Asradi
Völva
17-10-2024, 06:51 PM
El desayuno estaba siendo de lo más tranquilo mientras conversaba. Asradi no había puesto ni un “pero” a los sandwiches. Era como si estuviese habituada también a comer cualquier cosa que encontrase. Estaba habituada a haber pasado hambre, incluso, en ciertas ocasiones, así que no le hacía ascos a nada. O a casi nada. La fruta no la había tocado, y había mirado casi con desconfianza algunos trozos de piña que había, rebanados, sobre uno de los recipientes. No, es que no quería ni mirarlos tan siquiera. Cuando vió la expresión torcida y seria de Octojin, la sirena le miró con una expresión entre curiosa, antes de sonreír de manera sutil. No le habían molestado sus palabras, sobre todo porque el escualo había sonreído en broma después. O quizás no tan en broma. Fue ella la que puso una mano sobre la del mayor, acariciándole el dorso.
— Yo también espero que lo seas. Aunque es verdad que son cosas a las que no deberíamos atarnos de buenas a primeras. — Se chupó un dedo de la mano contraria, luego de haber terminado un triángulo de sandwich. Estaba hablando en serio, a juzgar por la expresión que ahora mantenía. — Mis sentimientos por ti son claros, pero no sabemos lo que nos deparará el futuro. — Podrían discutir, podrían resentir la separación... Podrían pasar demasiadas cosas en las que la sirena no quería ni tan siquiera pensar. Porque muchas implicaban algo doloroso.
Dejó de comer unos momentos para clavar su mirada en los ojos del tiburón. Y, entonces, sonrió con un gesto suave, comedido, pero no por ello menos falto de cariño o de sentimientos.
— Por eso es mejor vivir, de momento, el día a día. Disfrutar de esto, sin pensar de momento en el futuro. No cuando ahora mismo estamos bien. — Le propuso. Por una parte, temía enfrentarse al futuro. Sobre todo de hacerlo sola, o que Octojin no estuviese en ese futuro. — Ahora mismo, solo quiero estar contigo todo el tiempo que me sea posible. Ser un poquito posesiva y acapararte para mi.
Asradi le guiñó suavemente el ojo, antes de llevarse la taza de café a los labios y tomar un comedido sorbo. No era de los mejores que había probado, pero estaba decente y le serviría para espabilar. Y, hablando de eso: no era estúpida. Ella había dormido, pero los signos de cansancio era algo que, por mucho que uno quisiese disimular, estaban ahí. Y el cuerpo no mentía. Por otro lado, permaneció un par de segundos pensativa cuando Octojin dijo de acompañarla a la tienda. Asintió conforme.
— Está bien, pero con una condición. — Alzó el dedo índice, en un gesto algo autoritario. Era una estampa ver como aquella menuda sirena se atrevía a intentar darle directrices a un gyojin que la triplicaba, o más, en tamaño. Tanto en estatura como en fuerza y demás. — Cuando volvamos te echas una siesta. Y no aceptaré un no por respuesta.
Sí, definitivamente, tenía carácter. Uno que no dudaba en sacar a pasear cuando la situación lo requería. Ojalá lo sacase más a menudo en cuanto a sí misma para algunas cosas. Pero nadie era perfecto, claro. Aceptó de buen grado el sándwich de pollo que le ofrecía Octojin, degustándolo con absoluto placer. De hecho, mientras desayunaban, ella misma aprovechaba para hacer una pequeña lista, habiendo sacado una hoja y un bolígrafo. Necesitaba algunas cosas en específico. Por suerte no eran muchas, quizás cuatro o cinco. Y, con suerte también, podría encontrarlas todas o casi todas en el mismo lugar. Unas pocas hierbas comunes y algún utensilio nuevo. Tras eso, fue la primera en meterse en la ducha, llevándose una muda de ropa, cuando el habitante del mar se lo ofreció. Y eso fue lo que hizo. Cuando se desprendió de la ropa, no pudo evitar mirar su espalda a través del reflejo del espejo. Una muesca de tristeza y resignación se dibujó en su rostro. Un gesto que apareció de forma totalmente genuina al encontrarse sola en ese momento.
Decidió centrarse en la ducha, dejando que cualquier impureza o rastro de tristeza se fuese a través del agua que lamía su piel. No tardó demasiado, y mientras se envolvía, luego, en una toalla para secarse, fue cuando escuchó el murmullo de Octojin al otro lado de la puerta. Se mordió el labio inferior, y fue ella quien apoyó la mano justo en la puerta, todavía cerrada. De encontrarse en otra situación, incluso le habría invitado a que entrase. Pero... Todavía era demasiado pronto.
— Yo también te quiero, Octojin. Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. — Y era verdad. Había conocido gente, una mejor que otra. Pero encontrarse con el gyojin y volver a sentirse como que tenía algo tangible a lo que aferrarse, a alguien, le colmaba el corazón. — Te has ganado no solo mi cariño y mi respeto, sino también mi corazón. Eres el único al que se lo he entregado y confiado.
Al menos, en ese aspecto sentimental.
Para cuando, minutos después, salió por la puerta, vestida y aseada, no se esperó aquel ataque furtivo por parte del futuro marine, pero le ganó la risa cuando se vió alzada de repente, y no dudó en abrazarse un poco hacia el peligroso morro de Octojin. Donde depositó un pequeño beso antes de fundirse ambos en un abrazo. El susurro del mayor estremeció a la pelinegra, quien le apretujó un poco más. O todo lo que podía hacerlo teniendo en cuenta la diferencia de complexiones de ambos.
— No lo tomes como una despedida... — Murmuró, intentando aligerar esa carga, ese sentimiento un poco más oscuro que pesaba sobre ambos. — Si no como un hasta luego. El camino volverá a unirnos más temprano que tarde, estoy segura de eso. Y, cuando eso suceda... — Apoyó su frente, suavemente, contra el rostro contrario, en una sutil caricia, de forma íntima y confiada. — … Nada ni nadie nos podrá separar.
Depositó un sentido beso en el morrete contrario, corto y respetuoso, pero plagado de ese cariño con el que se expresaba hacia él. No deseaba separarse de él, ni mucho menos. Pero sentía que, si permanecían demasiado tiempo pensando en ello y sumidos en esa nostalgia, sería todavía peor. Por eso, le dió un par de palmaditas suaves en el costado, confiadas, y se le dibujó una pronta sonrisa.
— Vamos a por esas compras. Cuanto antes regresemos, antes podrás siestear. — Porque estaba terca en que Octojin descansase un poco después. Podría dormir mientras ella preparaba algunas medicinas, en todo caso.
— Yo también espero que lo seas. Aunque es verdad que son cosas a las que no deberíamos atarnos de buenas a primeras. — Se chupó un dedo de la mano contraria, luego de haber terminado un triángulo de sandwich. Estaba hablando en serio, a juzgar por la expresión que ahora mantenía. — Mis sentimientos por ti son claros, pero no sabemos lo que nos deparará el futuro. — Podrían discutir, podrían resentir la separación... Podrían pasar demasiadas cosas en las que la sirena no quería ni tan siquiera pensar. Porque muchas implicaban algo doloroso.
Dejó de comer unos momentos para clavar su mirada en los ojos del tiburón. Y, entonces, sonrió con un gesto suave, comedido, pero no por ello menos falto de cariño o de sentimientos.
— Por eso es mejor vivir, de momento, el día a día. Disfrutar de esto, sin pensar de momento en el futuro. No cuando ahora mismo estamos bien. — Le propuso. Por una parte, temía enfrentarse al futuro. Sobre todo de hacerlo sola, o que Octojin no estuviese en ese futuro. — Ahora mismo, solo quiero estar contigo todo el tiempo que me sea posible. Ser un poquito posesiva y acapararte para mi.
Asradi le guiñó suavemente el ojo, antes de llevarse la taza de café a los labios y tomar un comedido sorbo. No era de los mejores que había probado, pero estaba decente y le serviría para espabilar. Y, hablando de eso: no era estúpida. Ella había dormido, pero los signos de cansancio era algo que, por mucho que uno quisiese disimular, estaban ahí. Y el cuerpo no mentía. Por otro lado, permaneció un par de segundos pensativa cuando Octojin dijo de acompañarla a la tienda. Asintió conforme.
— Está bien, pero con una condición. — Alzó el dedo índice, en un gesto algo autoritario. Era una estampa ver como aquella menuda sirena se atrevía a intentar darle directrices a un gyojin que la triplicaba, o más, en tamaño. Tanto en estatura como en fuerza y demás. — Cuando volvamos te echas una siesta. Y no aceptaré un no por respuesta.
Sí, definitivamente, tenía carácter. Uno que no dudaba en sacar a pasear cuando la situación lo requería. Ojalá lo sacase más a menudo en cuanto a sí misma para algunas cosas. Pero nadie era perfecto, claro. Aceptó de buen grado el sándwich de pollo que le ofrecía Octojin, degustándolo con absoluto placer. De hecho, mientras desayunaban, ella misma aprovechaba para hacer una pequeña lista, habiendo sacado una hoja y un bolígrafo. Necesitaba algunas cosas en específico. Por suerte no eran muchas, quizás cuatro o cinco. Y, con suerte también, podría encontrarlas todas o casi todas en el mismo lugar. Unas pocas hierbas comunes y algún utensilio nuevo. Tras eso, fue la primera en meterse en la ducha, llevándose una muda de ropa, cuando el habitante del mar se lo ofreció. Y eso fue lo que hizo. Cuando se desprendió de la ropa, no pudo evitar mirar su espalda a través del reflejo del espejo. Una muesca de tristeza y resignación se dibujó en su rostro. Un gesto que apareció de forma totalmente genuina al encontrarse sola en ese momento.
Decidió centrarse en la ducha, dejando que cualquier impureza o rastro de tristeza se fuese a través del agua que lamía su piel. No tardó demasiado, y mientras se envolvía, luego, en una toalla para secarse, fue cuando escuchó el murmullo de Octojin al otro lado de la puerta. Se mordió el labio inferior, y fue ella quien apoyó la mano justo en la puerta, todavía cerrada. De encontrarse en otra situación, incluso le habría invitado a que entrase. Pero... Todavía era demasiado pronto.
— Yo también te quiero, Octojin. Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. — Y era verdad. Había conocido gente, una mejor que otra. Pero encontrarse con el gyojin y volver a sentirse como que tenía algo tangible a lo que aferrarse, a alguien, le colmaba el corazón. — Te has ganado no solo mi cariño y mi respeto, sino también mi corazón. Eres el único al que se lo he entregado y confiado.
Al menos, en ese aspecto sentimental.
Para cuando, minutos después, salió por la puerta, vestida y aseada, no se esperó aquel ataque furtivo por parte del futuro marine, pero le ganó la risa cuando se vió alzada de repente, y no dudó en abrazarse un poco hacia el peligroso morro de Octojin. Donde depositó un pequeño beso antes de fundirse ambos en un abrazo. El susurro del mayor estremeció a la pelinegra, quien le apretujó un poco más. O todo lo que podía hacerlo teniendo en cuenta la diferencia de complexiones de ambos.
— No lo tomes como una despedida... — Murmuró, intentando aligerar esa carga, ese sentimiento un poco más oscuro que pesaba sobre ambos. — Si no como un hasta luego. El camino volverá a unirnos más temprano que tarde, estoy segura de eso. Y, cuando eso suceda... — Apoyó su frente, suavemente, contra el rostro contrario, en una sutil caricia, de forma íntima y confiada. — … Nada ni nadie nos podrá separar.
Depositó un sentido beso en el morrete contrario, corto y respetuoso, pero plagado de ese cariño con el que se expresaba hacia él. No deseaba separarse de él, ni mucho menos. Pero sentía que, si permanecían demasiado tiempo pensando en ello y sumidos en esa nostalgia, sería todavía peor. Por eso, le dió un par de palmaditas suaves en el costado, confiadas, y se le dibujó una pronta sonrisa.
— Vamos a por esas compras. Cuanto antes regresemos, antes podrás siestear. — Porque estaba terca en que Octojin descansase un poco después. Podría dormir mientras ella preparaba algunas medicinas, en todo caso.