Octojin
El terror blanco
17-10-2024, 04:36 PM
Octojin se quedó acariciando suavemente a Asradi mientras ella, poco a poco, se acomodaba. Durante esos cinco minutos que pidió como una niña le pide a su padre que le deje jugar un ratito más, sintió una paz y plenitud que seguía sin creerse. Cada segundo junto a ella se sentía como un regalo. Cuando la sirena finalmente se despertó y le dio un suave puño, él sonrió y le dijo con suavidad la verdad sobre a qué hora se había despertado.
— Me levanté solo un poquito antes de lo que pensaba que lo harías tú. — Aunque en realidad, la falta de sueño se hacía evidente en su cuerpo, decidió disimularlo. Sabía que ya habría tiempo para descansar más tarde, cuando tuvieran que separarse. Por ahora, cada minuto con ella era precioso e inolvidable.
Cuando Asradi, con su adorable risita, le confesó que era el primero en traerle el desayuno a la cama, Octojin torció el rostro y le respondió de manera seria, sin parpadear y con un tono suave pero autoritario.
— Bueno, espero ser también el último— Acto seguido, soltó una carcajada sonora, pero rápidamente aclaró—. Es broma, es broma, me alegra ser el primero.
La conversación siguió fluyendo de manera tan natural como siempre. Cuando la sirena mencionó la idea de ir al mercado, Octojin no dudó en asentir, pero con una advertencia. No le gustaba mucho que fuera sola, y tampoco sabía si era su intención. Así que decidió que era buena idea hacerle compañía, por si algo raro volvía a pasar.
— Me parece una buena idea, pero esta vez vamos juntos. No me fío de que vuelva a pasar lo de ayer. Y, por supuesto, puedes usar esta habitación todo el tiempo que estés conmigo. Es tuya también, incluso más que mía.
Dicho esto, Octojin empezó a ofrecerle los distintos sándwiches que había traído. Sabía que a él le gustaban todos, así que no tuvo problema en comerse los que Asradi no quisiera o no le gustasen. El desayuno transcurrió entre risas, miradas cómplices y gestos llenos de cariño. A pesar de que el tiburón estaba algo cansado, se mantenía alegre y disfrutaba del momento, saboreando cada instante compartido. Y el café tuvo un impacto importante en que su agotamiento no saliera mucho a la luz. Se tomó un par de vasos casi sin parpadear.
— La verdad es que no me gusta ir a los sitios con tanta variedad, nunca sé qué pedir. Y me fastidia, porque soy bastante indeciso para estas cosas — comentó a la par que abría un sándwich de pollo con algún tipo de salsa —. Mira, este es el de pollo con salsa, para ti si lo quieres.
Los sándwiches no eran nada del otro mundo, pero la compañía hacía que estuviesen aún mejor. El café estaba horrible, pero bien cargado, así que el gyojin no puso ningún problema a tomárselo del tirón. Y el resto de bebidas se dejaban beber. La verdad es que tampoco se podía quejar, era el único sitio que había visto abierto y a unas horas bastante peculiares, así que al menos tenían desayuno.
Cuando terminaron de desayunar, Octojin se ofreció a la sirena que fuera ella primero a la ducha, seguro que le apetecía terminar de despejarse y empezar el día completamente relajada. Mientras Asradi se duchaba, Octojin empezó a recoger los restos del desayuno con meticulosidad. Abrió una bolsa de basura y fue metiendo los cartones de los sándwiches y las bebidas. La verdad es que habían comido bastante, así que tendrían bastantes fuerzas para el devenir del día. Los sándwiches eran el típico plato que comías sin pensar y sin contar, y probablemente si hubiese más, hubieran tomado más aún.
Una vez acabó y le hizo un par de nudos a la bolsa, dejándola en la puerta, se apoyó en la pared que había entre lo que era el dormitorio y la ducha, deseando estar allí con ella.
— Sabes… eres la sirena más guapa que he visto nunca —dijo, con la voz algo más baja de lo normal, susurrando al aire pero con un tono que seguro que alcanzaría sus oídos—. Te quiero mucho, Asradi. Estos momentos son los que hacen que la vida tenga sentido. No importa todo lo que hayamos pasado antes o lo que venga después. Esto nos da energía para afrontar lo que nos quieran lanzar.
Y es que era lo más sincero que podía decir. No pensaba absolutamente nada de lo que decía con aquella sirena, todo salía del fondo de su corazón. Cuando la miraba fijamente, sus ojos parecían hechizarle, y se veía soltando palabras que ni siquiera sabía que podían salir de su interior, o que no sabía que realmente sentía. Aquello era extraño para el escualo, que no tenía ni idea de por qué su ser respondía así ante ella. Quizá era el amor, o la sensación de sentirse completamente entendido, sin ser juzgado por nada. O simplemente era Asradi, que había traído la luz a su vida.
Esperó con ansias que la sirena saliera de la ducha, sintiéndose más afortunado que nunca por tenerla a su lado. Estaba dispuesto a aprovechar cada segundo que pasaran juntos, sabiendo que esos momentos eran los que realmente le daban paz.
Cuando saliese, el tiburón no dudaría en agarrarla de la cintura y levantarla, dando unas cuantas vueltas sobre sí mismo, embriagado por aquella extraña energía que le invadía. Tras ello, la bajaría y la abrazaría en un tierno y sincero movimiento que duraría probablemente más segundos de los que debiera. Y volvería a susurrar, esta vez al borde de quebrarse.
— Ojalá no tuvieramos que despedirnos nunca.
— Me levanté solo un poquito antes de lo que pensaba que lo harías tú. — Aunque en realidad, la falta de sueño se hacía evidente en su cuerpo, decidió disimularlo. Sabía que ya habría tiempo para descansar más tarde, cuando tuvieran que separarse. Por ahora, cada minuto con ella era precioso e inolvidable.
Cuando Asradi, con su adorable risita, le confesó que era el primero en traerle el desayuno a la cama, Octojin torció el rostro y le respondió de manera seria, sin parpadear y con un tono suave pero autoritario.
— Bueno, espero ser también el último— Acto seguido, soltó una carcajada sonora, pero rápidamente aclaró—. Es broma, es broma, me alegra ser el primero.
La conversación siguió fluyendo de manera tan natural como siempre. Cuando la sirena mencionó la idea de ir al mercado, Octojin no dudó en asentir, pero con una advertencia. No le gustaba mucho que fuera sola, y tampoco sabía si era su intención. Así que decidió que era buena idea hacerle compañía, por si algo raro volvía a pasar.
— Me parece una buena idea, pero esta vez vamos juntos. No me fío de que vuelva a pasar lo de ayer. Y, por supuesto, puedes usar esta habitación todo el tiempo que estés conmigo. Es tuya también, incluso más que mía.
Dicho esto, Octojin empezó a ofrecerle los distintos sándwiches que había traído. Sabía que a él le gustaban todos, así que no tuvo problema en comerse los que Asradi no quisiera o no le gustasen. El desayuno transcurrió entre risas, miradas cómplices y gestos llenos de cariño. A pesar de que el tiburón estaba algo cansado, se mantenía alegre y disfrutaba del momento, saboreando cada instante compartido. Y el café tuvo un impacto importante en que su agotamiento no saliera mucho a la luz. Se tomó un par de vasos casi sin parpadear.
— La verdad es que no me gusta ir a los sitios con tanta variedad, nunca sé qué pedir. Y me fastidia, porque soy bastante indeciso para estas cosas — comentó a la par que abría un sándwich de pollo con algún tipo de salsa —. Mira, este es el de pollo con salsa, para ti si lo quieres.
Los sándwiches no eran nada del otro mundo, pero la compañía hacía que estuviesen aún mejor. El café estaba horrible, pero bien cargado, así que el gyojin no puso ningún problema a tomárselo del tirón. Y el resto de bebidas se dejaban beber. La verdad es que tampoco se podía quejar, era el único sitio que había visto abierto y a unas horas bastante peculiares, así que al menos tenían desayuno.
Cuando terminaron de desayunar, Octojin se ofreció a la sirena que fuera ella primero a la ducha, seguro que le apetecía terminar de despejarse y empezar el día completamente relajada. Mientras Asradi se duchaba, Octojin empezó a recoger los restos del desayuno con meticulosidad. Abrió una bolsa de basura y fue metiendo los cartones de los sándwiches y las bebidas. La verdad es que habían comido bastante, así que tendrían bastantes fuerzas para el devenir del día. Los sándwiches eran el típico plato que comías sin pensar y sin contar, y probablemente si hubiese más, hubieran tomado más aún.
Una vez acabó y le hizo un par de nudos a la bolsa, dejándola en la puerta, se apoyó en la pared que había entre lo que era el dormitorio y la ducha, deseando estar allí con ella.
— Sabes… eres la sirena más guapa que he visto nunca —dijo, con la voz algo más baja de lo normal, susurrando al aire pero con un tono que seguro que alcanzaría sus oídos—. Te quiero mucho, Asradi. Estos momentos son los que hacen que la vida tenga sentido. No importa todo lo que hayamos pasado antes o lo que venga después. Esto nos da energía para afrontar lo que nos quieran lanzar.
Y es que era lo más sincero que podía decir. No pensaba absolutamente nada de lo que decía con aquella sirena, todo salía del fondo de su corazón. Cuando la miraba fijamente, sus ojos parecían hechizarle, y se veía soltando palabras que ni siquiera sabía que podían salir de su interior, o que no sabía que realmente sentía. Aquello era extraño para el escualo, que no tenía ni idea de por qué su ser respondía así ante ella. Quizá era el amor, o la sensación de sentirse completamente entendido, sin ser juzgado por nada. O simplemente era Asradi, que había traído la luz a su vida.
Esperó con ansias que la sirena saliera de la ducha, sintiéndose más afortunado que nunca por tenerla a su lado. Estaba dispuesto a aprovechar cada segundo que pasaran juntos, sabiendo que esos momentos eran los que realmente le daban paz.
Cuando saliese, el tiburón no dudaría en agarrarla de la cintura y levantarla, dando unas cuantas vueltas sobre sí mismo, embriagado por aquella extraña energía que le invadía. Tras ello, la bajaría y la abrazaría en un tierno y sincero movimiento que duraría probablemente más segundos de los que debiera. Y volvería a susurrar, esta vez al borde de quebrarse.
— Ojalá no tuvieramos que despedirnos nunca.