Shy
"Shy"
18-10-2024, 02:17 AM
En la vida, se podía ser de todo. Buena gente, como lo fue Ame. Un tipo callado, como lo era él. Un hijo de puta redomado, como lo eran todos los demás, con sus máscaras y sus expresiones que buscaban de todo menos transmitir la verdad. Pero lo que no se podía ser, además de hijo de puta, es pesado y raro. Eso era lo que a Shy le habían enseñado a golpes los desagradables compañeros de infancia que había tenido. Aprendió la lección. Por su parte, el niñato del pelo azul y la lanza no parecía haber aprendido esa lección tan bien como él. En lugar de ser tan callado y enmascarar sus auténticos pensamientos tan bien como él, se dedicaba a recitar paridas mientras apuñalaba de forma dolorosa y certera a diestro y siniestro. Vamos, lo que se conocía, tanto en el East Blue como en el resto de mares, como un rarito de narices.
El rarito le había vuelto a apuñalar y le había lanzado de vuelta a la cubierta. Mientras caía, calculó rápidamente cómo de esparcido por el suelo de madera acabaría si se la pegaba. El resultado de aquella operación matemática no resulto nada satisfactorio. Por ello, en lugar dejarse caer, algo que era más cómodo de primeras -aunque con peores consecuencias- creó una puerta en el aire, introduciéndose instantes antes de tocar el suelo. Flotó en el espacio dimensional alterno de su Fruta del Diablo unos instantes, cómodamente, como si hubiese apoyado sus huesudas posaderas en una nube. Suspiró, sujetándose la herida. Que contrariedad. Hyun habría sido de gran ayuda. Dioses, rezaba pese a no tener ninguna afiliación religiosa particular, no dejéis que una persona tan extraordinaria perezca en estas circunstancias.
De un salto, creo una puerta de salida y reapareció en la cubierta, frente al combate entre Yoshiro y su brutal contrincante. Debía analizar la situación. Illyasbabel parecía estar demasiado ocupado en pleno duelo en el castillo de popa. Yoshiro parecía estar lidiando algo mejor contra su contrincante, si bien parecía estar agotándose algo. El rarito de la lanza podía volver a aparecer en cualquier momento y arruinar la que podría haber sido una placentera velada de té y costura. Y entre tanto conflicto se hallaba él, cavilando sin escoger ninguna opción. Pensó. Claramente, si se enfrentaban en combate singular, aquello podía acabar muy mal, con todos muertos salvo uno, y no podría determinar si ese uno formaría parte del trío asaltante o de sus camaradas. Y no tenían forma alguna de coordinarse y hacer una formación. Dicho de otra manera, las circunstancias parecían ser propicias para que alguno de ellos muriera.
Shy no pretendía morir así, y por algún motivo, tampoco le apetecía especialmente que ninguno de sus compañeros mordiera el polvo. Por suerte para ellos, Shy contaba con un poder que, a todas luces, podía volver la situación a su favor. Shy sonrió: ahora que no era marine, su mejor aliada en el combate era la misma injusticia. Como la que le había privado de Ame. Tanta ironía acababa por resultar ridículamente desternillante.
Mientras sacaba una especialmente alargada pistola de chispa de su kimono, apuntó a la espadachina que confrontaba a Illyasbabel y gritó:
-¡Replegaos!
Se preguntó de dónde había sacado la fuerza para bramar así, si nunca le había gustado levantar la voz. En fin, en lo que te convierten las situaciones adversas. Creó una puerta más detrás de sí, probablemente la última que podría hacer en un tiempo. A continuación, lanzó un disparo contra el brazo en el que sostenía su arma la contrincante de Illyasbabel, y tras descargar su arma, volvió a rugir:El rarito le había vuelto a apuñalar y le había lanzado de vuelta a la cubierta. Mientras caía, calculó rápidamente cómo de esparcido por el suelo de madera acabaría si se la pegaba. El resultado de aquella operación matemática no resulto nada satisfactorio. Por ello, en lugar dejarse caer, algo que era más cómodo de primeras -aunque con peores consecuencias- creó una puerta en el aire, introduciéndose instantes antes de tocar el suelo. Flotó en el espacio dimensional alterno de su Fruta del Diablo unos instantes, cómodamente, como si hubiese apoyado sus huesudas posaderas en una nube. Suspiró, sujetándose la herida. Que contrariedad. Hyun habría sido de gran ayuda. Dioses, rezaba pese a no tener ninguna afiliación religiosa particular, no dejéis que una persona tan extraordinaria perezca en estas circunstancias.
De un salto, creo una puerta de salida y reapareció en la cubierta, frente al combate entre Yoshiro y su brutal contrincante. Debía analizar la situación. Illyasbabel parecía estar demasiado ocupado en pleno duelo en el castillo de popa. Yoshiro parecía estar lidiando algo mejor contra su contrincante, si bien parecía estar agotándose algo. El rarito de la lanza podía volver a aparecer en cualquier momento y arruinar la que podría haber sido una placentera velada de té y costura. Y entre tanto conflicto se hallaba él, cavilando sin escoger ninguna opción. Pensó. Claramente, si se enfrentaban en combate singular, aquello podía acabar muy mal, con todos muertos salvo uno, y no podría determinar si ese uno formaría parte del trío asaltante o de sus camaradas. Y no tenían forma alguna de coordinarse y hacer una formación. Dicho de otra manera, las circunstancias parecían ser propicias para que alguno de ellos muriera.
Shy no pretendía morir así, y por algún motivo, tampoco le apetecía especialmente que ninguno de sus compañeros mordiera el polvo. Por suerte para ellos, Shy contaba con un poder que, a todas luces, podía volver la situación a su favor. Shy sonrió: ahora que no era marine, su mejor aliada en el combate era la misma injusticia. Como la que le había privado de Ame. Tanta ironía acababa por resultar ridículamente desternillante.
Mientras sacaba una especialmente alargada pistola de chispa de su kimono, apuntó a la espadachina que confrontaba a Illyasbabel y gritó:
-¡Replegaos!
-¡Yoshi! ¡Tráela!
Esperaría allí, hasta que sus compañeros hubieran atravesado el umbral de su puerta. Una vez dentro, tanto si traían a la espadachina como si no, cerraría el portal. Dentro podrían atacar entre los tres a su rival, o, de lo contrario, aguardar y recuperarse, antes de planear una ofensiva coordinada. Era mejor eso que dejarse matar en un duelo estúpido.