Jack D. Agnis
Golden Eyes
17-10-2024, 11:27 PM
Desde que habíamos llegado a la isla, solo tenía una cosa en mente: el dojo de los espadachines. Ese lugar era famoso por albergar, o al menos eso había oído, al espadachín más fuerte de la isla.
Como espadachín de toda la vida, siempre buscaba mejorar mis habilidades y encontrar buenos rivales para ponerme a prueba, y el dueño de ese dojo parecía ser el oponente perfecto para mostrar mis capacidades.
Sin embargo, no tenía mucha información ni sobre el dojo ni sobre su maestro, y aunque me consideraba alguien temerario, prefería ir preparado. No quería llevarme sorpresas desagradables.
Estar en la Villa Shimotsuki me traía buenos recuerdos de mi antigua tripulación. A los veteranos les gustaba pasar tiempo en estas calles; quizás la arquitectura tradicional y el ambiente les recordaban su juventud, aunque nunca les pregunté, asique solo me quedaré con la duda. Ahora me tocaba a mí pasear por esas mismas calles, rememorando cuando era más joven y deambulaba sin prestar demasiada atención a lo que me rodeaba.
"Siempre es bueno volver por aquí", pensé, entretenido, mientras me perdía en la tranquilidad del lugar. El ambiente relajado, las edificaciones antiguas y las personas que apenas parecían notar que era un extranjero me hacían sentir bienvenido en esta isla.
Caminé durante un buen rato por aquellas calles, disfrutando de un onigiri y de aquel clima isleño, hasta que divisé, no muy lejos de donde me encontraba, a un grupo de jóvenes con bokens en sus espaldas y canastas de víveres en las manos. Aunque aquello último no me interesaba en lo más mínimo, sino que el porte de aquellas extrañas espadas era lo que llamó mi atención.
Sin dudarlo, me acerqué a ellos, tratando de hacerlo de la manera más discreta posible. No quería que me percibieran como una amenaza, al menos no por ahora.
—¡Hey, chicos! —dije con una ligera sonrisa, mostrando un par de restos de alga del onigiri que se me habían quedado entre los dientes
— Veo que llevan bokens en la espalda. ¿Por casualidad pertenecen al dojo de espadachines de esta isla? —pregunté con cierta amabilidad. Hablar con calidez no era precisamente mi punto fuerte, pero valía la pena intentarlo, sobre todo en esta isla.
—Lo pregunto porque me gustaría ver si puedo ingresar al dojo. Tengo intenciones de aprender más sobre el uso de la espada —añadí, mostrando la empuñadura de "Bella Dama" enfundada.