Alistair
Mochuelo
17-10-2024, 08:43 AM
Aunque percibir la presencia de pasos capaces de estremecer el suelo bajo sus pies -y que de alguna manera su causante pudiera ingresar sin llevarse el techo por delante- en cualquier otra situación habría alertado los cinco sentidos del chico alado, el escenario en el que se encontraba ahora mismo parecía tener un efecto adormecedor a sus alarmas internas, quizá no a un extremo en el que sus capacidades bélicas pudieran verse mermadas, pero sí lo suficiente para hacerle bajar la guardia más de una vez; no había razón para estar tenso allí dentro, pues había muy pocos que eran tan inocentes -o idealistas- como para desconocer las consecuencias de iniciar una pelea ilegítima en un club que se dedicaba día y noche a ver los dientes de dos combatientes volar por el recinto. Era un arte para ellos, y vaya que muchos eran artistas consumados en su campo, o trabajaban arduamente para llegar a serlo. Además, había una ley sagrada del establecimiento: Nadie se mete con la persona que vuelve a colocar las extremidades en su sitio, fractura o amputación por medio. No sin una petición formal de combate.
Una voz femenina llamó su atención poco después de que los retumbantes pasos cesaran, coincidiendo con la silueta que hasta hace un momento parecía estarlos provocarlos. Una figura alta, lo suficiente para llevarle más de la mitad del cuerpo, fue lo que saludó a sus ojos al momento de girar su mirada; claramente necesitó de levantar la mirada para encontrarse con los de ella. Ojos preciosos de esmeralda, un color llamativo que parecía ser cristalino, suficiente como para observar su alma a través de ellos. ¡Ja! Ojalá tener el poder para hacer algo así en vez de una simple metáfora.
Cuando la Oni detuvo sus palabras por primera vez, fue incapaz de contener una sonora carcajada carente de malas intenciones ante la comparación que había hecho. ¡Que había comparado sus katanas con cuchillos de cocina! Y se lo creía totalmente, teniendo en cuenta la diferencia de tamaño que existía entre ambos. Seguramente un cuchillo de cocina humano para ella era tan solo un mondadientes más -uno poco práctico además-, y la idea le entretenía todavía más. — ¿Cuchillos, dices? ¡Eres interesante! Es la primera vez que alguien inicia una conversación conmigo de esa manera. ¡Son mías, por supuesto! Fueron un regalo de un querido amigo mío. — "Un miembro de la Armada Revolucionaria" hubiera añadido, si no fuera un nombre taboo en un lugar que tenía servicio bajo las narices de la Marina. — ¿Entiendo bien por lo que has dicho que tú prefieres usar una única arma? Quisiera contestarte que prefiero esa sencillez, pero una vez te acostumbras a técnicas menos ortodoxas, volver a las bases se convierte en una tarea poco productiva. — Sin mencionar que, dentro de su linea de trabajo, tres espadas era una locura menor comparado con lo que había llegado a presenciar.
La chica continuó, esta vez abordando el tema de su linaje. Por lo que podía escuchar, parecía tratarse de una mujer que descendía de un linaje con progenitores que se especializaban en el combate, aunque con acercamientos diametralmente opuestos al arte mencionada. Por un momento, el usar un arco pasó por su mente... Que va, podía ser eficiente pero nunca superaría la sensación de adrenalina estando en carne y hueso sobre el campo de batalla.
Y todo iba bien, hasta que preguntó por el contexto de su elección hacia las armas de filo. Una pregunta difícil de responder, que aunque no consiguió sacar un gesto en demasía expresivo, sí le revolvió un poco por dentro de su psique, desordenando sus pensamientos por un instante en busca de algo para cubrir ese tópico antes de que se le saliera de las manos. — La respuesta sencilla sería aprendizaje, curiosidad y crecimiento espiritual. Las artes marciales hacen maravillas para desarrollarse como ser, y manejar algo tan peligroso como un arma de filo te mantiene atento a cada rato, te evita los atajos y te compromete de por vida a tener cuidado al usarla, o arriesgarte a acabar contra el lado afilado de una. La respuesta larga y mas complicada... Es una para la cual me faltan demasiados tragos en las venas como para soltarlo con facilidad a una persona que conozco hace menos de unos minutos. — Bromeó, amistoso y con una sonrisa imperecedera dibujada en su rostro. Buscaba retornar y complementar el trato que la Oni le había dedicado desde el primer momento. Entendía que no buscaba ser descortés, así que no tenía razón para serlo él en primer lugar haciéndole el feo.
Era bueno para guardar secretos, aunque su fachada sonriente engañara a pensar lo contrario.
Se tomó unos segundos para mirar a la espalda de la chica, admirando la espada que había mencionado en su diálogo anterior, un arma sin duda aterradora que suponía un peligro para cualquiera que fuera el objetivo de su portadora. Incluso sin filo, esa decorada barra maciza de metal afilado era divinamente capaz de romperle la espalda a alguien si le caía encima. O la usaran de garrote, por barbárico que pudiera sonar para los espadachines.
"Shinozaki Sowon", un nombre que recordaría sin dificultad aunque no fuese su fuerte. Y es que siempre tenía espacio en sus recuerdos para otra alma que compartía su gusto por la espada, aunque su enfoque variara del propio tanto en su número como en el tipo de espada. Entre espadachines había un respeto no hablado, casi implícito que se seguía a rajatabla.
Levantó el vaso que le habían servido hace un tiempo ligeramente por encima de su cabeza, un ademán que imitaba vagamente a un brindis. — Alistair Morgan. Que permanezca siendo un encuentro tan maravillosamente interesante como su inicio. — Y no exageraba. A circunstancias particulares, mayor curiosidad de parte del revolucionario con alas de ébano montadas en su espalda. Y tras finalizar sus palabras, bebería el contenido de un vaso en un único trago largo, tanto así que pudiera dejar el vaso boca abajo sin una gota por derramar sobre la barra.
— Cuéntame una cosa. Mencionaste tu arma antes, pero aún no he escuchado la historia que tú tienes con tu arma. ¿Hay alguna razón un poco mas profunda por la cual la elegiste mas allá del historial marcial de tu familia? Hay quienes simplemente lo hacen porque les llamó la atención, y otros tantos solo "sintieron el arma llamándolos". Algunos tienen una locura de historia por contar cuando les preguntan eso, pero cualesquiera que sea la razón, puedo respetarla mientras respeten su arma. — Le intrigaba. En sus múltiples viajes a lo largo de muchas islas, siempre encontraba nuevas anécdotas e historias para añadir a una bitácora. Y podía ser el día que añadiera otra más a una de sus páginas.
— Además... ¿Cómo haces para combatir con un arma así? No me malinterpretes, puedo ver de sobra las utilidades que tiene llevar un espadón de ese tamaño, solo que... En mi mente, siento que sacrificaría mucha de mi movilidad si intentara sacarle cualquier provecho a un filo así, incluso si el ejemplo en cuestión fuera con un espadón de mi tamaño, o uno mas pequeño. — Por otro lado, era cierto que su perspectiva tan solo contemplaba el estilo ágil casi acrobático de pelea que había adoptado Alistair en Demontooth, el cual siempre intentaba mantenerse sobre su oponente, hostigándolo hasta encontrar un hueco en su defensa o irremediablemente se agotara por el aluvión de ataques recibidos sin dar tregua alguna.
Una voz femenina llamó su atención poco después de que los retumbantes pasos cesaran, coincidiendo con la silueta que hasta hace un momento parecía estarlos provocarlos. Una figura alta, lo suficiente para llevarle más de la mitad del cuerpo, fue lo que saludó a sus ojos al momento de girar su mirada; claramente necesitó de levantar la mirada para encontrarse con los de ella. Ojos preciosos de esmeralda, un color llamativo que parecía ser cristalino, suficiente como para observar su alma a través de ellos. ¡Ja! Ojalá tener el poder para hacer algo así en vez de una simple metáfora.
Cuando la Oni detuvo sus palabras por primera vez, fue incapaz de contener una sonora carcajada carente de malas intenciones ante la comparación que había hecho. ¡Que había comparado sus katanas con cuchillos de cocina! Y se lo creía totalmente, teniendo en cuenta la diferencia de tamaño que existía entre ambos. Seguramente un cuchillo de cocina humano para ella era tan solo un mondadientes más -uno poco práctico además-, y la idea le entretenía todavía más. — ¿Cuchillos, dices? ¡Eres interesante! Es la primera vez que alguien inicia una conversación conmigo de esa manera. ¡Son mías, por supuesto! Fueron un regalo de un querido amigo mío. — "Un miembro de la Armada Revolucionaria" hubiera añadido, si no fuera un nombre taboo en un lugar que tenía servicio bajo las narices de la Marina. — ¿Entiendo bien por lo que has dicho que tú prefieres usar una única arma? Quisiera contestarte que prefiero esa sencillez, pero una vez te acostumbras a técnicas menos ortodoxas, volver a las bases se convierte en una tarea poco productiva. — Sin mencionar que, dentro de su linea de trabajo, tres espadas era una locura menor comparado con lo que había llegado a presenciar.
La chica continuó, esta vez abordando el tema de su linaje. Por lo que podía escuchar, parecía tratarse de una mujer que descendía de un linaje con progenitores que se especializaban en el combate, aunque con acercamientos diametralmente opuestos al arte mencionada. Por un momento, el usar un arco pasó por su mente... Que va, podía ser eficiente pero nunca superaría la sensación de adrenalina estando en carne y hueso sobre el campo de batalla.
Y todo iba bien, hasta que preguntó por el contexto de su elección hacia las armas de filo. Una pregunta difícil de responder, que aunque no consiguió sacar un gesto en demasía expresivo, sí le revolvió un poco por dentro de su psique, desordenando sus pensamientos por un instante en busca de algo para cubrir ese tópico antes de que se le saliera de las manos. — La respuesta sencilla sería aprendizaje, curiosidad y crecimiento espiritual. Las artes marciales hacen maravillas para desarrollarse como ser, y manejar algo tan peligroso como un arma de filo te mantiene atento a cada rato, te evita los atajos y te compromete de por vida a tener cuidado al usarla, o arriesgarte a acabar contra el lado afilado de una. La respuesta larga y mas complicada... Es una para la cual me faltan demasiados tragos en las venas como para soltarlo con facilidad a una persona que conozco hace menos de unos minutos. — Bromeó, amistoso y con una sonrisa imperecedera dibujada en su rostro. Buscaba retornar y complementar el trato que la Oni le había dedicado desde el primer momento. Entendía que no buscaba ser descortés, así que no tenía razón para serlo él en primer lugar haciéndole el feo.
Era bueno para guardar secretos, aunque su fachada sonriente engañara a pensar lo contrario.
Se tomó unos segundos para mirar a la espalda de la chica, admirando la espada que había mencionado en su diálogo anterior, un arma sin duda aterradora que suponía un peligro para cualquiera que fuera el objetivo de su portadora. Incluso sin filo, esa decorada barra maciza de metal afilado era divinamente capaz de romperle la espalda a alguien si le caía encima. O la usaran de garrote, por barbárico que pudiera sonar para los espadachines.
"Shinozaki Sowon", un nombre que recordaría sin dificultad aunque no fuese su fuerte. Y es que siempre tenía espacio en sus recuerdos para otra alma que compartía su gusto por la espada, aunque su enfoque variara del propio tanto en su número como en el tipo de espada. Entre espadachines había un respeto no hablado, casi implícito que se seguía a rajatabla.
Levantó el vaso que le habían servido hace un tiempo ligeramente por encima de su cabeza, un ademán que imitaba vagamente a un brindis. — Alistair Morgan. Que permanezca siendo un encuentro tan maravillosamente interesante como su inicio. — Y no exageraba. A circunstancias particulares, mayor curiosidad de parte del revolucionario con alas de ébano montadas en su espalda. Y tras finalizar sus palabras, bebería el contenido de un vaso en un único trago largo, tanto así que pudiera dejar el vaso boca abajo sin una gota por derramar sobre la barra.
— Cuéntame una cosa. Mencionaste tu arma antes, pero aún no he escuchado la historia que tú tienes con tu arma. ¿Hay alguna razón un poco mas profunda por la cual la elegiste mas allá del historial marcial de tu familia? Hay quienes simplemente lo hacen porque les llamó la atención, y otros tantos solo "sintieron el arma llamándolos". Algunos tienen una locura de historia por contar cuando les preguntan eso, pero cualesquiera que sea la razón, puedo respetarla mientras respeten su arma. — Le intrigaba. En sus múltiples viajes a lo largo de muchas islas, siempre encontraba nuevas anécdotas e historias para añadir a una bitácora. Y podía ser el día que añadiera otra más a una de sus páginas.
— Además... ¿Cómo haces para combatir con un arma así? No me malinterpretes, puedo ver de sobra las utilidades que tiene llevar un espadón de ese tamaño, solo que... En mi mente, siento que sacrificaría mucha de mi movilidad si intentara sacarle cualquier provecho a un filo así, incluso si el ejemplo en cuestión fuera con un espadón de mi tamaño, o uno mas pequeño. — Por otro lado, era cierto que su perspectiva tan solo contemplaba el estilo ágil casi acrobático de pelea que había adoptado Alistair en Demontooth, el cual siempre intentaba mantenerse sobre su oponente, hostigándolo hasta encontrar un hueco en su defensa o irremediablemente se agotara por el aluvión de ataques recibidos sin dar tregua alguna.