Balagus
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18-10-2024, 03:14 AM
Podía sentir la sangre golpeándole las venas, hinchando cada músculo, cada tendón, cada articulación. Su respiración era lenta, pausada, tranquila, perfectamente medida y contenida. Una inusual mezcolanza de fría determinación e ira ardiente bullendo en sus entrañas se retorcía como un taijitu en perfecta sincronía. Un ying y un yang opuestos, pero necesarios entre sí. Una tormenta que no hacía más que crecer, lista para que sus ataduras fueran liberadas y pudiera caer sobre todos aquellos desgraciados que llevaban el inoportuno estigma de ser sus enemigos aquella noche.
La familia Blackmore. Unas semanas atrás, ese nombre hubiera causado en Balagus la misma reacción que se obtendría si se le hablara de bioingeniería cyborg avanzada. Afortunadamente, Silver y Dharkel habían tenido a bien explicarle, de manera resumida, la naturaleza de aquella infame organización. Aunque al oni sólo le bastaba con saber que eran sus objetivos, y que se trataban de oponentes realmente desafiantes y poderosos para desear combatir con ellos, tenerles también por muy probables esclavistas le revolvía las tripas hasta el punto de fantasear con partir sus infectos cráneos en dos y bañarse en su sangre.
La fría brisa nocturna mandó un escalofrío leve por su ya tensionada columna, devolviéndole a la realidad frente a sus ojos en un parpadeo: el Hope se aproximaba, lento, pero inexorable, hacia los muelles clandestinos de Loguetown, abrigado por la oscuridad y un navegar silencioso y discreto. Allí les esperaría Dharkel, si no había muerto durante su misión, pero todo parecía indicar que sus peores temores no se habían confirmado aún.
El gigantón estuvo tentado de arrebatarle momentáneamente la petaca a su capitán y beber él mismo de ella, pero sabía bien de lo especial que resultaba para él aquel pequeño y preciado objeto, por lo que se limitó a imitarlo, a su manera, lanzándose a la boca dos pequeños dados de carne seca que guardaba en su bolsa, dentro del enorme cinturón de pieles y cuero.
La voz de Silver no hizo más que confirmar lo que su intuición guerrera le apremiaba, y descendió detrás de él, junto a Marvolath, con su enorme y fiel hacha de batalla siempre a su espalda. Abajo, en la densa y opresiva oscuridad de su punto de atraque, la figura del último camarada que faltaba en el grupo les esperaba, camuflada e indistinguible del resto de sombras.
Aproximándose, pudo escuchar los susurros de Dharkel, confirmando el plan que ya había sido trazado. El oni dejó escapar aire lentamente por sus fosas nasales y asintió, buscando rápidamente un buen lugar desde donde observar el resto del puerto sin llamar la atención: unos grandes sacos apilados le dieron la cobertura que necesitaba, adelantándose ligeramente a la posición de sus compañeros.
Aguardaba expectante al momento oportuno, a la orden adecuada, rozando con los dedos de una mano la empuñadura de correas de su arma. No había espacio para las dudas, no había vuelta atrás. Esta sería la verdadera prueba de fuego para la tripulación, la que los elevaría por encima del resto de pandas de bandidos de medio pelo y les daría un nombre que pudiera ser reconocido, o les enterraría para siempre en el fango del olvido.