Marvolath
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16-10-2024, 05:59 PM
Vio su rostro reflejado en una lámpara de aceite que iluminaba unas de las calles. Ni el dorado color del latón conseguía disimular la palidez de su rostro, lívido por el agotamiento; ni la tenue luz de la llama arrojaba suficientes sombras que ocultasen las ojeras que le oscurecían sus ya oscuros ojos. Se pasó la mano por el rostro, dando un pequeño descanso a su vista. ¿Cuántos días llevaba en la ciudad? Cuatro... no, cinco días. ¿Y cuándo fue la última vez que durmió? ¿Había dormido?
Los días habían pasado con rapidez, pero a la vez le parecía que había sido un único día infinito que no acababa. El trabajo era inagotable, y así debía serlo él si quería salvar cuantas vidas fuera posible con los escasos recursos de los que disponían. Sus conocimientos, unos escasos medicamentes, y Rael... quién suplía su falta de experiencia y conocimientos con determinación y energía.
Unos balleneros, que acudían ebrios de anticipación a la taberna de siempre, tropezaron con él. Le increparon, tomándolo por un niño de la calle; y se disculparon avergonzados cuando lo reconocieron. Para bien o para mal su trabajo no había pasado desapercibido entre los locales, que le mostraban agradecimiento. Aunque no tanto como para ayudar en el hospital, claro, donde siempre faltaban manos.
Dando por finalizado el escaso descanso que se había permitido regresó al trabajo, donde Rael lo abordó en la misma entrada con la pena en el rostro y un susurro en los labios. El desagradable mensaje que escuchaba día tras día: otra familia se sumaba a la triste lista de afectados, quizá la última pues pocas más podían quedar sanas en aquel lado de la isla. Y algo más, esta vez algo nuevo: contenedores que llegaban al puerto con regularidad, pero que nadie sabía qué contenían. En grandes puertos sería lo habitual, pero en pequeñas comunidades como aquella los misterios eran escasos: si nadie sabía nada era porque alguien se aseguraba de ello.
- Encárgate de los Greffen. Prueba el remedio habitual, pero aumenta la concentración otro diez por ciento. Estamos dando dosis demasiado altas, pero cuando la alternativa es la muerte ningún riesgo es demasiado alto. - ordenó con su característica neutralidad, ni amable ni soberbia, como si su cabeza estuviera a otra cosa y no pudiera perder el tiempo en pensar en qué tono usar - Yo visitaré los puertos. Quizá pueda averiguar de dónde vienen, a dónde van, o qué relación tienen con todo esto. - hizo una pequeña pausa, elaborando rápidamente un plan y repasando qué podría serle útil. Recordó a los balleneros que habían tropezado con él - Mis ropas son demasiado reconocibles, necesitaré algo más común... tomaré prestada la muda de algún paciente. Preferiblemente oscura.
Recogió lo que necesitaba, dejó el resto a buen resguardo en el hospital, y afianzó lo que llevaba para que no hiciera ruido antes de dirigirse a la zona del puerto que le había indicado Rael. Su pequeño tamaño y su gran agilidad le habían sido de realmente útiles para escabullirse de muchos problemas a lo largo de su vida, y con unas ropas oscuras confiaba en pasar desapercibido entre los cargamentos.