Silver
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16-10-2024, 11:40 PM
Marlow soltó un suspiro largo, como si todo el aire contenido en sus pulmones hubiese estado retenido desde el inicio de la negociación. Airok había aceptado sus términos, y aunque el acuerdo no lo beneficiaba por completo, al menos tenía una salida a su problema. Sin embargo, la tensión en sus hombros no desapareció del todo. Era plenamente consciente de que estaba a punto de jugarse mucho, y en manos de una desconocida.
—De acuerdo... Un adelanto, como dijiste —murmuró, mientras sus manos nerviosas rebuscaban dentro de su chaqueta. El leve temblor en sus dedos no pasó desapercibido, pero logró sacar un pequeño saco de monedas y lo deslizó por la mesa hacia Airok, con un movimiento lento y cuidadoso—. No es mucho, pero suficiente para demostrar mi compromiso. El resto te lo entregaré cuando termines el trabajo.
El suave tintineo de las monedas resonó brevemente, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos. La mirada de Airok se posó sobre el saco, evaluando su contenido. Marlow, por su parte, bebió otro largo trago de su vaso, como si el ron pudiera apaciguar el creciente nudo que sentía en el estómago. Ya no había vuelta atrás.
La mirada de Airok se mantuvo fija en Marlow, como si quisiera medir su próximo movimiento antes de seguir. Fue entonces cuando el comerciante, con un leve carraspeo, comenzó a explicar los detalles que ella le había solicitado.
—Esos malnacidos... —comenzó, con la voz aún baja pero más clara—. Son un grupo pequeño, no deben ser más de cinco hombres en total. El que los lidera se hace llamar Rodrik el Flaco, un tipo astuto, pero no te dejes engañar... es más cobarde de lo que le gusta aparentar. —Marlow miró brevemente la puerta de la taberna, como si temiera que alguien los estuviera escuchando—. Normalmente se mueven por los callejones de la zona. A veces se reúnen en un almacén viejo junto al puerto, un edificio rojo. —Hizo una pausa, observando la reacción de Airok, antes de continuar—. No son parte de ninguna banda mayor, solo extorsionadores buscando la siguiente oportunidad fácil.
Marlow vaciló por un momento. Parecía debatirse internamente antes de proseguir con voz más apagada, casi como si estuviera desahogándose en el proceso.
—Sobre lo que quiero que hagas... —desvió la mirada por un segundo, dejando ver la evidente incomodidad en su rostro—. Con asustarlos bastará. No quiero sangre ni problemas mayores... solo que entiendan que no pueden seguir abusando de mí... y que paguen lo que me deben. —Se aclaró la garganta, visiblemente incómodo con lo que estaba a punto de añadir—. Pero, si no hay otra opción... haz lo que sea necesario.
Su voz tembló levemente al final de la frase. Era la primera vez que pedía algo así, y lo sentía casi como un pacto con el diablo. El silencio que siguió era opresivo, y aunque la taberna seguía viva con conversaciones apagadas, para Marlow, todo parecía haberse detenido. Airok, por su parte, permanecía tranquila, analizando cada palabra, cada gesto, mientras se inclinaba ligeramente hacia atrás, adoptando una postura más relajada. Pero detrás de esa calma, estaba claro que su mente ya estaba calculando el siguiente movimiento.
Marlow continuó observando la expresión de Airok. La atmósfera pesada de la taberna no había cambiado, pero en esa pequeña mesa, su reputación y su deuda estaban en manos de la pirata que tenía enfrente. Un peso abrumador seguía colgando sobre sus hombros, pero había una pizca de esperanza al ver que, al menos, el primer paso estaba dado.
—De acuerdo... Un adelanto, como dijiste —murmuró, mientras sus manos nerviosas rebuscaban dentro de su chaqueta. El leve temblor en sus dedos no pasó desapercibido, pero logró sacar un pequeño saco de monedas y lo deslizó por la mesa hacia Airok, con un movimiento lento y cuidadoso—. No es mucho, pero suficiente para demostrar mi compromiso. El resto te lo entregaré cuando termines el trabajo.
El suave tintineo de las monedas resonó brevemente, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos. La mirada de Airok se posó sobre el saco, evaluando su contenido. Marlow, por su parte, bebió otro largo trago de su vaso, como si el ron pudiera apaciguar el creciente nudo que sentía en el estómago. Ya no había vuelta atrás.
La mirada de Airok se mantuvo fija en Marlow, como si quisiera medir su próximo movimiento antes de seguir. Fue entonces cuando el comerciante, con un leve carraspeo, comenzó a explicar los detalles que ella le había solicitado.
—Esos malnacidos... —comenzó, con la voz aún baja pero más clara—. Son un grupo pequeño, no deben ser más de cinco hombres en total. El que los lidera se hace llamar Rodrik el Flaco, un tipo astuto, pero no te dejes engañar... es más cobarde de lo que le gusta aparentar. —Marlow miró brevemente la puerta de la taberna, como si temiera que alguien los estuviera escuchando—. Normalmente se mueven por los callejones de la zona. A veces se reúnen en un almacén viejo junto al puerto, un edificio rojo. —Hizo una pausa, observando la reacción de Airok, antes de continuar—. No son parte de ninguna banda mayor, solo extorsionadores buscando la siguiente oportunidad fácil.
Marlow vaciló por un momento. Parecía debatirse internamente antes de proseguir con voz más apagada, casi como si estuviera desahogándose en el proceso.
—Sobre lo que quiero que hagas... —desvió la mirada por un segundo, dejando ver la evidente incomodidad en su rostro—. Con asustarlos bastará. No quiero sangre ni problemas mayores... solo que entiendan que no pueden seguir abusando de mí... y que paguen lo que me deben. —Se aclaró la garganta, visiblemente incómodo con lo que estaba a punto de añadir—. Pero, si no hay otra opción... haz lo que sea necesario.
Su voz tembló levemente al final de la frase. Era la primera vez que pedía algo así, y lo sentía casi como un pacto con el diablo. El silencio que siguió era opresivo, y aunque la taberna seguía viva con conversaciones apagadas, para Marlow, todo parecía haberse detenido. Airok, por su parte, permanecía tranquila, analizando cada palabra, cada gesto, mientras se inclinaba ligeramente hacia atrás, adoptando una postura más relajada. Pero detrás de esa calma, estaba claro que su mente ya estaba calculando el siguiente movimiento.
Marlow continuó observando la expresión de Airok. La atmósfera pesada de la taberna no había cambiado, pero en esa pequeña mesa, su reputación y su deuda estaban en manos de la pirata que tenía enfrente. Un peso abrumador seguía colgando sobre sus hombros, pero había una pizca de esperanza al ver que, al menos, el primer paso estaba dado.