Alistair
Mochuelo
18-10-2024, 08:34 AM
Todo avance que pudiera conseguir era bien recibido, e incluso la pequeña sonrisa que la sirena había esbozado después de la parte más emocionalmente turbulenta contaba para eso. Sin importar cuán pequeña fuera la mueca, para el Lunarian saber que pudiera formar parte de aunque sea una pequeña parte del esfuerzo requerido para conseguir esa mejoría en su ánimo le provocaba a él su propio manojo de indescriptible felicidad.
Negó con la cabeza; no recibiría sus disculpas por algo tan instintivo para él como estar en los peores momentos de alguien más, incluso si esa persona en ese momento no fuera Asradi. — No hay nada que agradecerme. Es algo que haré siempre que esté en capacidades de hacerlo, casi... como un deber. Si puedo ayudar a alguien más con lo que sea que tenga, lo haré sin dudarlo dos veces. — Después de todo, si tenía calidez de sobra como para repartir, ¿Qué razón tenía para acaparar la llama por encima de distribuirla a quien pudiera necesitarlo? El mundo era un lugar demasiado grande como para vivir de individualidades solamente.
El gesto que ofreció no llegó a concretarse, pero era algo que podía entender perfectamente e incluso imaginó en una de las posibilidades. Había sido una invitación de naturaleza complicada a aceptar, pues ese gesto que implicaba tanta cercanía no acababa de ajustarse a la mente de todos, y teniendo en cuenta que su primer encuentro estaba ocurriendo ahora mismo, era difícil atravesar algunas de las mas densas barreras sin importar cuán bien habían conseguido congeniar en el poco tiempo que se conocían. Pero la invitación siempre permanecería sobre la mesa, por si algún día llegaba a necesitarlo y requería de la relajante sensación que podía ser un abrazo bien dado.
Aun si su gesto no se vio correspondido, si se vio compensado por uno de diferente naturaleza y que también podía aceptar; un estrechón de manos tras haberlas tomado, algo que correspondió siempre que fuera con lo que la sirena se sintiera cómoda en el instante, seguido de unas caricias que se sentían como un agradable masaje sobre el dorso de sus manos. Debía admitir que se trataba de una sensación engañosamente agradable, y que de hecho le generó un poco de cosquillas al inicio hasta que consiguió adaptarse totalmente. Su mirada por otro lado se mantendría sobre la de ella, inamovible. Si ella se esforzaba por sostener la mirada tras el incidente que humedecería sus ojos, él siempre correspondería con la misma energía.
Escucharla reafirmar que estaría bien le otorgó un gusto que le costaba definir con las palabras de su propio diccionario interno, pero que le otorgaron un alivio importante, como si pudiese respirar nuevamente tras una generosa cantidad de tiempo aguantándolo. Saber que estaría bien le hacía bien a él. Sin dudarlo correspondió al abrazo que ella ahora lideró, acomodándose a la corta duración del gesto que ella misma había decidido realizar. Abrazo era abrazo, y siempre estaría agradecido de darlo y recibirlo. — Y espero que nunca dejes de estarlo. — Sonrió a la par que dijo sus palabras, transformando por un momento su enérgica sonrisa en una gentil y cálida.
Su mirada bajó por un segundo, permitiéndose realizar una introspección al paralelo entre sus acciones con las de la sirena; por mucho tiempo, había estado moviéndose de un lugar a otro sin mirar atrás, sin poder establecer vínculos con las personas que visitaba en el camino. Era sin duda difícil, pues la amenaza de volver al cautiverio siempre acechaba en la vuelta de la esquina. Pero se rehusaba a volver nuevamente a derroteros en medio de la conversación. — Entiendo a lo que te refieres... Es complicado quedarse mucho tiempo en un solo sitio, te arriesgas a llamar demasiado la atención. — Pausó un segundo, meditando sus próximas palabras. — Pero quizá no estemos perdiendo tanto como parece en primer lugar. Quisiera pensar que, de todas las personas con las que nos encontramos de camino, mas de una nos recordará. Y cuando llegue el día en que podamos pasar tiempo largo y tendido con ellos, la espera hará el reencuentro muchísimas veces mejor. — Propuso, optimista del futuro. Ya debería conocerle lo suficiente como para verlo venir.
Y de pronto, la conversación nuevamente tocó el tópico que arrojaba mayor positividad en el asunto. Ojalá-... No, aún debía guardar el secreto. No era el momento correcto.— Estoy seguro que, incluso en este momento, están dando todo de ellos mismos para conseguir un futuro mucho mas colorido que el presente que vivimos. Mucho mas libre, y mucho mas alegre. Sin importar cuán feo pueda verse al inicio. — Los imperios difícilmente se derrocaban en un día, pero tenían claro una cosa: El Gobierno Mundial eventualmente caería sobre su propio peso si le mordías lo suficiente fuerte los talones.
Su mirada ahora fue a parar a los utensilios que hace un momento había apartado a un lado en pro de la ayuda emocional en forma de un abrazo, y ahora nuevamente sujetaba algunos entre sus manos. — ¿Crees poder continuar con las lecciones? Quizá te ayude cambiar un poco de tema. Además, estoy seguro que aún queda mucho por enseñar, maestra Asradi. — Bromeaba inocentemente y ligeramente risueño, buscando sonsacarle otra sonrisa con una tontería o dos, o de la forma que fuera necesaria. No todos estaban dispuestos a pelear de cara con la razón de su tormento, pero si podía distraerla de ello en conjunto con el avance que ya habían realizado, podía darse por más que satisfecho.
Negó con la cabeza; no recibiría sus disculpas por algo tan instintivo para él como estar en los peores momentos de alguien más, incluso si esa persona en ese momento no fuera Asradi. — No hay nada que agradecerme. Es algo que haré siempre que esté en capacidades de hacerlo, casi... como un deber. Si puedo ayudar a alguien más con lo que sea que tenga, lo haré sin dudarlo dos veces. — Después de todo, si tenía calidez de sobra como para repartir, ¿Qué razón tenía para acaparar la llama por encima de distribuirla a quien pudiera necesitarlo? El mundo era un lugar demasiado grande como para vivir de individualidades solamente.
El gesto que ofreció no llegó a concretarse, pero era algo que podía entender perfectamente e incluso imaginó en una de las posibilidades. Había sido una invitación de naturaleza complicada a aceptar, pues ese gesto que implicaba tanta cercanía no acababa de ajustarse a la mente de todos, y teniendo en cuenta que su primer encuentro estaba ocurriendo ahora mismo, era difícil atravesar algunas de las mas densas barreras sin importar cuán bien habían conseguido congeniar en el poco tiempo que se conocían. Pero la invitación siempre permanecería sobre la mesa, por si algún día llegaba a necesitarlo y requería de la relajante sensación que podía ser un abrazo bien dado.
Aun si su gesto no se vio correspondido, si se vio compensado por uno de diferente naturaleza y que también podía aceptar; un estrechón de manos tras haberlas tomado, algo que correspondió siempre que fuera con lo que la sirena se sintiera cómoda en el instante, seguido de unas caricias que se sentían como un agradable masaje sobre el dorso de sus manos. Debía admitir que se trataba de una sensación engañosamente agradable, y que de hecho le generó un poco de cosquillas al inicio hasta que consiguió adaptarse totalmente. Su mirada por otro lado se mantendría sobre la de ella, inamovible. Si ella se esforzaba por sostener la mirada tras el incidente que humedecería sus ojos, él siempre correspondería con la misma energía.
Escucharla reafirmar que estaría bien le otorgó un gusto que le costaba definir con las palabras de su propio diccionario interno, pero que le otorgaron un alivio importante, como si pudiese respirar nuevamente tras una generosa cantidad de tiempo aguantándolo. Saber que estaría bien le hacía bien a él. Sin dudarlo correspondió al abrazo que ella ahora lideró, acomodándose a la corta duración del gesto que ella misma había decidido realizar. Abrazo era abrazo, y siempre estaría agradecido de darlo y recibirlo. — Y espero que nunca dejes de estarlo. — Sonrió a la par que dijo sus palabras, transformando por un momento su enérgica sonrisa en una gentil y cálida.
Su mirada bajó por un segundo, permitiéndose realizar una introspección al paralelo entre sus acciones con las de la sirena; por mucho tiempo, había estado moviéndose de un lugar a otro sin mirar atrás, sin poder establecer vínculos con las personas que visitaba en el camino. Era sin duda difícil, pues la amenaza de volver al cautiverio siempre acechaba en la vuelta de la esquina. Pero se rehusaba a volver nuevamente a derroteros en medio de la conversación. — Entiendo a lo que te refieres... Es complicado quedarse mucho tiempo en un solo sitio, te arriesgas a llamar demasiado la atención. — Pausó un segundo, meditando sus próximas palabras. — Pero quizá no estemos perdiendo tanto como parece en primer lugar. Quisiera pensar que, de todas las personas con las que nos encontramos de camino, mas de una nos recordará. Y cuando llegue el día en que podamos pasar tiempo largo y tendido con ellos, la espera hará el reencuentro muchísimas veces mejor. — Propuso, optimista del futuro. Ya debería conocerle lo suficiente como para verlo venir.
Y de pronto, la conversación nuevamente tocó el tópico que arrojaba mayor positividad en el asunto. Ojalá-... No, aún debía guardar el secreto. No era el momento correcto.— Estoy seguro que, incluso en este momento, están dando todo de ellos mismos para conseguir un futuro mucho mas colorido que el presente que vivimos. Mucho mas libre, y mucho mas alegre. Sin importar cuán feo pueda verse al inicio. — Los imperios difícilmente se derrocaban en un día, pero tenían claro una cosa: El Gobierno Mundial eventualmente caería sobre su propio peso si le mordías lo suficiente fuerte los talones.
Su mirada ahora fue a parar a los utensilios que hace un momento había apartado a un lado en pro de la ayuda emocional en forma de un abrazo, y ahora nuevamente sujetaba algunos entre sus manos. — ¿Crees poder continuar con las lecciones? Quizá te ayude cambiar un poco de tema. Además, estoy seguro que aún queda mucho por enseñar, maestra Asradi. — Bromeaba inocentemente y ligeramente risueño, buscando sonsacarle otra sonrisa con una tontería o dos, o de la forma que fuera necesaria. No todos estaban dispuestos a pelear de cara con la razón de su tormento, pero si podía distraerla de ello en conjunto con el avance que ya habían realizado, podía darse por más que satisfecho.