Hay rumores sobre…
... que existe un circuito termal en las Islas Gecko. Aunque también se dice que no es para todos los bolsillos.
[Diario] [Diario] Y el esclavo obedece... (Parte 4)
Shy
"Shy"
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Shy abrió los ojos, concentrado. Ya sabía lo que tenía que hacer. Con un impulso de fuerza de voluntad, alzó a su enemigo algunos centímetros antes de asestarle un cabezazo que, a juzgar por el ruido resultante, partió la nariz del tipo de la navaja. Seguidamente, dio un fuerte tirón con su brazo, que si bien no le liberó del agarre, movió la cuerda de cuero un par de centímetros; lo suficiente como para que el hacha no solo no cercenase su mano, sino que lograse cortar el látigo y liberarle del agarre. Jadeando con ira, desplazó al maleante que tenía encima para poder incorporarse. Le dio un pisotón en la garganta mientras se retorcía en el suelo presionando su nariz, haciéndole emitir un estertor que poco recordaba al de un ser vivo. El tipo al que había acuchillado en la entrepierna había dejado de moverse. Dos fuera.
Con un rugido entre la ira y la desesperación, el tipo del látigo mandó hacia Shy un azote que a todas luces parecía devastador. Con una expresión poco amigable en el rostro, Shy se adentró en una de sus puertas, haciendo errar el golpe a aquel matón sádico. Al cazador no le costó ver, desde la otra dimensión, las miradas de incomprensión de aquellos combatientes, que no debían de esperar enfrentarse a un usuario de Fruta del Diablo. Escogió a su objetivo. Antes de que los cuatro pudieran asumir una formación que les permitiera compensar aquella debilidad, Shy reapareció detrás del veterano del hacha. De poco le sirvieron sus muchos años de experiencia, pues el cazador atravesó su garganta con una de sus agujas antes de que pudiera reaccionar. Otro gorgoteo sanguinolento se añadió a la sinfonía de aquella sonora refriega, acompañándole el ruido sordo de un cuerpo desplomándose. Tres fuera.
Otro disparo, que tampoco tuvo a Shy como objetivo.
-¡Idiotas! –dijo el del látigo-. ¡No veis que usa la Fruta del Diablo! ¡No volváis a dejar que use su habilidad! ¡No…!
Shy ya no necesitaba su habilidad. Pero tampoco iba a permitir que aquel malnacido, el que más le había molestado de aquella pandilla de díscolos, siguiera dando órdenes acerca de lo que podía y lo que no podía hacer. Shy arrojó una de sus agujas, con tan mala suerte que rebotó en lo que parecía ser una protección de hierro que cubría su pecho bajo la harapienta tela que lo cubría. Sin embargo, tras hacer contacto con el hierro voló trazando círculos en el aire hasta entrar en la cuenca del ojo del maleante con el garrote. A veces, las cosas salían bien porque sí. El hombre gimió mientras la sangre trazaba un río por su mejilla, antes de doblar las rodillas y caer al suelo. Cuatro fuera.
-¡Primo! –gritó el del garrote con pinchos, distrayendo su atención de Shy.
Cuando el lacónico sicario se dirigió a aquel criminal para hacerle pagar su falta de cautela, fue interrumpido por un taconazo poderoso en la costilla, que le mandó a volar algunos metros y a rodar otros tantos, antes de clavar la rodilla para intentar incorporarse. Entre ambos subordinados, Weisskopf parecía listo para la batalla, con su traje y su capa todavía de un prístino blanco.
-¡Seréis inútiles! –dijo Weisskopf.
Para dárselas de criminal de guante blanco, Weisskopf deja mucho que desear como líder, pensó Shy. Un gran luchador y ladrón, pero un gerifalte patético. No creo que haya muchos dentro de su organización que recuerden a su mandamás con cariño.
Mientras pensaba aquello, Shy volvió a ponerse en pie, casi al borde de volver a caer para no levantarse, y sacó de su kimono una alargada pistola de chispa. Mientras corría rodeando a aquellos malhechores, disparó contra el del látigo, alcanzándole en la tripa y haciéndole hincar las rodillas mientras se sujetaba el estómago. De inmediato tras descargar el arma, la lanzó con gran habilidad contra Weisskopf, que tuvo que interponer los brazos para pararla y no pudo evitar mostrar una mueca de dolor.
El del garrote con clavos cargó contra él, prácticamente soltando espumarajos por la boca, víctima de la ira por haber perdido a su familiar. Sin grandes complicaciones, Shy desvió todos sus golpes interponiendo la aguja y trabando el arma en varias ocasiones. El maleante rugía cada vez que cruzaban armas, aunque aquello a Shy no le terminaba de importar en la medida en la que las babas que soltaba por la boca no cayeran sobre su piel o sobre su kimono. El cazador viudo fintó, haciendo que esquivase el golpe justo por el lado por el que se acercaba un certero puñetazo de Shy contra su oído. Dolorido, soltó su arma. Shy, que vio a Weisskopf acercarse por encima del hombro del matón, de modo que atrapó el arma en el aire antes de que tocase el suelo y la lanzó contra el más elegante de sus enemigos, antes de volver a prestar atención a su rival. Y con prestar atención, Shy se refería a hacer una brocheta con la cabeza de su contrincante, clavando su aguja por la mejilla y haciendo que saliera por el mismo oído que había estado tapándose. El cadáver dejó caer los brazos, inerte. Cinco fuera.
Shy se sorprendió de ver una línea escarlata en el brazo izquierdo de Weisskopf, que sangraba profusamente manchando su blanco traje. Con una cabriola se alzó en el aire, para descender con un golpe de talón que caía presto como una guillotina. Antes de que Shy pudiera esquivarlo, notó un golpe seco rodeando su cintura, y se sorprendió de ver que el hombre del látigo, aun con su vitalidad y la longitud de su arma notablemente menguadas, se había mantenido consciente para atraparle. En un momento crítico, escogió bloquear con su antebrazo el golpe, lo que le mandó un perforante dolor hasta el hombro que dejó su brazo casi inerte. Shy se tiró al suelo, no tanto por la agonía, sino para poder darse la vuelta y alejarse algo de Weisskopf. Se dio la vuelta, observando al matón. ¿Sabes? La desventaja del látigo es que sé dónde estás, y que no puedes dejarme si quieres conservar el arma. Con esta reflexión dedicada al más molesto de sus oponentes, Shy lanzó su segunda aguja. Afanado por conservar el arma y el agarre con el que mantenía preso a Shy, no se movió ni un ápice. Como resultado, brotó de su pecho una fuente de sangre, lo que le hizo soltar su látigo de todas formas. Seis fuera.
Weisskopf aprovechó la distracción para dar un fuerte pisotón en la canilla a Shy, quien, pese a no ser expresivo en absoluto, tuvo que lanzar un gemido tras notar aquel agudo golpetazo. Se arrastró por el césped, observando al trajeado criminal acercarse con su burlona sonrisa.
-Geldhart pagará –decía Weisskopf-. Oh, sí. Esto solo ha empeorado su deuda.
Shy pugnó por ponerse en pie, sacando de paso la aguja del pecho del maleante del látigo y poniéndose en guardia, con regueros de sangre cuya procedencia a estas alturas desconocía recorriéndole la cara. Lanzó algunas estocadas desmañadas a Weisskopf, que las bloqueó con poca ceremonia. Sin afectación, de nuevo, respondió a codazos, que Shy apenas podía esquivar con su maltrecha pierna. A ese paso, solo era cuestión de minutos antes de que le hundiera la cara con una de sus temibles patadas.
El cazador lacónico hizo ademán de introducirse en otra de sus puertas, mas Weisskopf le agarró de las solapas del kimono.
-¡Ah, no! –se burló.
Con una llave, proyectó su fuerza para lanzar a Shy a varios metros de distancia. Para este momento, no había un centímetro de su piel que no estuviera algo descarnado, magullado o sucio. Shy se levantó una vez más, con las rodillas rendidas a los temblores más atroces. La puerta que había convocado se desvaneció. No podía atacar, estaba sin armas. Fintar era, de igual manera, imposible. Casi se había quedado sin energía para poder crear otra puerta. El cazador alzó los puños. Sí, sabía que no haría nada, y se sentía patético, pero su oponente le superaba con creces. La sonrisa de Weisskopf deformó su rostro.
Lo siguiente en deformar su rostro fue un inesperado puñetazo de Hendricks. El matón, aún con su aspecto recio pese a la docena de heridas que ahora adornaban su cuerpo, había cargado contra el ladrón, con sendos puños cubiertos en Haki de Armadura, dándoles una tonalidad metálica y oscura. Weisskopf cayó al suelo, con la sangre manando de su boca. Antes de que Shy pudiera hacer nada más, Hendricks ya se había arrodillado a horcajadas sobre el cuerpo de Weisskopf y le estaba asestando un golpe tras otro, con la mayor de las brutalidades, gruñendo como un animal furioso. Golpe, golpe, golpe. Shy no se habría sorprendido de haber encontrado a Weisskopf muerto, a juzgar por los ruidos húmedos que empezaban a emitirse con cada golpe.
Shy rodeó a ambos, y comprobó –con cierto alivio, lo que le sorprendió- que Weisskopf seguía manteniendo la cabeza en una sola pieza. No obstante, ya no habría más sonrisas pícaras. Como semillas esparcidas por la tierra arada, sus dientes pasaron a hacer compañía a los guijarros del suelo. Hendricks se detuvo, resolló, y preparó un remate.
-¡Espera, espera! –gritó Weisskopf. O, al menos, eso fue lo que interpretó Shy, pues la falta de dientes no ayudaba al ladrón a hacerse entender.
Hendricks detuvo el golpe, pero mantuvo su expresión ceñuda.
-¿Ahora quieres piedad, cabronazo?
-Aguarda –decía Weisskopf-. ¡Puedo pagaros!
-Geldhart nos paga. Y, por si no se nota, tú eres la parte perdedora aquí.
Weisskopf lanzó un escupitajo sangriento.
-¿Geldhart? ¡Ese cabrón os la meterá doblada! ¡Ya me dio la puñalada a mí! ¡Estáis cazándome para cubrir su marrón!
Hendricks ponderó sus palabras, como si estuviera decidiéndose si dejar caer su puño o no. Shy esperaba que no fuera así. ¿Respuestas? ¡Por favor, sí! ¡Dame más motivos para cargármelo!
 
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[Diario] Y el esclavo obedece... (Parte 4) - por Shy - 16-10-2024, 06:17 PM

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