Silver
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17-10-2024, 12:46 AM
La oscuridad envolvía el puerto ballenero cuando Marvolath se escabulló entre las sombras. El ambiente nocturno no era muy distinto del diurno en cuanto a su carga pesada: el mismo olor a aceite de ballena, la misma bruma pegajosa que parecía impregnarse en la piel y la ropa, solo que ahora los sonidos eran distintos. En lugar de los gritos de los trabajadores, había susurros, murmullos y el crujir de la madera mientras los barcos, mecidos por las olas, golpeaban suavemente los muelles de madera desgastados.
Se escondió tras unos barriles apilados junto a un almacén en desuso, el lugar perfecto para observar sin ser visto. El puerto estaba tranquilo a simple vista, pero no tardó en notar algo fuera de lugar: una carreta tirada por un par de caballos esperaba junto al muelle más alejado, su conductor cubierto por una capucha y sin ningún tipo de símbolo o bandera que indicara su procedencia. La discreción de aquella figura contrastaba con la naturaleza ruidosa de los trabajadores de la zona.
Pasaron unos minutos de tenso silencio hasta que un pequeño barco llegó al puerto, con las velas recogidas y sus luces apagadas. Cuatro hombres descendieron del navío, todos vestidos de manera sobria, pero el sonido metálico de sus botas resonaba en la calma de la noche, como si fueran más que simples trabajadores. Sus pasos eran demasiado calculados, y los contenedores que cargaban, aunque de tamaño medio, eran movidos con excesiva precaución. Estaban cerrados con gruesas cadenas, lo cual indicaba que su contenido no solo era valioso, sino posiblemente peligroso. A pesar de su tamaño, parecía que contenían algo más pesado de lo esperado, pues los hombres los manipulaban con esfuerzo.
Uno de los hombres, más robusto que los otros, no paraba de echar vistazos nerviosos a su alrededor mientras cargaban la carreta. Estaba claro que temían ser observados. Desde su escondite, el pequeño médico captó fragmentos de la conversación que mantenían en susurros mientras transferían los contenedores a la carreta.
—No olvides asegurarte de que nadie lo toque... el patrón ha dejado claro que estos contenedores no pueden caer en las manos equivocadas. No podemos arriesgarnos. Todo tiene que estar listo antes de su llegada.
El conductor de la carreta asintió lentamente, aunque no dijo nada. Con un gesto de su mano, indicó que la carga estaba lista para moverse. Uno de los hombres del barco se acercó al conductor para entregarle un sobre sellado, probablemente el pago por el trabajo, antes de regresar al navío. Mientras lo hacía, su mirada escaneaba de nuevo el área, como si presintiera que algo estaba fuera de lugar. Pero no vio a Marvolath, ni su pequeño cuerpo oculto tras las sombras.
La carreta comenzó a moverse lentamente. Los caballos tiraban del peso considerable de los contenedores, adentrándose en las oscuras calles que conectaban el puerto con el resto de la ciudad. Al mismo tiempo, los hombres del barco parecían empezar a relajarse, aliviados de haber completado la primera parte de su trabajo. Sin embargo, uno de ellos, posiblemente el líder del grupo, permanecía alerta, vigilando el muelle con una expresión tensa. Aún no había señales de que fueran a zarpar, lo cual le daba tiempo.
Mientras observaba la escena, se le presentaban varias opciones. Podía seguir a la carreta para intentar averiguar hacia dónde llevaban esos contenedores, aunque quizás sería complicado seguirla sin ser visto en las calles más estrechas de la ciudad. Si lo hacía, tendría que ser extremadamente cauteloso, utilizando los callejones y sombras a su favor.
Por otro lado, el barco seguía anclado en el muelle, y los hombres parecían haber bajado ligeramente la guardia. Podía intentar acercarse para investigar más sobre el origen de los envíos. Quizá podría obtener más información sobre lo que contenían los contenedores, o sobre el misterioso patrón que mencionaron. Sin embargo, debía tener cuidado: si los hombres del barco lo descubrían, no dudarían en usar la fuerza para silenciarlo.
La noche ofrecía oportunidades, pero también riesgos. Debía elegir su siguiente movimiento con cuidado. ¿Seguiría la carreta para averiguar más sobre su destino o se arriesgaría a investigar el barco y descubrir más sobre el origen de los contenedores? O quizá, la mejor opción sería permanecer oculto un poco más, esperando que los hombres abandonaran el barco para poder investigar sin ser detectado.
Se escondió tras unos barriles apilados junto a un almacén en desuso, el lugar perfecto para observar sin ser visto. El puerto estaba tranquilo a simple vista, pero no tardó en notar algo fuera de lugar: una carreta tirada por un par de caballos esperaba junto al muelle más alejado, su conductor cubierto por una capucha y sin ningún tipo de símbolo o bandera que indicara su procedencia. La discreción de aquella figura contrastaba con la naturaleza ruidosa de los trabajadores de la zona.
Pasaron unos minutos de tenso silencio hasta que un pequeño barco llegó al puerto, con las velas recogidas y sus luces apagadas. Cuatro hombres descendieron del navío, todos vestidos de manera sobria, pero el sonido metálico de sus botas resonaba en la calma de la noche, como si fueran más que simples trabajadores. Sus pasos eran demasiado calculados, y los contenedores que cargaban, aunque de tamaño medio, eran movidos con excesiva precaución. Estaban cerrados con gruesas cadenas, lo cual indicaba que su contenido no solo era valioso, sino posiblemente peligroso. A pesar de su tamaño, parecía que contenían algo más pesado de lo esperado, pues los hombres los manipulaban con esfuerzo.
Uno de los hombres, más robusto que los otros, no paraba de echar vistazos nerviosos a su alrededor mientras cargaban la carreta. Estaba claro que temían ser observados. Desde su escondite, el pequeño médico captó fragmentos de la conversación que mantenían en susurros mientras transferían los contenedores a la carreta.
—No olvides asegurarte de que nadie lo toque... el patrón ha dejado claro que estos contenedores no pueden caer en las manos equivocadas. No podemos arriesgarnos. Todo tiene que estar listo antes de su llegada.
El conductor de la carreta asintió lentamente, aunque no dijo nada. Con un gesto de su mano, indicó que la carga estaba lista para moverse. Uno de los hombres del barco se acercó al conductor para entregarle un sobre sellado, probablemente el pago por el trabajo, antes de regresar al navío. Mientras lo hacía, su mirada escaneaba de nuevo el área, como si presintiera que algo estaba fuera de lugar. Pero no vio a Marvolath, ni su pequeño cuerpo oculto tras las sombras.
La carreta comenzó a moverse lentamente. Los caballos tiraban del peso considerable de los contenedores, adentrándose en las oscuras calles que conectaban el puerto con el resto de la ciudad. Al mismo tiempo, los hombres del barco parecían empezar a relajarse, aliviados de haber completado la primera parte de su trabajo. Sin embargo, uno de ellos, posiblemente el líder del grupo, permanecía alerta, vigilando el muelle con una expresión tensa. Aún no había señales de que fueran a zarpar, lo cual le daba tiempo.
Mientras observaba la escena, se le presentaban varias opciones. Podía seguir a la carreta para intentar averiguar hacia dónde llevaban esos contenedores, aunque quizás sería complicado seguirla sin ser visto en las calles más estrechas de la ciudad. Si lo hacía, tendría que ser extremadamente cauteloso, utilizando los callejones y sombras a su favor.
Por otro lado, el barco seguía anclado en el muelle, y los hombres parecían haber bajado ligeramente la guardia. Podía intentar acercarse para investigar más sobre el origen de los envíos. Quizá podría obtener más información sobre lo que contenían los contenedores, o sobre el misterioso patrón que mencionaron. Sin embargo, debía tener cuidado: si los hombres del barco lo descubrían, no dudarían en usar la fuerza para silenciarlo.
La noche ofrecía oportunidades, pero también riesgos. Debía elegir su siguiente movimiento con cuidado. ¿Seguiría la carreta para averiguar más sobre su destino o se arriesgaría a investigar el barco y descubrir más sobre el origen de los contenedores? O quizá, la mejor opción sería permanecer oculto un poco más, esperando que los hombres abandonaran el barco para poder investigar sin ser detectado.