Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
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[Común] [C-Presente] Mareas de cambio / Octojin
Octojin
El terror blanco
Octojin sonrió ante la preocupación en los ojos de Asradi cuando le preguntó por su hombro. Hacía tiempo que no sentía esa clase de atención y calidez de alguien, y eso lo conmovió profundamente. Se encogió de hombros, tratando de restarle importancia al dolor, aunque apreciaba sinceramente su interés.

— No te preocupes, solo siento un pequeño pinchazo de vez en cuando, nada grave —respondió con una sonrisa amable, intentando tranquilizarla—. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes? —le preguntó, mientras su expresión cambiaba ligeramente, un atisbo de tristeza lo embargó al darse cuenta de que había sido egoísta. Había estado tan centrado en sus propios sentimientos hacia ella, en lo que él quería decir, que no le había preguntado antes cómo estaba ella realmente. Se sintió mal por no haber sido más atento.

La pequeña habitación en la posada tenía una cama que apenas podía acomodar a uno de ellos cómodamente, mucho menos a ambos. Octojin había dormido en ella antes, pero su gran tamaño siempre había sido un inconveniente, y más en sitios como aquél. Así que decidió quedarse en el suelo, apoyándose en unas mantas que había extendido cuidadosamente, para evitar el frío suelo, y pasándole un par a la sirena, por si las necesitaba. Asradi, por otro lado, tendría a su entera disposición la cama, rodeada por una cálida manta que la hacía parecer aún más pequeña y delicada. Mientras conversaban, las palabras fluyeron con una suavidad que solo el tiempo compartido y la confianza podían ofrecer. Aquella conversación, vista desde fuera, podía parecer una más. No tenía nada especial como tal, pero los sentimientos que manaban de cada uno de los dos interlocutores, era lo que la hacía distinta. Única.

— Yo también me siento afortunado —dijo Octojin con voz suave, tras escuchar cómo ella se sentía afortunada por haberlo conocido—. No sé si me lo merezco, pero estoy realmente feliz de poder estar aquí contigo. No pensé que sentiría algo tan bonito como esto. Pero si tú dices que nos lo merecemos, entonces será que realmente es así.

El tiburón observó cómo Asradi se acurrucaba en la cama, con su expresión serena. Mientras continuaban hablando, notó cómo su voz se volvía más lenta y sus párpados caían pesadamente. Pronto, la sirena quedó profundamente dormida, con una expresión tranquila y pacífica que le provocó una sonrisa en los labios. Octojin la observó en silencio por unos minutos, disfrutando de ese momento de paz que parecía haber buscado durante mucho tiempo. Sin hacer ruido, dejó que el cansancio también lo venciera y, por fin, se dejó llevar al mundo de los sueños.

Pasadas unas cuatro horas, Octojin se despertó con el primer tímido rayo de luz que se colaba por la ventana. Se levantó con cuidado, intentando no hacer ruido para no despertar a la sirena. Después de estirarse un poco y cambiándose de ropa, decidió que era buen momento para salir y buscar algo de desayuno. Antes de salir de la posada, lanzó una última mirada a Asradi, que seguía durmiendo plácidamente. No pudo evitar pensar que era un ángel caído del cielo, con esa ternura con la que dormía. Incluso ahí estaba preciosa, acurrucada y sonriente. A saber qué estaba soñando su princesa, seguro que algo bonito que podría compartir cuando despertase. El habitante del mar cerró la puerta con suavidad y salió a las calles de Loguetown, mientras la ciudad apenas comenzaba a despertar.

Caminó en dirección a su taberna favorita, con la esperanza de conseguir algo para ambos, pero al llegar se dio cuenta de que aún estaba cerrada. Lo cierto es que era muy temprano para la mayoría de sitios. Sin embargo, no dejó que aquello lo desanimara. Siguió caminando por las calles, disfrutando de la fresca brisa matutina, hasta que encontró un pequeño restaurante que ya estaba abierto. Entró y, después de revisar el menú, pidió una gran variedad de sándwiches, cafés y zumos para llevar. No quería fallar, así que llevando un poco de todo seguro que hacía feliz a la sirena. Mientras esperaba, no pudo evitar reflexionar sobre lo afortunado que se sentía en ese momento. Tenía un propósito, alguien a quien cuidar y proteger, y la sensación de paz que Asradi le traía era algo que no quería perder. Era increíble como una persona te podía cambiar tanto, en todos los sentidos. Y más teniendo en cuenta que el gyojin había sido siempre una persona ciertamente reservada, que disfrutaba más de la soledad que de la compañía, y que toda su vida había viajado solo en busca de su sitio en el mundo. Y en esa búsqueda, apareció la pelinegra, con esos ojos azules y una continua sonrisa, que había hecho estragos en su ser. Ya no era el mismo, y tenía la sensación de que nunca más lo sería.

Cuando todo estuvo listo, pagó y emprendió el camino de regreso a la posada. Entró con la misma delicadeza con la que había salido, sin hacer ruido. Al ver que Asradi aún seguía dormida, se sentó a su lado, aunque sobre el suelo para no hacer ruido ni despertarla y, con suavidad, la acarició. Aquel gesto, tan simple, lo llenó de una paz que no recordaba haber experimentado antes. La conexión entre ellos parecía hacerse más profunda con cada momento compartido, y Octojin quiso grabar esa sensación en su memoria para siempre. Recordaría ese momento cada día, esa sensación de tranquilidad. La calma que le producía acariciarla y olerla mientras dormía, con toda la buena intención de cuidarla, a pesar de no haber ningún peligro al acecho.

Cuando la sirena se despertó, con los ojos aún medio cerrados por el sueño, Octojin le sonrió, le dió un beso en la frente y le ofreció el desayuno que había traído.
 
— Buenos días, dormilona —dijo con una voz suave y afectuosa mientras guiñaba un ojo—. He traído algo para que desayunemos. Pero tú tranquila, duerme un poco más si quieres, o tómate tu tiempo para despertar. No quiero ser más invasivo de lo que estoy siendo.

El tiburón se moría de ganas por abrazarla, acurrucarla e incluso besarla. Pero lo cierto es que sentía que quizá no debía hacerlo. No al menos cuando la sirena se debatía entre los sueños y la realidad, aquella sensación seguro que era violenta para ella. Debería al menos darle unos minutos para que se despertase del todo, estuviese algo más fresca, y entonces, atacaría con esa pasión que acababa de descubrir que tenía. Quizá no fuese el tiburón más cálido del mundo, pero estaba navegando en una corriente de sensaciones cariñosas que le estaban invadiendo por completo. ¿Sería este el inicio de un nuevo Octojin? Quizá sí.
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Mensajes en este tema
[C-Presente] Mareas de cambio / Octojin - por Asradi - 24-09-2024, 06:24 PM
RE: [C-Presente] Mareas de cambio / Octojin - por Octojin - 17-10-2024, 10:17 AM

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