Y eso haría hasta que le hicieran ver que no estaba en su juicio.
VAN302
VANGUARDIA
Ofensiva Activa
Tier 3
No Aprendida
36
2
El usuario irá contrayendo su pierna o brazo concentrando toda la fuerza que pueda en ellos, con el fin de liberar un directo y poderoso impacto desde su arma contra su objetivo, llegando provocar un [Empuje] por los aires hasta 15 metros. Cada Turno que canalice la distancia de empuje aumentará otros 10 metros y su daño aumenta en 30 por cada Turno. Esta técnica se podrá [Canalizar] un máximo de 3 Turnos.
Golpe Basico + [RESx2,5] de [Daño contundente]
Cada segundo que pasaba, la energía en su brazo iba aumentando. Los músculos se tensaban más y más, preparándose para liberar una fuerza descomunal que podría enviar a cualquiera volando por los aires si se aplicaba con la suficiente técnica. Era como si todo su ser se estuviera preparando para desatar un torrente de poder puro e incontrolable. Una energía que tenía en su interior, fruto de la furia, y que quería externalizar en forma de un potente impacto.
Sin embargo, mientras seguía concentrado en su propio poder, algo llamó su atención. Notó que Camille, aunque claramente afectada por el golpe anterior, no se había rendido. Su odachi todavía estaba en alto, demostrando que también era una seria candidata a presidir el club de los cabezones, en el que por ahora, Atlas y él mismo tenían las mismas papeletas para tener un cargo directivo también. A pesar de que sus brazos temblaban ligeramente por el impacto, la oni estaba preparada para seguir luchando, y Octojin sentía que no iba a rendirse fácilmente. Camille no era alguien que se acobardara ante un desafío, y eso solo aumentaba la intensidad del momento. Y la dificultad, claro.
Pero aquello no iba a frenar al habitante del mar, no. Sino que era un motivo más para seguir. Octojin dirigió una rápida mirada a Atlas. El fénix seguía flotando en el aire, con las llamas celestes parpadeando a su alrededor, y aunque su cuerpo aún mostraba signos de fatiga, su espíritu seguía inquebrantable. Ambos estaban listos para continuar el enfrentamiento, sin importar las consecuencias. Y eso, sinceramente, hacía que el tiburón apretase los puños en señal de tensión.
Pero no solo eran ellos tres allí. Octojin comenzó a notar que no estaban solos, todo lo contrario. Alrededor del campo de batalla, varios marines se habían acercado, atraídos por el caos del enfrentamiento. Estaban lo suficientemente cerca como para ser testigos de la intensidad de la pelea, incluso de recibir algún impacto, pero no parecía importarles. No al menos más que ver la sangre de sus compañeros. Algunos de ellos estaban visiblemente preocupados, mientras que otros observaban con una mezcla de asombro y temor. Habían presenciado de primera mano la brutalidad de los ataques, y aunque no se atrevían a intervenir, su presencia añadía una nueva capa de tensión al combate. Una en la que claramente, lo que hiciesen allí, equivaldría a algún tipo de castigo. ¿Pero quién pensaba en eso ahora?
Mientras el sudor comenzaba a resbalar por su frente, Octojin esperó a que cualquiera de los dos rivales fuera hacia él, haciendo una seña con la mano. Podía continuar con su ataque y desatar toda su furia, o esperar y contra-atacar. Y eso haría, tomándose un breve respiro que, francamente, necesitaba. La rabia y la frustración seguían ardiendo dentro de él, empujándolo a continuar, a demostrar su fuerza.