No hay duda de que tu reacción deja a la mesa al completo con los ojos como platos. No es habitual encontrar personas con tanto desparpajo a la hora de relacionarse con gente... normal. Los tipos con los que te acabas de sentar tienen pinta de todo menos de eso. Seguramente no estén acostumbrados ni a que les hablen —en general—, mucho menos a que se sienten con ellos así de buenas a primeras.
Tanto es así que el tipo que se sienta justo a tu derecha comienza, digamos, a desarrollar una actitud hostil hacia ti. Sí, puedes percibirlo, pero antes de que nada suceda la mujer de la trenza hace un gesto distraído con la mano en su dirección. El sujeto, que estaba comenzando a llevar su mano derecha al arma corta que lleva para encañonarte la sien, detiene su movimiento al instante.
Bueno, ya tenemos a la que manda, al cerebrito y al impulsivo del grupo. Los demás por el momento no se mueven —puedes describirlos a tu gusto si quieres; son todos hombres menos la de la trenza—, pero mantienen toda su atención en ti. Es en ese momento cuando la mujer retoma la palabra.
—¿Nunca has escuchado que la curiosidad mató al gato? —pregunta ella distraídamente, sin bajar los pies de la mesa y dando un largo trago de la jarra que ya tenía. Hay que ver qué limpios están esos pies. En cualquier caso, la mujer no se queda callada conforme van transcurriendo los acontecimientos—: Normalmente no tenemos problemas en llegar a acuerdos, pero los solemos hacer con socios que conocemos de antes, con los que ya hemos trabajado o de los que tenemos referencias. Las... empresas de quienes no eligen con cuidado a las personas con las que trabajar no tardan en irse a pique, ¿no te parece? Hay mucha competencia desleal, infiltrados de... otro tipo de empresas poco afines y, a fin de cuentas, muchas cosas que no parecen lo que son al final. Somos precavidos con nuestras alianzas y nos ha ido bien hasta el momento.
Bueno, parece que ese [Carisma] tuyo ha conseguido captar la atención de la mandamás del grupo. No te han expuesto el plan ni mucho menos, ni te han dicho qué tienen entre manos siquiera, pero parece dispuesta a escucharte. Como denotaba su mirada al principio, es una mujer precavida y de lo más suspicaz; bastante capaz como líder en apariencia si preguntas mi opinión. Se te queda mirando con una serenidad que contrasta con la aparente ira contenida de algunos de sus subalternos. A lo mejor podrías intentar convencerla de que te cuente un poco más de lo que está planeando y, si te interesa, incluso de que te permita formar parte de ello. Sin embargo, algo me dice que vas a tener que dar motivos de peso para que confíe en ti más allá de tu magnetismo natural. Si estuvieses en su lugar harías algo parecido, ¿no?
Ya es el último, o eso le han dicho a Boniface cuando ha ido a quejarse a los jefes de la cantidad de trabajo que le están dando ese día. Ellos están bastante tranquilos. No es la primera vez que sirven de anfitriones para encuentros como el que va a tener lugar, pero al mismo tiempo se muestran en cierto modo impacientes porque todo salga bien. Sí, esa dualidad del que tiene experiencia en algo y sabe que se puede torcer por mil sitios diferentes.
En cualquier caso, le han vuelto a mandar a recibir a un invitado. Le han dicho que no es un estirado como ése que ni siquiera le habló y que no le han metido un palo por el culo como a la cabecilla de esos tres que llegaron después. Más tarde ha continuado llegando gente bastante más normal por lo general, pero ya está harto de tensar la sonrisa una y otra vez ante gente que ni le va ni le viene.
Por última vez, el sonido de la puerta giratoria al moverse le saca de su ensimismamiento. A su espalda puede notar cómo el botones se tensa un poco para prepararse para el servicio. Frente a él, un señor que fácilmente puede rondar los dos metros setenta y cinco entra con paso decidido. Él mismo se aproxima al encargado de limpiar los cristales y quita las huellas que han dejado sus dedos en la puerta. Acto seguido, se dirige a Boniface e inclina levemente la cabeza en señal de respeto.
—Mi nombre es Lu Xin y vengo a una reunión. Me han dicho que me estarían esperando. Entiendo que es usted el encargado de guiarme, ¿no?
La amabilidad del tipo dejan un poco desconcertado a Boniface. Menos mal que tiene mucha experiencia en enfrentar todo tipo de situaciones y se rehace rápido, indicándole que, efectivamente, así es. Al menos parece que el último no se lo va a poner difícil.
Lleva el largo pelo negro recogido en una larga trenza que le cae hasta las corvas. Del mismo modo, hace gala de unos ojos tremendamente rasgados que prácticamente impiden distinguir el iris y viste una indumentaria de lo más exótica de color celeste —un hanfu, vaya—.
Tanto es así que el tipo que se sienta justo a tu derecha comienza, digamos, a desarrollar una actitud hostil hacia ti. Sí, puedes percibirlo, pero antes de que nada suceda la mujer de la trenza hace un gesto distraído con la mano en su dirección. El sujeto, que estaba comenzando a llevar su mano derecha al arma corta que lleva para encañonarte la sien, detiene su movimiento al instante.
Bueno, ya tenemos a la que manda, al cerebrito y al impulsivo del grupo. Los demás por el momento no se mueven —puedes describirlos a tu gusto si quieres; son todos hombres menos la de la trenza—, pero mantienen toda su atención en ti. Es en ese momento cuando la mujer retoma la palabra.
—¿Nunca has escuchado que la curiosidad mató al gato? —pregunta ella distraídamente, sin bajar los pies de la mesa y dando un largo trago de la jarra que ya tenía. Hay que ver qué limpios están esos pies. En cualquier caso, la mujer no se queda callada conforme van transcurriendo los acontecimientos—: Normalmente no tenemos problemas en llegar a acuerdos, pero los solemos hacer con socios que conocemos de antes, con los que ya hemos trabajado o de los que tenemos referencias. Las... empresas de quienes no eligen con cuidado a las personas con las que trabajar no tardan en irse a pique, ¿no te parece? Hay mucha competencia desleal, infiltrados de... otro tipo de empresas poco afines y, a fin de cuentas, muchas cosas que no parecen lo que son al final. Somos precavidos con nuestras alianzas y nos ha ido bien hasta el momento.
Bueno, parece que ese [Carisma] tuyo ha conseguido captar la atención de la mandamás del grupo. No te han expuesto el plan ni mucho menos, ni te han dicho qué tienen entre manos siquiera, pero parece dispuesta a escucharte. Como denotaba su mirada al principio, es una mujer precavida y de lo más suspicaz; bastante capaz como líder en apariencia si preguntas mi opinión. Se te queda mirando con una serenidad que contrasta con la aparente ira contenida de algunos de sus subalternos. A lo mejor podrías intentar convencerla de que te cuente un poco más de lo que está planeando y, si te interesa, incluso de que te permita formar parte de ello. Sin embargo, algo me dice que vas a tener que dar motivos de peso para que confíe en ti más allá de tu magnetismo natural. Si estuvieses en su lugar harías algo parecido, ¿no?
Mientras tanto...
Hall principal del Casino Missile
Ya es el último, o eso le han dicho a Boniface cuando ha ido a quejarse a los jefes de la cantidad de trabajo que le están dando ese día. Ellos están bastante tranquilos. No es la primera vez que sirven de anfitriones para encuentros como el que va a tener lugar, pero al mismo tiempo se muestran en cierto modo impacientes porque todo salga bien. Sí, esa dualidad del que tiene experiencia en algo y sabe que se puede torcer por mil sitios diferentes.
En cualquier caso, le han vuelto a mandar a recibir a un invitado. Le han dicho que no es un estirado como ése que ni siquiera le habló y que no le han metido un palo por el culo como a la cabecilla de esos tres que llegaron después. Más tarde ha continuado llegando gente bastante más normal por lo general, pero ya está harto de tensar la sonrisa una y otra vez ante gente que ni le va ni le viene.
Por última vez, el sonido de la puerta giratoria al moverse le saca de su ensimismamiento. A su espalda puede notar cómo el botones se tensa un poco para prepararse para el servicio. Frente a él, un señor que fácilmente puede rondar los dos metros setenta y cinco entra con paso decidido. Él mismo se aproxima al encargado de limpiar los cristales y quita las huellas que han dejado sus dedos en la puerta. Acto seguido, se dirige a Boniface e inclina levemente la cabeza en señal de respeto.
—Mi nombre es Lu Xin y vengo a una reunión. Me han dicho que me estarían esperando. Entiendo que es usted el encargado de guiarme, ¿no?
La amabilidad del tipo dejan un poco desconcertado a Boniface. Menos mal que tiene mucha experiencia en enfrentar todo tipo de situaciones y se rehace rápido, indicándole que, efectivamente, así es. Al menos parece que el último no se lo va a poner difícil.
Lleva el largo pelo negro recogido en una larga trenza que le cae hasta las corvas. Del mismo modo, hace gala de unos ojos tremendamente rasgados que prácticamente impiden distinguir el iris y viste una indumentaria de lo más exótica de color celeste —un hanfu, vaya—.