Masao Toduro
El niño de los lloros
17-10-2024, 11:37 PM
(Última modificación: 18-10-2024, 12:35 AM por Masao Toduro.)
Tras sus “órdenes” si es que se podían considerar como tal, el grupo de civiles fue lentamente descendiendo hasta la bodega donde se encontraba la carga, y por ello, el lugar más seguro de todo el barco. O al menos ese era el pensamiento que tenía en ese momento.
Con no pocas dificultades y con la gran ayuda de los dedos de mis manos, alcance finalmente a contar a todos los civiles del barco salvo, uno que descendió tras dar un aviso que resonó por todo el barco y que descendió tras dar el aviso, al parecer venían refuerzos de camino.
—Oye picha, tráeme el cacharro ese, que los de arriba tienen chamba que limpiar— le diría al civil o a aquel que viera más predispuesto a ayudar y pasarle el den den por el que hubieran contactado —Y enchufado y lo que sea pa que furule ¿Oído figura?— agregaría en lo que para él era un tono habitual, pero sin ningún tipo de mala fe, bastante tenían ya la marina con la sargento Bribón y sus escobas por el culo.
En cuanto tomó el caracol, si es que se lo traían, como una brisilla le impacto, como un pequeño escalofrío, como uno de esos sucesos paranormales que ponían en la tele a altas horas de la noche y que graban con caracoles que debían estar a dos días de estirar la pata. A pesar de todo, la sensación no le resultaba del todo ajena, y había como un remanente que le resultaba familiar, como el espíritu de cristo.
—¿Alguien al aparato?— arrancaría reponiéndose del susto —Aquí el soldado Masao— continuó la presentación, rezando por qué no le preguntarán el numerito, como si pudiera leerlo —Nos han asaltao, ¿Cuántos navíos eran?— preguntó a los civiles de tal vez no la más profesional de las formas, esperando que alguno de ellos rellenarán los huecos que le faltaban por el hecho de estar resguardando la carga que tenía a un lateral, mientras miraba de reojo que ninguno de los reos hiciera nada raro —Pues eso, una liada que no veas, ¿Cuánto os queda?— preguntaría antes de que todo el barco retumbará producto de lo que debía ser un cañonazo —Bueno, ya escuchas, me he visto en peores, como cuando aquella vez que me quede sin papel en el váter del cuartel de Loguetown, pero vamos a ver si os podéis dar un pelín de brillo y apañamos esto rápido— terminaría por agregar mientras esperaba la respuesta al otro lado del caracol, tratando de dejar la línea abierta por si volvían a contactar.
Entre que esperaba y guardaba con celo la dichosa carga, continué con mis rezos murmurando la oración, no con la cara o el rostro de alguien desesperado, sino con la devoción propia de un devoto, un hermano de cofradía o tal vez un párroco de confianza. Entre rezo y rezo, continuó con las rítmicas palmadas que solía hacer en momentos como aquellos, haciendo un sonido reconfortante entre el retumbar de los cañones que tal vez alguno de los presentes encontrará relajante, o tal vez desquiciante. Fuera como fuera, termino por quitarse las nudilleras y se las guardo en un bolsillo. Si finalmente tenía que subir para repartir estopa, lo haría a mano descubierta, y es que nada podía sustituir a una buena hostia consagrada y con algo de mala hostia.
Dios pillará confesados a aquellos que se cruzarán en mi camino.
Con no pocas dificultades y con la gran ayuda de los dedos de mis manos, alcance finalmente a contar a todos los civiles del barco salvo, uno que descendió tras dar un aviso que resonó por todo el barco y que descendió tras dar el aviso, al parecer venían refuerzos de camino.
—Oye picha, tráeme el cacharro ese, que los de arriba tienen chamba que limpiar— le diría al civil o a aquel que viera más predispuesto a ayudar y pasarle el den den por el que hubieran contactado —Y enchufado y lo que sea pa que furule ¿Oído figura?— agregaría en lo que para él era un tono habitual, pero sin ningún tipo de mala fe, bastante tenían ya la marina con la sargento Bribón y sus escobas por el culo.
En cuanto tomó el caracol, si es que se lo traían, como una brisilla le impacto, como un pequeño escalofrío, como uno de esos sucesos paranormales que ponían en la tele a altas horas de la noche y que graban con caracoles que debían estar a dos días de estirar la pata. A pesar de todo, la sensación no le resultaba del todo ajena, y había como un remanente que le resultaba familiar, como el espíritu de cristo.
—¿Alguien al aparato?— arrancaría reponiéndose del susto —Aquí el soldado Masao— continuó la presentación, rezando por qué no le preguntarán el numerito, como si pudiera leerlo —Nos han asaltao, ¿Cuántos navíos eran?— preguntó a los civiles de tal vez no la más profesional de las formas, esperando que alguno de ellos rellenarán los huecos que le faltaban por el hecho de estar resguardando la carga que tenía a un lateral, mientras miraba de reojo que ninguno de los reos hiciera nada raro —Pues eso, una liada que no veas, ¿Cuánto os queda?— preguntaría antes de que todo el barco retumbará producto de lo que debía ser un cañonazo —Bueno, ya escuchas, me he visto en peores, como cuando aquella vez que me quede sin papel en el váter del cuartel de Loguetown, pero vamos a ver si os podéis dar un pelín de brillo y apañamos esto rápido— terminaría por agregar mientras esperaba la respuesta al otro lado del caracol, tratando de dejar la línea abierta por si volvían a contactar.
Entre que esperaba y guardaba con celo la dichosa carga, continué con mis rezos murmurando la oración, no con la cara o el rostro de alguien desesperado, sino con la devoción propia de un devoto, un hermano de cofradía o tal vez un párroco de confianza. Entre rezo y rezo, continuó con las rítmicas palmadas que solía hacer en momentos como aquellos, haciendo un sonido reconfortante entre el retumbar de los cañones que tal vez alguno de los presentes encontrará relajante, o tal vez desquiciante. Fuera como fuera, termino por quitarse las nudilleras y se las guardo en un bolsillo. Si finalmente tenía que subir para repartir estopa, lo haría a mano descubierta, y es que nada podía sustituir a una buena hostia consagrada y con algo de mala hostia.
Dios pillará confesados a aquellos que se cruzarán en mi camino.